Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

lunes, 5 de enero de 2009

Gafismo


Uno de mis más entrañables recuerdos de la infancia es estar en casa de mi difunta abuela escuchando relatar (y remedar) algunos sketches radiofónicos de humor del año catapún, protagonizados por el dúo cómico Tip y Top. Todos hemos conocido a Tip y Coll, cómo llenar un vaso de agua, dame la manita Pepeluí, etc, pero esto que os hablo es anterior, Tip (Luis Sánchez Polack) emparejado artísticamente con Joaquín Portillo, que se hacía llamar Top. Llegaron a aparecer juntos en alguna película (Tarde de toros, 1955) pero su fama les vino de sus actuaciones en radio. Solo una había oído en mi vida, bajada de Internet, hasta que hace unas semanas, mi madre encontró un disco que recopila aquellas grabaciones históricas de Tip y Top, sacadas de archivos e incluso de colecciones particulares.

Su humor estilo “España-años 50” puede sin ambages ser calificado de ingenuo, casi de ñoño. Pero no podemos caer en la tentación de juzgarlos según los estándares de ahora: sería como decir que las tablas medievales son una mierda porque los que las pintaron no dominaban la perspectiva. De cualquier manera sí que hay en el humor de Tip y Top (además de muchas gracias genuinas) una corriente subterránea de humor absurdo, surrealista, astracanada o como se lo quiera llamar, que entronca directamente con Miguel Mihura, Jardiel Poncela o la revista La Codorniz. Os animo a buscarlo, si no lo conocíais.


El sketch más celebrado por mi madre es uno titulado “En casa del ojero, gafita de palo”, que trata –cómo no- de una visita al oculista. Et voilà, amigos, este post no está dedicado a glosar la biografía artística de Tip y Top sino a hablar sobre el mundo de las gafas. Ópticos… habría tanto que decir. Pocos profesionales tan negociantes como ellos, la voracidad comercial de un óptico-optometrista no te la encuentras en un vendedor de coches o de ordenadores. Yo llevo gafas desde los 8 años y lentillas desde los 14, o sea que sé de lo que hablo.

El protagonista de uno de mis libros favoritos (Matadero-5 de Kurt Vonnegut, 1969) es optometrista y se llama Billy Pilgrim. Es una suerte de americano medio anodino, que encuentra la emoción en su vida participando en la 2ª Guerra Mundial primero y viajando en el tiempo con alienígenas luego. El óptico de mi barrio distaba mucho de ser Billy Pilgrim, y pienso que la emoción en su vida debe haber entrado gracias a las múltiples mansiones de oro macizo que debe haberse construido con lo que mi familia y yo le hemos pagado en concepto de monturas, cristales, lentillas, líquidos limpiadores, pastillas de conservación, lágrimas artificiales y la Biblia en pasta.



Los oftalmólogos me dan más respeto, al menos son médicos (o algo) pero los ópticos-optometristas… no sé, no sé. Para empezar desconfío de sus batas blancas. ¿Qué cojones de batas blancas os ponéis, ópticos! Será para no mancharos, ¿no? Cualquiera hoy en día ya se pone una bata blanca y se cree un científico: que se lo digan a los Hermanos Marx y su famosa escena de Un día en las carreras (1937) en la que pasaban consulta médica con batas que en realidad eran guardapolvos de un taller mecánico. Médicos con bata sí. Químicos con bata, guay. Farmacéuticos con bata blanca, en fin. Pero ¿ópticos?

Lo segundo que me hace desconfiar de ellos es su lenguaje secreto. Ya explicamos aquí que “existe una cosa que se llama lenguaje pero los ópticos parecen tener el suyo propio. Ellos llaman “una gafa” a unas gafas y “un lente” a una lente. Fascinante. Por no entrar en su jerga de cristales reducidos, materiales mineraloides y lentes de contacto tóricas y chiripitifláuticas (que, casualmente, siempre son más caras). Por algún motivo, la palabra “cristales” solo la utilizan a la hora de pasarte la factura.


Todo esto viene a cuento de que el viernes por la noche mis queridas gafas (“anticuadas, según mi optometrista: no tienen ni dos años) se rompieron espontáneamente. “Lo más normal”, según la óptica, pues señora, yo llevo 22 años con gafas de todos los colores y en la vida me había sucedido. Ah, pero –albricias- mi gafa todavía se encuentra en garantía. O sea, que si la quiero arreglada tan solo habré de abonar 65 euros o así. Que me ahorquen si lo entiendo. Según la dependienta-científica no me trae cuenta arreglarla, empero: mejor será hacerme una nueva. “O sea”, le contesto, “que a quien no le trae cuenta que se arreglen las gafas es a usted, no a mí”.

En las últimas semanas he tenido un par de incidentes con amigos borrachos que me cogían demasiado cariño y me daban unos abrazos que por poco me tiraban el gafismo al suelo, y en ambos casos me cogí monumentales cabreos. La peña presente nunca comprende mi reacción en estos casos, pero habéis de saber, queridos lectores, que unas gafitas mías cuestan más que una semana en Londres en régimen de alojamiento y desayuno. Las actuales no se han podido arreglar (no traía cuenta, vous comprenez), así que pasado mañana he pedido cita con el oftalmólogo para luego, receta en mano, dirigirme a un nuevo y maravilloso encuentro con los señores de la óptica. ¿Conseguirán hacer de mí un gafapasta de mierda? Ya os contaré.

6 comentarios:

GRILLO SOLITARIO dijo...

SUERTE TENGO DE VER BIEN (POR AHORA). Y PORERROR, ESPERO IMPACIENTE QUE TENGAS QUE IR AL DENTISTA Y AL PODÓLOGO. LO SENTIRÉ POR TI, PERO TU SUFRIMIENTO (Y TU DINERO) MERECEN LA PENA SI LUEGO PUBLOCAS POSTS COMO ÉSTE. Y MÁS SI RESUCITAS A YIP Y TOP. A VER SI ENCUENTRO ALGO EN YOUTUBE.

Karmen dijo...

¡Cuánta verdad! Yo también utilizo gafas y... cada vez que me veo en la necesidad de cambiarlas hago cuentas antes de ir a la óptica (para que no me pillen desprevenida). Lo de las batas que mencionas es un puntazo. ¡Feliz día de Reyes!

Anónimo dijo...

Querido Porerror, comparto contigo el tener que llevar gafas, y comprendo tu dolor. Lo he probado todo, incluso la teoría de que las gafas son un complemento estético más, por lo que una vez me compré unas gafas de super marca para que no me diera cosica salir a la calle con ellas. Pero las perdí. También he tenido lentillas de un año, de meses, de días...nada satisface económicamente. También fui una vez al oftalmólogo, para ver lo de la operación. El hombre se mostraba entusiasmado con la idea porque según él no había peligro, pero él mismo llevaba gafas. Así que le contesté que "me operaré cuando se opere usted, si le parece bien". Con tal de ganarse unas perrillas el tío...
Besicos,
lvtc

Fran G. Matute dijo...

Sois crueles. En mi familia hay muchos ópticos y llevan bata por temas comerciales y por dar buena imagen y además dicen "gafa" porque es lo correcto ("gafas" solo se utiliza si es de Afflelou que vienen de dos en dos) y además son bellísimas personas que llevan su negocio de una forma digna y honrada...

Yo también llevo gafas y me parece el mejor invento desde el chicle, te hace "parecer" más interesante y además sirve como artículo decorativo facial, ¿qué enfermedad o tara física es capaz de darte eso?

Porerror dijo...

Queridos amigos faciales (y señorito ornamental):

Yo respeto todas las culturas, aunque unas más que otras (podrás decir lo que quieras de la Odontología, pero al menos es me-di-ci-na). Respecto a lo de la operación de la vista, a mí me pasa como a lvtc, siempre estoy esperando que la ciencia avance y la cosa se perfeccione porque en el fondo no me atrevo a hacerlo.

Lo de las batas blancas es un pasote, Fran G. Matute dice lo único honesto: las llevan por dar una imagen (de lo que no son, pero eso es otro tema). También las llevan en algunas heladerías, peluquerías y centros estéticos, y en alguna que otra churrería, aunque estas apenas uran blancas.Ayer tarde tuve la inmensa fortuna de entrar en una Óptica y que su bella (y respetable) dependiente tratara de cobrarme 750€ por un artículo decorativo facial. Estoy tarado físicamente, sí, pero tengo el carnet de conducir (o sea, que soy listo) y ledije que por ese precio me iba a Los 4 Ingletes, me compraba un óleo enmarcado y me lo colgaba de la nariz.

Menos mal que en la misma calle encontré otra óptica que me cobraba la mitad, y ahí me encargué la gafa... las gafas.

Nando dijo...

Chavales, la treta es aparecer y decir "quiero las gafas más baratas. Enséñemelas" Así de entrada dejas claro que no quieres que te timen.
Y luego haces lo mismo en una óptica de un pueblo, vereis como el precio decrece proporcionalmente a la distancia con el centro de la ciudad principal.
Luego de entre las que hay de precio bajo pues eliges las menos feas.
Así fue como yo me convertí en un gafapasta. La economía impera.

 
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