Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 22 de abril de 2008

Visita a la casa de Rafael (II)


A los que como yo soñamos mucho y tenemos tendencia a divagar nos viene muy bien una explicación organizada, razonada y cronológica de las cosas. A lo mejor debería hacerme profesor, pero ya estoy divagando. El comentario anterior viene a cuento de la maravillosa exposición permanente que recorre la vida de Alberti en forma de friso sincrónico lleno de fechas, textos, dibujos, fotografías, recortes de prensa y cápsulas de información biográfica.

Y así llegamos a la última parte del eslogan “creación viva”, porque la obra de Alberti se enmarca en una trayectoria vital arrolladora, irrenunciable, y aunque suene a tópico (lo es), vida y obra son aquí inseparables. Que me perdonen los críticos literarios que censuran las lecturas de las obras a la luz del candil de las vidas de los autores. Que me perdonen todos los que me dieron clase en la facultad y señalaban con el dedo la “falacia biografista”. Tampoco es este el caso. Seguramente esa gente no ha tenido en cuenta un exilio, una Guerra Civil, una ruptura tal… circunstancias cuyo impacto es aún hoy imposible de calibrar.

De modo que si la obra de Alberti es interesante no lo es menos su vida, una novela en sí para el que quiera pararse a verlo. Él mismo quiso unir literatura y vivencias en los libros de su Arboleda perdida, pero la vida de Alberti que hoy pretendo reivindicar no es la que él evoca, tamizada por sus recuerdos y llamémosla “interna”. Yo me refiero a esa otra “externa”, pública, que si existe es propiedad de todos y que se reconstruye con las fotos, los titulares y los libros de historia. Alberti gana el Premio Nacional de Literatura en 1924 y don Antonio Machado dice que su librito es el de más mérito. Rafael se marcha a galopar con el Quinto Regimiento.

Tanto y tanto galopa que al final se pasa de largo y se va a Argentina y a Uruguay y a Roma. Por no hablar de sus viajes por Europa, la Unión Soviética, por Chile, por Cuba, hasta por China. Rafael se hace fotos con la jet-set de las letras rojas: Altolaguirre, Lorca, (perdón, Federico), Ilya Ehrenburg, Neruda, Nicolás Guillén, Miguel Ángel Asturias, Ernesto Sábato, Benedetti… y otros que no son literatos: brigadistas, toreros, cantautores… acá está Pepe Díaz, camaradas, acullá Carrillo. Aquí el cantautor Paco Ibáñez, la actriz Nuria Espert; vemos llegar al bailarín Antonio Gades. No se olviden de Fidel Castro, otro que va camino del centenario…

Como el fantasma del comunismo que él mismo proclama, Rafael Alberti recorre no ya Europa, sino el mundo entero con un mensaje que va trocándose de revolucionario en universal, para llegar a ser simplemente humano. Y allá a donde no llega a ir él en persona viajan sus libros. Vemos también en la casa-museo un amplio muestrario de sus traducciones: al alemán, al italiano, al inglés, al francés… ¡y pensar que empezó siendo un niño que pintaba en su pueblo y le cantaba a la playa!

Rafael niño, joven, adulto, le vemos crecer en vida y en sabiduría, y deducimos que también en intuición, a juzgar por sus poemas. En todas las paredes leemos recordatorios de su obra: son lo familiar de Rafael, se equivocó la paloma, nunca fui a Granada, si mi voz muriera en tierra, ¿dónde los hombres?... Le vemos enamorarse y coger talla pública y política. Le vemos levantar el vuelo, tanto que pierde contacto con la realidad y se pone un antifaz para recitar una cosa sobre “la pájara pinta”. Todo esto después de los honores, los premios (incluido el oximorónico “Lenin de la Paz”), de haber vuelto a España “con la mano abierta” a pesar de haberse marchado “con el puño en alto” (¡qué gran lección, y qué gran publicista!) para presidir las primeras Cortes democráticas junto a –ejem- la Pasionaria.

Pero Dolores Ibárruri es ya una anciana blanca, igual que Rafael, dejémosla en paz. Rafael es ahora nombrado alcalde perpetuo de El Puerto de Santa María, alcalde de las salinas, de las bodegas, del mar, y ahora soy yo quien se ha metido de lleno en el topicazo. Como todo el mundo sabe, Rafael Alberti falleció en Canal Sur un triste día de 1999, D.E.P.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si Vd. se hace profesor, yo soy su alumna.
Hay que ver lo que aprendo, y qué bonito lo cuenta, la verdad es que estoy de acuerdo con Vd. en que vida y obra son inseparables. "Yo y mis circunstancias", decía Ortega y Gasset.
A veces imagino estando presente esas reuniones de estos personajes, qué aprenderíamos de cultura, arte, política, en definitiva de vida.
En la era de la informática, vamos muy rápido para asimilar, madurar y disfrutar de lecturas como las de Alberti, perdón, Rafael, que Vd. se me puede enfadar.
Encuentro en su blog un remanso de sabiduría y de análisis sosegado.

Saludos salineros

Ralip

 
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