Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 31 de marzo de 2009

El "efecto Alejandro"


Este post está dedicado a mi amigo Kike, en agradecimiento por regalarme el dominio http://www.estatuasverdes.com/





En el aire lo noto, amigos, está en las ondas herzianas. Lo escucho en la radio, es impepinable (e impalpable), lo siento, lo escucho, lo compruebo, en palabras de esos gigantescos escritores de letras que fueron y son los Hombres G: “Lo noto”.

Hay letras de canciones buenas, malas y regulares, y luego está esa categoría especial que yo he dado en llamar “El efecto Alejandro”. El nombre es en honor de nuestro primer bardo nacional: Alejandro Sanz, alias Alejandro Magno, natural de Miami, provincia de Cádiz. Él ha llevado nuestra música y nuestro bochorno más allá de las fronteras, y es justo que sea así. Si determinados países sudamericanos nos castigan con los Carlos Baute, Juanes, Chayanne y Ricky Martin, ¿no merecía España, metrópolis lingüística de todos ellos, Madre Patria, de donde partieron Colón (cuyas estatuas están ahora desmantelando) y la Gramática de Nebrija, tener su vengador lírico? Decían en el siglo XVI “la lengua, compañera del Imperio”, en los albores del XXI debiéramos exclamar “los disparaticos, compañeros de la FM”. Ay, Cadena Dial, Europa FM, Cadena Cien, Los 40 de mis pecados, ¿qué hemos hecho para merecer esto?

Continúo con el concepto entre manos: el efecto Alejandro. Mirad, una canción puede ser buena o mala en su conjunto, pero siempre se nos pueden deslizar trocitos en la letra de esos que dan vergüencita ajena. La canción puede ser obra maestra, y tener un ritmazo bailongo, y encantarnos, y tenerla en CD, y molar ver el vídeo, etc, etc. Todo lo anterior no es óbice para que en su letra nos encontremos agazapado un hermoso ejemplo de tan curioso “efecto”.


Bautizo este fenómeno con el nombre de Alejandro Sanz por ser él su (a mi juicio) iniciador y máximo exponente. En este caso la frase clave estaría sacada de la popular canción “Corazón partío”, que dice así:

“Qué más da, si no hay dos sin tres, si la vida va y viene y no se detiene y qué sé yo”.

Es correcto, amigo Alejandro, qué sabrás tú, no sabías qué poner para cuadrar la métrica del verso y encajaste ahí unas silabitas muy ricas y tópicas. Son estas frasecillas para cuadrar la métrica las que constituyen el efecto Alejandro: “qué más da”, “qué se yo”, “o no”, y muletillas por el estilo. Otro ejemplo enormísimo, extraído del tema “¿Y si fuera ella?”:

“... con este loco, ciego y loco corazón”. ¿Loco, ciego y otra vez loco, Alejandro? Tú y yo sabemos que no eres precisamente Borges adjetivando, de manera que tal reiteración de epítetos me huele más a rellenillo que a osadía premodificadora.


Veamos otro bello ejemplo, esta vez de la mano de Conchita, aventajada alumna de Alejandro:

“...y debe ser que pienso igual que ayer pero del revés todo se ve más claro, más fácil, no sé, las cosas se van ordenando solas sin querer, y dicen que si una puerta se cierra se abre otra, no sé...” (canción “Puede ser”)

Entre el monólogo interior, el flujo de consciencia y la hemorragia joyceana, la gran Conchita nos brinda aquí dos veces la frase-comodín “no sé”, amén de una serie de tópicos alejandrosanzianos del calibre de “debe ser”, “si una puerta se cierra se abre otra” y similares. El carácter dubitativo y tentativo de la canción (puede ser... no estoy segura... ojalá...) presta cierto decoro entre forma y fondo, pero frases como “hoy me toca a mí eso de sentirse bien” (la negrita acota el efecto Alejandro) nos certifican más allá de toda duda razonable que nos encontramos ante el fenómeno aquí descrito, y no ante una nueva Bernie Taupin.


Y es que sonar coloquial o conversacional en una canción (por definición, una arquitectura artificial del lenguaje) es muy difícil, y si el tema es de amores y el “yo poético” un amante adolescente e inseguro, la cosa se complica. Para un ejemplo llevado a cabo con éxito, recomiendo consultar al propio Taupin (letrista de Elton John), con su tema “Your Song”.

Pero no me puedo despedir así, amigos, sin brindaros más ejemplos, no sea que no hayáis quedado lo suficientemente convencidos. ¿Qué os parece “Y solo se me ocurre amarte?”, otra canción clásica de Alejandro (y otro despropósito lírico: nótese la conjunción copulativa del título, qué sílaba más bien encajada, ¿eh?):

“… y solo se me ocurre amarte, ¿cómo va a ser eso?”

Eso mismo pienso yo: ¿cómo va a ser eso? Os dejo con la que probablemente sea la letra más desvergonzada del trovador pseudoandaluz-latino, la prodigiosa “No es lo mismo”:

No es lo mismo ser que estar,
no es lo mismo estar que quedarse, ¡qué va!
Tampoco quedarse es igual que parar:
no es lo mismo.
Será que ni somos, ni estamos
ni nos pensamos quedar,
pero es distinto conformarse o pelear,
no es lo mismo... es distinto


Uuuuuufff!!!! Droga dura, amigos.

lunes, 30 de marzo de 2009

Los hermanos Marx


¡Basta! Se suceden los días sin publicar en Estatuas Verdes, un tema suplanta a otro en orden de importancia en mi cabeza pero hay un asunto de no-actualidad que permanece: los hermanos Marx. Un amigo un tanto vehemente y repetitivo en sus recomendaciones me asegura: las películas de los hermanos Marx hay que verlas en inglés, porque si no se pierden muchos chistes. Sí, ¿no? ¿Cómo decirle a este hombre que le está hablando a un convencido, que tengo los guiones en libro, que me he leído las obras completas de Groucho, que los hermanos Marx son una de mis locuras favoritas?

Al final, opto por no decir nada, sobre todo porque ya se lo he contado muchas veces, y aunque se lo vuelva a decir, es más que probable que mi amigo me venga mañana mismo preguntando “¿Conoces a los hermanos Marx?” Mi amigo y yo no somos personajes de una de los Marx, pero a veces lo parecemos. ¿Qué puede motivar que otro chaval y yo vayamos por ahí sacándonos salamis de la gabardina y gritándonos “Tomasso!”? ¿Por qué cada vez que escucho la palabra “Chistera” tengo que decir “... ha volado”, y cada vez que cojo el teléfono finjo la voz para exclamar “Su conferencia desde Florida”? ¿Qué motiva que cuando veo un arpa me entren sudores? No puedo comer panchitos sin pregonar “Pea-nuts!!!”, y me resulta imposible comprender cualquier informe si no me lo explica antes un niño de 4 años.


Todo lo anterior, por rarísimo que parezca, está sacado de gags de películas de los hermanos Marx. Mi amigo el “marxista” vehemente también me comentaba: “me encantan Sopa de ganso [1933], Una noche en la ópera [1935] o Un día en las carreras [1937]... sin embargo me rayan Los cuatro cocos [1929], Pistoleros de agua dulce [1931], El conflicto de los Marx [1930]..., que su guión es una mierda”. ¿De verdad eres marxista, amigo? Ingenuamente, este hombre estaba estableciendo -más o menos- la distinción entre las pelis de la Paramount y las de la MGM. Las primeras, directas deudoras de las disparatadas revistas teatrales de los Marx, es verdad que adolecen de guiones sin sentido a base de sketches, pero... ¿le importa a alguien?

A mí me gustan todas, las primeras y las otras. Verdad que salvo Sopa de ganso, las mejores son las de la MGM: Una noche en la ópera, Un día en las carreras, Una tarde en el circo (1939), En el Oeste (1940)... El desgüeve es continuo en todas ellas. Mi colega apostilla otra gran crítica, que la hicimos todos cuando chicos. “Me aburren las partes musicales”. ¡Qué gran invento el Fast Forward, eh? Pero tampoco es lo mismo la balada rollo de un tenorino rancio que las pianadas de Chico, y con el tiempo hasta el arpa de Harpo se acaba digiriendo bien. El bueno de Groucho no tocaba nada, de no ser las narices de sus interlocutores (entre ellos, la más sufrida, la actriz Margaret Dumont).


Otro de los mayores jolgorios de estas pelis lo suponen los nombres del personaje de Groucho. Porque Groucho (de por sí un personaje) siempre hacía de sí mismo, igual que sus hermanos. Y sus personajes eran la de Dios: Rufus T. Firefly, Otis B. Driftwood, el Dr. Hackenbush, Edgar Cheever “Triquiñuelas”, el Capitán Spaulding... Me parece un injurión que Rob Zombie los cogiera para bautizar a los asesinos de su peli La casa de los 1000 cadáveres (2003)... esos nombres deberían quedar para siempre asociados a la risa, y no que ahora metes en Google Images “Captain Spaulding” y te sale un payaso psicópata cubierto de sangre.

Volviendo al tema de las gracietas de los Marx. “Los guiones hay que leerlos en inglés”. Sí, sí, sobre todo las partes de Harpo. Hablando en serio, sus juegos de palabras son la hostia, y es cierto que utilizan muchísimo humor verbal, dobles sentidos, malentendidos y parecidos fonéticos. Sin embargo (os lo dice uno que solo ve pelis en V.O.), su comedia visual es insuperable, y la de situación ya no digamos. Y por muchas carencias que tengan las traducciones y doblajes, hay que admitir que estas pelis las vimos primero todos en español por TVE1.


De acuerdo en que si las podéis ver en inglés disfrutaréis el doble, pero la mitad de infinito sigue siendo infinito, y por eso le dije a mi amigo: “Sí, sí, hay que verlas en inglés, pero, ¿a que tú te reías viéndolas en español?” Así de buenas son. Y es que, parafraseando Una noche en la ópera: mientras tengamos pelis de los hermanos Marx, todo irá bien.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Marisol, sol, sol...


¡Qué os gusta! Sé que muchos lo estabais esperando. ¿Cómo iban a echar por la tele una biopic sobre Marisol y tú no comentarla, Porerror? Es correcto, señora. Ayer concluyó en Antena 3 (¿dónde si no?) la miniserie o TV movie sobre la vida de Marisol, emitida el lunes 23 y el martes 24. ¿El veredicto? Notable bajo. Pero vayamos por partes.

La vida de Marisol se nos presenta de manera episódica a base de viñetas, el hilo conductor parece ser De Marisol a Pepa Flores, como el título del libro en que está libremente inspirada. La peli la dirigió Manuel Palacios y a la niña la interpretan tres actrices en sus tres edades: Marisol niña (Ana Mena), Marisol adolescente (Elsa Pinilla) y Marisol adulta/Pepa Flores (Teresa Hurtado de Ory). El elenco lo completan Roberto Álvarez (Ana y los siete), Remedios Cervantes (Miss España 1986) o Rafael Amargo (Carnaval de Gran Canaria 2007).

La historia es simple y por todos conocida: una niña malagueña muy salerosa es descubierta en Madrid y a su familia se le propone convertirla en una all-singing, all-dancing actriz infantil prodigio. Resultado: éxito total y la niña se convierte en la gallina de los huevos de oro para los Goyanes, la familia de acogida. Don Manuel Goyanes es su severo y pesetero representante, Carlitos Goyanes el hijo pollo pera, palotizado hermanastro de la estrella, que acabó siendo su primer marido.


Marisol, icono teen del Franquismo (enorme la escena en que la niña imita al Caudillo), luego salió rana y se hizo supercomunista. Pero eso no sale en la serie, eso pertenece a una turbulenta vida posterior que solo se insinúa al final, cuando comienza su relación con el bailaor rojo Antonio Gades. Esta miniserie se centra en los traumas de la infancia y en la lucha de Marisol, criada entre algodones (no siempre dulces), por tomar las riendas de su vida y su carrera y por alcanzar la felicidad personal. Esto me ha resultado muy interesante y pienso que en esta obra se han realizado verdaderos esfuerzos por pintarnos a Marisol como una persona, más allá del personaje, sobre todo a partir de su adolescencia.

Lo que, a mi juicio, lastra esta miniserie es su carácter excesivamente episódico. Parece que la historia está narrada “a pellizcos”, se dan saltos enormes en el tiempo, se desarrollan ante nuestros ojos una serie de “cuadros” o “escenas” que no se sabe muy bien a qué vienen. (Las bicicletas son para el verano -1986- también es así, pero todo aparece en escena por un motivo). Quiero decir que, en una obra que tanto comprime y resume, si te muestran algo es porque debe ser muy relevante o porque hace avanzar la trama. Aquí Marisol canta, se mira al espejo, llora o se baña en una piscina, ¿y?... y simplemente van pasando los años. Si la tesis era que Marisol fue víctima de explotación infantil, eso está bien reflejado, pero creo que el tema era más bien la lucha de una personalidad por salir y por librarse del rígido corsé afectivo y contractual que la oprimía. La idea se entiende pero no está todo lo bien contada que debiera (seguro que la tijera ha hecho estragos en la sala de montaje).


La interpretación de las “Marisoles” es bastante buena. Sin parecerse nada entre ellas, las tres tienen un notable parecido físico con su modelo original. La debutante niña Ana Mena, muy bien con el repipismo y las histrionadas de la Marisol que recordamos en las pelis de Luis Lucia como Un rayo de luz (1960) o Ha llegado un ángel (1961). Elsa Pinilla (sí, la de Al salir de clase, la de Tess) hace de adolescente, la etapa menos representada. Ella lo hace bien, y además debe superar el trago de una Marisol encamándose con su compañero de reparto Antonio “El Bailarín”. El prodigio aquí nos lo ha dado Teresa Hurtado de Ory (Astronautas, No me pidas que te bese porque te besaré), con su interesantísima interpretación de una Pepa Flores obsesionada por la maternidad y asumiendo nuevos retos: plantar cara, casarse, desligarse del género ñoño en lo artístico, follisquear, hacerse fotos en porreta…

He aquí la Marisol más madura, compleja e interesante. La que se obsesiona hasta la histeria con ser madre, la que sufre un aborto natural, la que padece el rechazo y el desprecio de su marido el Goyanes, la que se lanza al “adulterio” (una vez separada: el divorcio no existía) con su nuevo amor Antonio Gades, quien finalmente le daría los tres retoños que ella tanto ansiaba. Una lástima que los dictados de las audiencias y la lógica del feroz mercadeo televisivo hayan hecho que esta historia tan rica y compleja se tenga que contar de manera poco cuidada. Todo montado a trozos, a pellizcos, un final que sabe a poco…


La serie no nos descubre la pólvora, ya sabíamos que Marisol fue una niña prodigio trocada en sex-symbol, una estupenda cantante, una actriz regulera…, pero ayuda a poner en orden tantas impresiones como hay sobre el personaje. Como ella misma dice: “Las películas me han dado una vida pero me han quitado otra”. Da mucho que pensar. La actual Pepa Flores no se deja ver en el “candelabro”, opino que hace bien (el bloguero Nico Rey la llama “la J.D. Salinger coplera”). Pero la pregunta es: ¿fue tan mágico todo aquello o se exagera con la nostalgia y el paso del tiempo? Diréis lo que queráis sobre Marisol, pero al menos nos supo arrancar una sonrisa, muchas veces a costa de la suya.

martes, 24 de marzo de 2009

Tres postales de marzo


Postal 1. Querido Félix:

¡La que han liado los obispos con el lince! Y todo por querer mezclar la Religión con los asuntos de la Ciencia. Ya lo dijo el Dr. Frankenstein, “Engañar a la muerte es crear vida y no hay que meter a Dios en esto”. Mira que pretender que los bebés humanos son más importantes que los linces, el mejor invento desde el pan de molde... ¡Si Bubastis levantara la cabeza! El conservador de Doñana lo ha clavado: “niños hay muchos mientras que linces hay poquísimos”, ergo las criaturas de lince son más valiosas. Niños hay una enormidad, sobre todo en China.

Eso es de cajón, amigo Félix, tú lo sabes mejor que yo, que eras un crack de la fauna ibérica. Y lo bonito que es un lince, lo apañado que queda en cualquier parte. Un buen lince, en un momento dado, te soluciona un salón-comedor, lástima que no los dejen disecar. Más razón que una santa, señora, y hay que ver lo que han aportado a nuestras vidas: una peli de dibujitos animados, una canción de Kiko Veneno, el dicho “tener vista de lince”… hasta Els Joglars se aprovecharon de él en su obra La cena (2008). Y para colmo es ibérico, como el jamón.


Postal 2. Querido Victor:

Una compi de trabajo me pide opinión para un trabajo que su hija tiene que hacer en la carrera sobre Frankenstein, no, no la novela de Mary (1818) sino la peli de Kenneth (1994). Interesante personaje el de tu monstruo, muchos lo han encarnado en la pantalla, desde Boris Karloff a Gene Wilder, pasando por (otra vez) Kiko Veneno. Da que pensar también, con el tema del hombre jugando a ser Dios, el triunfo sobre la muerte, bioética por acá y por allá…

Montar tu criatura, Victor, no era crear vida porque tu engendro era un muerto, estaba hecho a base de pellizquicos de carne muerta. Un colega filósofo me explica el subtítulo de Frankenstein, o: El moderno Prometeo. Por lo visto te fuiste de orgulloso, Victor, pecaste de osado al pretender emular a tu Dios y conquistar la inmortalidad, o al menos eso pensaron los británicos del siglo XIX. Hoy en día, Dr. Frankenstein, seguramente que el Servicio Andaluz de Salud te hubiese puesto un laboratorio a base de nuestros euros.


Postal 3. Querido Dios:

Tal día como hoy de hace 31 años cayó en Viernes Santo y por eso se me ha ocurrido escribirte, Dios, acerca de este tema. Los católicos y sus ridículas tradiciones: conmemorar la tortura y muerte de un señor con barba… tsk, tsk! Menos mal que leyendo a Philip Roth se entera uno de que Jesús no existió (y además iba mal peinado). Ahora las cofradías andaluzas pretenden esta Semana Santa protestar por la proyectada nueva ley del aborto. Estos católicos… ¡qué bien les vendría alguien que les predicara el amor, la tolerancia y el perdón!

¡Dichosos obispos! ¿Cuándo pararán? No teniendo suficiente con su injerencia en educación, moral sexual y bioética, ¡ahora pretenden apropiarse de la Semana Santa! Habrase visto. Lo ha dicho un político andaluz (no merece la pena ni decir su nombre o las siglas de su partido), “la Semana Santa debe ser un tiempo de convergencia, no de divergencia”. ¡Claro que sí! De convergencia y unión. La Semana Santa es de todos: católicos, ateos, musulmanes, judíos, evangelistas, vegetarianos, zurdos… ¿Qué será lo próximo, pretender que la Navidad es una fiesta cristiana?

Adiós, Dios.

lunes, 23 de marzo de 2009

Los abrazos rotos


El mundo necesitaba otra peli sobre “el cine dentro del cine” igual que La Ilíada otros 100 versos sobre Agamenón. Afortunadamente, no es eso lo único que acaba por ofrecernos Los abrazos rotos (2009), la última de Almodóvar. Vaya por delante que me caen fatal Pedrooooo! y Penelopi Crus, pero que admiro su trabajo como el que más cuando es de mérito. Aquí lo es, pero no de supermérito. Fui a ver Los abrazos rotos con mucha ilusión: el trailer me transmitió buenísimas sensaciones. Salgo del cine con la impresión de haber presenciado -pese a todo-una película fallida, ni muchísimo menos mala, pero que no ha llegado a lo que tenía que llegar.

Creo que el problema de mi decepción parcial viene dado por el guión y el montaje, porque la historia está francamente bien, los personajes muy interesantes y hay diálogos de antología. Pero hay también momentos chabacanísimos, de auténtica vergüenza ajena, y líneas de diálogo tipo “Si no te lo digo ahora es posible que no te lo pueda decir ya nunca”. Uuuuuuffffffff!!!!!! En este sentido, Los abrazos rotos me ha recordado a un disco de Queen: momentos sublimes, ideeas geniaales, pepitas de oro puro junto a atentados al buen gusto y rollazos intragables.


Descuento y simplifico del monto las almodovaradas, que conozco y tolero: estética kitsch, decoración bizarra, hospitalismo, momentos gayer, toques de pop art. Todo esto, que está presente a raudales en Los abrazos rotos, no me supone ningún problema, de hecho ayuda a cohesionar la peli y a inscribirla inequívocamente dentro de la filmografía del manchego universal. Un colega me advirtió de que los únicos títulos de crédito iniciales eran “Guión y dirección: Pedro Almodóvar”. Lo habíamos sospechado, gracias.

La cita cinéfila y el autohomenaje trufan Los abrazos rotos: que si Louis Malle, que si Ingmar Bergman, que si Ingrid Bergman... y el tema del cine dentro del cine. Los abrazos rotos nos cuenta el rodaje de una peli a mediados de los noventa con toques sospechosamente almodovarianos, mujeres que cortan tomates para preparar un gazpacho empastillado, chicas al borde de un ataque de nervios que lanzan objetos desde el balcón... Tampoco faltan a la cita de los cameos (aunque sean fotográficos) el Banderas, Chus Lampreave, Kiti Mánver, Victoria Abril y Rossy de Palma.


La historia debería haber sido simple: un guionista y ex director ciego y follarín es cuidado por una abnegada ayudante que lo idolatra en silencio y el hijo de esta, pinchadiscos drogata y escritor en ciernes. Paralelamente, se recuerda el rodaje de una peli del ciego catorce años atrás (cuando no era ciego), peli financiada por un magnate cuya mujer florero es la protagonista. El comienzo es bueno, y hay en la peli escenas chulísimas en lo visual y en lo narrativo. Pero por algún motivo, la historia se va volviendo cada vez más rocambolesca hasta llegar a una escena, supuesto plato fuerte dramático, que resulta un truño puro. Los diálogos los encuentro de alta calidad, salvo bochornosas excepciones. Me da la sensación de que no se ha usado aquí el Typpex lo bastante, porque Los abrazos rotos acaba resultando un tanto complaciente.

Si Quentin Tarantino se cree Sófocles o Esquilo (ver lo que dijo sobre su Death Proof -2007- en Cahiers du cinéma España, nº3), está claro que entonces Almodóvar es directamente Calderón de la Barca. Pero también por eso el hombre podría haberse privado una mijita y haberse currado un final menos chapucero. El elenco... está soberbio a ratos, lo mejor Penélope Cruz, que factura un personaje excelente 50% Audrey Hepburn/50% Marisa Tomei. Lluís Homar y Blanca Portillo, muy bien a ratos, de obra de colegio en otros momentos. José Luis Gómez bastante bien y Carmen Machi, impresentable, como siempre, en un papelito corto pero desagradable.


Mención aparte merece el personaje de Rubén Ochandiano, lo mejor desde su Marquitos en Al salir de clase. Enorme la creación de Ray X, fantoche de la intelectualidad indie que queda completamente desenmascarado en cuanto rascamos en su biografía. Otro aplauso para el brevísimo papel de Ángela Molina, dos minutos en pantalla y transmite una barbaridad. Me gustan los personajes, casi todo lo que dicen, me gustan los encuadres, el énfasis en las manos, en los pies, en las piernas y en los brazos, que son los que al final dan los abrazos que terminan por romperse.

Me gusta casi todo de la peli, pero no salgo de verla con un buen sabor de boca. ¿Por qué? La verdad, no lo sé del todo, yo lo achaco al guión, mal resuelto y que va perdiendo fuelle a partir de la hora y media de película (dura dos). Aun así la recomiendo, sobre todo a los almodovarianos de pro (pese a no incluirme en ellos), que verán recompensada su filia. Pero si te dio coraje mínimamente Todo sobre mi madre (1999), esta de Los abrazos rotos ni la huelas.

domingo, 22 de marzo de 2009

Pop de masas


“Sin ti ya no podré escuchar a La Buena Vida más”
-La Oreja de Van Gogh






¿No es curioso cómo se van reforzando ciertas conexiones en mi cabeza? Ayer fue otro día de “carne” y “compra de discos”, de pop y hamburguesas, aunque sé que hay por ahí gente queriendo hacerme daño que estará dispuesta a afirmar que ayer fui visto saliendo de un restaurante vegetariano. Esta vez fue en Miciudad, pero no es para glosar mi sábado de excesos para lo que se escribe este post. ¿No será para hablar otra vez de “pop”, no, Porerror? Mmmmm…. Claro que no, señora!

El señor javiel, nuevo lector, dejaba el otro día un comentario interesante en la entrada de Aída. Decía que a él tampoco le hacía gracia la serie, que él era “más de La Hora Chanante” (¿no lo somos todos?). Decía que había una línea, à la Walter de El gran Lebowski (1998), una línea que no se puede cruzar: o eres de Aída o de La Hora Chanante, o te gusta La Oreja de Van Gogh o Los Planetas. Pienso que por impresionista o imprecisa que esta distinción resulte, todo el mundo puede comprenderla perfectamente, y sentirse identificado. No sé si El señor javiel otorga además a esta dicotomía una carga valorativa (es decir, que elegir un extremo supone ser superior al otro extremo), yo no lo hago, aunque no niego que considere ciertos productos culturales de masas de más calidad que otros.


Pero claro, nunca es lo mismo decir “Alejandro Sanz o Bob Dylan que “mortadela con aceitunas o jamón ibérico de bellota”, donde parece que la cuestión de la calidad y la preferencia son más objetivas. Para colmo, el problema viene cuando no se quiere tener que elegir: a mí me gusta La Oreja de Van Gogh y también Los Planetas, igual que muchos chanantes estoy seguro que disfrutarán con Aída. Y este es un trauma que arrastro desde mi adolescencia: si quieres tener buen gusto y criterio, ¿debes rechazar ciertos productos por chabacanos o subestándar? Ayer mismo me pasó, fui a una tienda de discos regentada por un coleccionista de gusto exquisito, y al salir, mi amigo me bromeó: “Cuando el nota ha visto el vinilo de Duncan Dhu se le habrá caído la imagen que tenía de ti por llevarte a Tommy Keene, The Smithereens, Adam Schmidt…”

Mi colega había dado en el clavo, pero me da coraje que sea así. ¿Por qué voy a tener que decir que Duncan Dhu, La Granja o Gabinete Caligari sean malos o indignos si a mí me parecen lo mismo que los grupos extranjeros encumbrados: power pop y pop-rock nuevaolero tardío? No hablo de que me guste el disco de Dinio o el de Lucas Grijander (que también, pero eso es otro debate), hablo de cosas muy parecidas a las que no se les da el mismo trato. Otro ejemplo lo encuentro en el grupo español Pereza. Denostados hasta la afonía por los modernos, ellos han cultivado una imagen pseudoauténtica, con sus tatuajes, su pose pasota y sus riffs copiados de los Stones.


Pereza son carne de Los 40 Principales, las pijas de Miciudad cantan a coro “Princesas” por las calles comerciales, etc, etc, etc. Y sin embargo, los de Pereza se codean con la escena indie, y los artistas indies los cortejan porque se necesitan mutuamente. Así lo atestiguan sus duetos con Quique González o Christina Rosenvinge, con Iván Ferreiro o Sidonie (cuyo injerto entre “Fascinado” y “Niña de papá” fue calificado por Chema Rey el de Radio 3 como “un encuentro en la cumbre canalla del pop español”). Lo mismo ocurre con Amaral, y al revés también se cumple: Los Planetas no suenan ya en Los 40 porque no pueden, no porque no lo hayan intentado.

Yo de adolescente trataba de “aprender” sobre música y de forjarme un criterio escuchando a los Yardbirds, a los Who y a Serrat y me daba coraje a mí mismo que me gustara tantísimo TAMBIÉN la música de Mariah Carey, Jarabe de Palo o Guns N’ Roses. Esto me causó zozobra durante varios años, os juro que ocultaba mis gustos en uno u otro sentido según el auditorio: para no pasar por friki o por chabacano, alternativamente. ¡Y pensar que esto me ocurría en plena era del postmodernismo y el “todo vale”!


Al final, esta paradoja se resuelve (como todas) superándola. Lo gracioso es que esto no se trata de “alta” vs. “baja” cultura: toda la música pop y la tele es “baja” cultura. Fue escuchando el programa de Diego Manrique, El ambigú, también en Radio 3, como me di cuenta de que tener prejuicios sobre la música era una soberana gilipollez. Manrique lo mismo te ponía un disco de Gershwin que de Celia Cruz que de Led Zeppelin que de Kiko Veneno… ¡en el mismo programa! Igual daba Radiohead que Brad Mehldau, todo es música. Vale, esta idea es “el huevo de Colón” pero para mí fue una epifanía, y os aseguro que no hay por ahí tanta gente dispuesta a aceptarla. Y Diego Manrique no es precisamente una persona sin criterio o que no entienda de música: él toca todos los palos porque los conoce y aprecia en su justa medida, y todos los valora.


Gracias a Diego y a que me liberó del trauma, el otro día estuve escuchando –con la cabeza bien alta- un CD de varios con Pereza, Conchita, El Canto del Loco (“ese canto del loco”, como diría el obispo de Ávila), Amaral, La Oreja de Van Gogh y demás… titulado Pop de masas (por inspiración de mi novia). Y volveré a escuchar a Nena Daconte, que escuchan a Elvis Costello, así como escucharé a Russian Red, que a su vez va por ahí versionando a Cindy Lauper. Todo son canciones. Y toda esta gente sabe de música, ¿no?

miércoles, 18 de marzo de 2009

50.000, o: Estatuas apócrifas


“Iré penetrando a voces las verdes estatuas de la Malaria”
-Federico García Lorca




Llevaba unos meses pensando en lo que iba a hacer cuando Estatuas Verdes alcanzara la cifra de 50.000 visitas, esto sucedió el domingo, hoy ya hemos superado las 50.500. Y eso mola. Sé que los hits no corresponden exactamente con visitas, yo mismo por ejemplo entro en el blog tres o cuatro veces al día, pero eso no impide que esté contento y satisfecho por el número alcanzado. Lo que más prima sobre todo es el agradecimiento a mis fieles lectores, que cada día son más. Por cierto que me alegra que no hayáis dejado de escribir comentarios pese a que hace más de un mes que no os contesto. Prometo volver a hacerlo.

En realidad, pensé que sería interesante para mí como autor y para vosotros como destinatarios fallidos, hacer un recuento de todos los posts que no he publicado en Estatuas Verdes, pese a haber sido concebidos e incluso escritos en parte o en su totalidad. Son los inéditos de Estatuas Verdes o “Estatuas apócrifas”, como me ha gustado llamarlos.


La razones de que estas entradas no hayan visto la luz son muy diversas: en algunos casos, me surgió la idea, le di varias vueltas y acabé por abandonarla. Otras veces decidí dedicar un post a algo pero por lo que fuese la actualidad impuso otro tema más apetecible, quedando el primitivo desfasado. Hay temas de fondo que tengo ahí en la recámara y de los que me apetece hablar pero me da pereza ponerme a escribir. Creo que es por estos últimos por lo que hago este post, para que quede constancia de mi voluntad y antes o después obligarme a atacarlos.

Muchos posts que iban a quedar en el limbo de lo inédito al final sí que salieron para adelante, entre ellos están el de Meryl Streep, el de las bodas, los de Fito Páez o el del concierto de Quique González. El de las “telediarias” llevaba muchísimo tiempo en la nevera, y por fin salió el otro día (por cierto, que Silvia González, Eva Braña y Estel Llobet me han escrito en persona diciendo que les había gustado bastante).


Posiblemente el post más emblemático y retrasado de todos los que nunca he hecho sea uno (o más de uno) sobre la película de Chamalaman El bosque (2004), que considero una obra maestra en lo cultural sin parangón ahora mismo. Tengo otro por ahí pendiente sobre la Guerra de las Malvinas, a propósito de las pelis Iluminados por el fuego (Argentina, 2005) y La Guerra de las Malvinas (Gran Bretaña, 1992). Ambas pelis las tengo compradas en DVD y todavía no las he visto, pero todo se andará.


Otra serie mítica, conocida por algunos lectores, es la que pensaba dedicar al beat sesentero latinoamericano, hablando de grupos de pop-beat-garaje de Argentina, Uruguay, Portugal, Brasil, etc. Creo que esto da para más de un post, de manera que permaneced atentos mientras desempolvo mis vinilos, CDs y mp3s de los Sheiks, Shakers, Mockers, Gatos y demás. No sé si se lo he llegado a contar a alguien, pero también tenía en proyecto una serie titulada “Cuando los discos se hacían como churros”, en homenaje al pop de cadena de montaje salido de las factorías Motown de Detroit, Brill Building de Nueva York y los estudios de Los Ángeles. Hal Blaine, el famoso batería de estudio que participó en muchos de estos fregados, también merecería una entrada-homenaje para él solito.


El buen Susu me apremiaba hace poco para materializar otro de mis proyectos: comentar la canción de The Band “The Night They Drove Old Dixie Down” y la Guerra de Secesión americana. Prometo que lo haré, y esto más pronto que tarde. Y la paciente lectora lvtc sabe que le debo un post acerca de la serie británica de humor Black Books (2000-2004), que conozco gracias a ella (porque me regaló todas las temporadas en DVD).

Os aseguro que hay millones de temas que me rondan la cabeza, muchos de ellos relacionados con Cosica (¡ay, esa entrada hablando bien del pueblo!... a punto estuve) o con mi trabajo, pero que no quiero abordar para no comprometerme ni ofender a nadie. Tampoco hablo de todas y cada una de las pelis que veo, ni de los libros que me leo (un post sobre El lector, 1997, lo dejé a medio escribir), Estatuas Verdes no es una mera agenda cultural, amigos. Recuerdo esos cuentos de Borges en los que aparecen autores inventados de obras nunca escritas, e incluso el buen argentino tenía un libro hecho a base de prólogos apócrifos de libros inexistentes. Esperemos que todas estas ideas para posts de Estatuas Verdes no se queden simplemente en el limbo.

martes, 17 de marzo de 2009

We Are the Pram Town Injurieichon Society


Gran Bretaña, principios del siglo XXI. Una vez que Elvis Costello se hubo dado definitivamente a cantar música de cowboys y que Ray Davies también les cantaba a los cowboys (de Vietnam, eso sí…), ¿no había de quedar nadie que cronicara con sus letras el día a día de la clase media baja? ¿Y que lo hiciera con mala leche?

Os traigo unos candidatos: el grupo de pop-rock indie Kaiser Chiefs, solo os dejo con dos citas suyas:

1) Intento montarme en mi taxi, me ataca un hombre con chándal
2) -¿Qué quieres de cenar? -Quiero patatas fritas de bolsa

Cualquiera que conozca un poquito la realidad inglesa sabe que en frases así está radiografiada perfectamente la verdadera esencia del país. Problema: Kaiser Chiefs son un grupo excelente, pero como buen grupo de rock andan más preocupados por la melodía y el ritmo que por las letras (ya sabéis, ellos “Never Miss a Beat”).


Os traigo ahora al Costello de los pobres, Darren Hayman. El que fuera líder del grupo indie Hefner y que ahora se presenta acompañado por The Secondary Modern, me atrevería a decir que es el mejor letrista y compositor de canciones británico de los últimos diez años. Ríase usted de Jarvis Cocker y de Damon Albarn (de hecho, riámonos todos un ratito de ellos: JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA!!!!.... qué fatuos son… ¿Ya? Continuamos). Sus letras consiguen emocionar sin caer en ningún momento en la ñoñada, de hecho exhiben toda la mala leche, ironía y verdad de las de un Costello a mediados de los ochenta.


Para la antología queda el álbum de Hefner We Love the City (2000), con versos como “El amor no detiene ninguna guerra, no detiene el cáncer, pero detiene mi corazón” o “Nos reiremos el día que muera la Thatcher, aunque sabemos que no está bonito, cantaremos y bailaremos toda la noche” (en UK la Thatcher encarna lo mismo que aquí Aznar: el chivo expiatorio de todos los males). Hefner cortaron el bacalao lírico hasta mediados de la década, yo tuve la suerte de verlos en el año 2000 en Sheffield, no los conocía, y me impactaron como pocos grupos en directo, sobre todo por sus inteligentísimas letras.

Hace un par de años vi en Sevilla a Darren Hayman, venía en plan cantautor, estaba envejecido. La verdad es que no recuerdo si tocó alguna de Hefner, yo creo que sí, pero en cualquier caso presentó un repertorio en solitario muy digno y muy sólido. En aquel concierto pillé un single suyo y no volví a saber de él, hasta que hace unas semanas salió a la venta el nuevo disco de este hombre, y no es cualquier cosa, oiga.


Pram Town (2009) es un disco concepto que se subtitula como “Una ópera folk” y de él ha dicho la revista ROCKDELUX que es una mierda: conclusión, debe ser obra maestra. Me fascinaría comprobar si los que escriben las críticas en ROCKDELUX llegan de hecho a escuchar los discos de los que hablan, aquí comentan que Pram Town se trata sobre un barrio de Essex (¿????) de principios de los 50, cuando es una ciudad, y de los años 40. Me imagino que si el crítico (David Morán) hubiera entendido las letras el disco de Darren Hayman le habría gustado bastante más.

También supongo que el término “ópera folk” lo utiliza Hayman porque ya estaban pillados “ópera rock” y “ópera pop”. ¿Por qué no lo ha llamado “ópera jazz”, u “ópera organillo Casio? Tampoco importa tanto. Lo que fascina de este álbum, de verdad, es el concepto. ¿Cómo se puede tener la poca vergüenza de crear una “ópera” de lo que sea, un ambicioso disco conceptual sobre urbanismo grabándolo en el estudio de su casa en plan lo-fi? Atended, que he contado hasta catorce músicos y 32 instrumentos diferentes en los créditos del disco, tampoco es el nota en un sótano con guitarra acústica y harmónica, ¿eh? Y aún así, las canciones de Pram Town suenan intimistas, nada grandilocuentes, son viñetas sobre la vida suburbana de una supuesta “ciudad modelo” inglesa de postguerra (sobre esto, los arquitectos que leen Estatuas Verdes podrán ilustrarnos más) que con el paso de las décadas se convierte en un suburbio sin alma.


Los temas de las canciones son conmovedores por su simplicidad y efectividad: grabarle una cinta de varios a la tía que te gusta (“Compilation Cassette”), el proceso de formación de un núcleo urbano (“Our Favourite Motorway” –y le saca poesía, el cabrón, hasta al carril de aceleración!), inventarse el nombre de una tía y el modo de deletrearlo (“No Middle Name”), cotilleos de borrachera en una fiesta (“Fire Stairs”)… simplemente delicioso. Lo que me fascina, y el fenómeno del que me parece emana casi toda la fuerza artística de Pram Town, es la ironía que proviene de la tensión. Darren Hayman saber sacar algo bonito y emocionante de donde los demás solo veríamos edificios grises, autopistas anodinas y pintadas canis. Exhibe una cierta nostalgia de su Pram Town, pero eso tiene mucho mérito, porque no estamos hablando de un bucólico Village Green à la Ray Davies: esto es una mierda de cemento armado.


Vuelvo al principio: crónicas de una Inglaterra urbana, más o menos gris pero en la que puede surgir la poesía. “Pram Town” (Villacarritos de Bebé) fue al parecer el sobrenombre que el periódico sensacionalista Daily Mirror le puso a New Harlow Town, engendro urbanístico donde la tasa de natalidad del baby boom era reflejo del optimismo de postguerra (y ciudad natal de Mari Vicky Beckham). Hoy día, si se va en tren desde el aeropuerto de Stansted hasta el centro de Londres se pasa por la estación de Harlow Town. Habrá que fijarse la próxima vez por la ventanilla, pero mucho me temo que los mozos ya no les graban a las mozas cintas de varios, que las lesbianas no se quieren tanto como cuenta Darren Hayman y sobre todo, ya sí que no hay tantísimos cochecitos de niño como antes.

lunes, 16 de marzo de 2009

In-movilidad


“En su evolución, el hombre ha creado la ciudad y el barullo del tráfico, pero dadme la más mínima oportunidad y ya me estoy quitando la ropa y volviendo a la selva”.
-The Kinks



In-móvil, des-móvil, a-móvil, hipo-móvil... ¿anti-móvil? Os propongo una adivinanza combinada con el análisis cultural de un spot publicitario. No sé si habréis visto un perverso anuncio de Vodafone en el que aparecen una serie de personas adorando sus teléfonos móviles como los monos de Kubrick adoraban el Mono-lito de 2001: Una odisea en el espacio (1968). En un momento dado, todos los del anuncio entran en una especie de éxtasis u orgasmo al brillarles la palma de la mano donde tenían el móvil: acaba de llegarles un mensaje.

Y el eslogan (me niego a buscarlo) dice entonces algo así: “Un sms te puede cambiar la vida... ¿te imaginas 6.000?” Todo para venderte otra de sus sempiternas promociones de “paga trillones ahora a cambio de enviar X mensajes (bueno, parece que 6.000) hasta junio”. ¿Te imaginas lo que pueden conseguir 6.000 mensajes? Wooooooooowwww!!! Ahora yo os propongo otra adivinanza.

Interior, día, un cuarto de baño de clase media. Un joven somnoliento se rasca el culo, levanta la tapa de su teléfono móvil, levanta la tapa del váter, con la otra mano introduce el PIN, se le escurre el aparato, este se cae al agua y... GOOOOOOOOL de Señor!!! La inmersión dura apenas un segundo, menos: décimas. Lo suficiente para sacar el móvil completamente empapado y tenerlo que secar con cuidadito, desmontándolo todo lo que un usuario puede desmontar un bicho de estos. Y todavía hay que dar gracias porque el agua estaba limpia, digamos... sin usar. ¿Te imaginas que se te cae el móvil al váter y te quedas sin móvil?


Envía “PUPITA” al 5555 si quieres recibir el tono de moda. Tras el correspondiente secado recompongo el armatoste y parece que funciona. Bien... Por haceros el cuento corto, a lo largo de la mañana descubro que en realidad es que no, que no funciona. Mi móvil vibra a troche y moche, el muy canalla me dice “Introduzca tarjeta SIM cuando la tiene dentro, y otras lindezas que me hacen darme cuenta: ESTOY SIN MÓVIL. La gran cosa, ¿eh?

Lo primero que me comenta mi novia: “Te habrá entrado un agobio... ¿no?” Hago un poquito de introspección y la verdad es que no, qué queréis que os diga. La verdad es que me la suda bastante. Pasado el fastidio inicial lo que más me aturde es haber perdido las cositas que tenía en la memoria. Ese corte del Fibergran del Pumares, esas sintonías de Star Wars, ese Himno Nacional, ese audio del Celebrity de Manu Chao, esas fotos de mis seres queridos y del concierto de Quique González. Y los mensajes. Montones de eseemeeses que yo guardaba, de los últimos años, algunos muy bonitos y especiales porque eran de este mes pasado. “Los mensajes se borran” -me dice mi madre para consolarme. Estos que yo guardaba no, Mamá.

Sé que no es el fin del mundo, y para colmo los números de la agenda se van a poder recuperar (estaban en la tarjeta SIM), pero no mola. Sin embargo, el hecho de andar por ahí sin móvil... ¿puedo decir que sí mola? ¡Qué narices! ¿Y cómo viviríamos antes sin teléfonos? Pues bien, vivíamos bien, señora. Entendedme, no soy el típico ser antiglobalización que reniega ahora de las tecnologías, pero sí que sufro un poquito de eso que los ingleses llaman la “correa electrónica”, que nos mantiene conectados por móvil, email, etc, 24 horas al día.


Voy por la calle tan tranquilo... ¡ay, a ver si me llaman! Que no, que voy sin móvil.... pues ¡hala, para adelante! Siento vibrar la acera bajo mis pies: ¡un mensaje! Ah, no, que es que hay una máquina taladrando el pavimento... y así sucesivamente. Y qué queréis que os diga, podría acostumbrarme. Desde aquí propongo a Samanta Villar que se atreva a pasarse 21 días sin móvil, como yo me he pasado 21 horas, le auguro que saldrá purificada. Empiezo a considerar esta remojada de mi ex-móvil como una especie de Bautismo de In-movilidad. Y no os lo voy a negar, el viernes mismo ya me estoy comprando otro teléfono... pero vamos, más que nada por no daros un disgusto.

sábado, 14 de marzo de 2009

Telediarias de mis calores


Os voy a contar un secreto a voces, algo que todos sabemos inconscientemente pero que apenas se comenta. ¿No os habéis fijado que en España las locutoras de telediario son todas guapísimas (menos Ana Blanco)? No me cabe duda de que las escogen por su valía profesional, pero… ¿no habrá quien organice también concursos de belleza en las facultades de Periodismo, a modo de castings? El músico y amigo Miguel Sánchez, líder de Radio Girondo, me comentó una vez que había compuesto un tema titulado “Telediaria de mis amores”, inspirado en Helena Resano (antes en TVE, ahora en La Sexta).


Pero mi post de hoy no va sobre la belleza de las presentadoras sino sobre una nueva camada o promoción de “telediarias” (ahora ya sabéis de dónde he sacado el palabro) a la que vengo siguiendo hace meses en el informativo de Antena 3, ese estupefaciente audiovisual con el que me fustigo un par de veces al día. Estas periodistas no son presentadoras sino reporteras, de esas que están ahí al pie del cañón, las de las conexiones microfonito en mano -supongo que por eso no he podido hallar en la Red ninguna foto de ellas. Que se ha descoyuntado un camión de gasoil en la A-6, “conectamos con Silvia González”; que si un nuevo apagón en Barcelona, “Estel Llobet nos informa”; que si ocurre cualquier desaguisado en el Sur, “allí se encuentra nuestra compañera Eva Braña”.

No sé si os habéis fijado, pero en su afán de solemnizar lo obvio el Telediario de Antena 3 ha elevado el parte meteorológico a la categoría de oráculo y la noticia sobre el frío o el calor al nivel de emergencia nacional. “Un nuevo frente entrará por nuestras costas este fin de semana”. “Más de un centímetro de nieve en Valladolid”. Como dice Manu Sánchez, el talk show host de Canal 2 Andalucía, “¡Ojú, frío en Navarra: no veas qué notición!”


La verdad es que como este invierno ha sido especialmente crudo casi me llego a creer que lo del tiempo merecían ser noticias. Ha habido frentes de esos polares hasta la semana pasada, y más que habrá. Y no os preocupéis, que cuando llegue el buen tiempo la novedad será: “En Sevilla, el mercurio de los termómetros supera los 40 grados” (… como todos los años, una docena de veces). Olas de calor “africano”… ya lo veréis, ya.

Para un accidente o un apagón bien que estén las reporteras, pero lo que me ha dado pupita durante todo el invierno es que Antena 3 siempre mandaba a estas criaturas a verificar el parte meteorológico. ¡Cuántas nevadas no se habrá comido Estel Llobet en la Corona de Aragón! Eva Braña: con el frío que ha hecho en Andalucía en invierno, niña, le pedirías a los Reyes un shaquetón nuevo, ¿no? Pero la peor con creces, la que más frío ha tenido que pasar la pobre es la abnegada Silvia González (más conocida como “Nariz Roja”), encargada de cubrir los frentes y las heladas nada menos que en Castilla y León.

Esta pobretica mía no es ni Silvia ni Estel ni Eva, pero tenga mi solidaridad


Como yo este invierno he pasado bastante frío también -que ahora me parece mentira andar como voy por Cosica sin abrigo y dentro de mi casa sin encender los radiadores-, he sufrido con estas telediarias lo que no está en los escritos. Viéndolas ahí, en el Puerto de la Bonaigua, en el Mulhacén o en la Sierra de Guadarrama. Y esas riadas, y esas nevadas, y esas tiritonas que se han comido las pobres. No ganaban para peluquería ni para cacao en los labios.

Por eso me alegro tanto por ellas, cuando salen informando sobre lo que sea y veo que se han dejado en la furgoneta el anorak corporativo ese color crema con el logotipo naranjita de Antena 3 en el pecho. Silvia González, Estel Llobet, Eva Braña… continuad informando sobre el bocadillo más grande del mundo en Sant Boi, la Feria de la Tapa en Duruelo o un altercado en Villanueva del Arzobispo. De todas maneras, una cosita os digo. Cuidadín y no cojáis frío todavía, que el relente es mu traicionero y yo sé que Matías Prats os hace salir de noche. Y desde Estatuas Verdes os mando mucho ánimo y un saludo: yo también me he desprendido de los forros polares, en mi cocina vuelve a haber ferrocarriles de hormigas… esto del verano es ya una noticia imparable!

jueves, 12 de marzo de 2009

Oda al último pelo: The Last Hair


-“Donde hay pelo hay alegría”.
(Refrán español)




A ti te estoy hablando, a ti, no te escondas. No te escondas como sueles el resto de la semana –solo Dios y tú sabéis dónde- para aparecer luego por sorpresa en el momento más inoportuno. Especie de fideo traicionero: último pelo. A ti te hablo ahora, sí, a ti. Te he dicho que no te escondas.

¿Qué broma cruel del destino, error de Dios –amigos- o probabilidad matemática es la que hace que cada vez que vamos a fregar los sanitarios, una vez que ya hemos acabado, nos demos cuenta de que la cosa queda decorada con un larguísimo cabello negro? ¿De dónde sale ese pelo? Whither yonder hair? Ya sé lo que estáis pensando y mío no es.


La historia es como sigue. Una de esas tardes ricas de sofá y Sé lo que hicisteis... Patricia Conde, Ángel, Miqui & cía. saben lo que hizo ayer la Duquesa de Alba, saben lo que hicisteis y también saben lo que tú no has hecho desde hace varios días: fregar el cuarto de baño. Y te lo recuerdan. Al final, consigues reunir el valor suficiente y los utensilios suficientes para acometer tan endiablada y descomunal tarea.

Te acuerdas de la pava del anuncio de lejía que dice irónicamente: “Me encanta fregar”. Ella friega en el anuncio al son de “Viva la Vida” de Coldplay, a lo mejor tú también, o al de Sharon Jones, y eso crees que te va a hacer el trabajo más digerible. Tú con tu palangana, tus guantes, tu estropajo, tu trapo, tu esponjita, tu cubillo, tu fregona, tu cepillo, tu cogedor, tu fregasuelos “pino”, tu limpiador líquido de baños, tu asquete, tu paciencia… Y tú friega y friega, sudando a chorros o tiritando a pellizcos, según la estación del año, hasta que queda el temario que se pueden comer sopuelas en él.


¡Qué limpieza! ¡Qué prestigio higiénico! Cómo reluce todo… blanco… esa bañera, oiga, esos azulejos, ese suelo donde no ha de faltar una pisadita traidora cinco minutos después de pasar la fregona (no pasa nada, se friega otra vez), ese lavabo, por Dios, esas repisas, ese bidé, y sobre todo… ese pedasso de váter sesuá. Y entonces el sustazo, el atropello, la debacle: ¿qué hace ahí ese horrible pelaco negro (y largo) sobre fondo blanco? ¿Qué es mi váter, un jodido cuadro de Lucio Fontana? ¿Quién soy ahora, Marcel Duchamp?

Me reitero, que el pelo no es mío. El pelo es negro y largo, como un espagueti de la muerte; largo y negro, como yo no los tengo. Y en mi cuarto de baño no entra una mujer desde hace varios meses. Más relevante aún, hace media hora, cuando estaba frotando la blanca y porcelanórrea superficie con dos estropajos, con la esponja, con el trapo, ese pelo NO ESTABA AHÍ: salió de la nada. De la nada, amigos, para castigarme por mis pecados. Viene a atormentarme, como el cuervo del poema de Allan Poe, solo que en lugar de “Nunca más” este parece decirme “Friegas mal”.


(Lamentable) conclusión: El pelo no estaba ahí, Señoría, lo juro. No estaba antes (alguna pelusa sí, pelos míos, los tengo contados) de meterle mano a la limpieza, no apareció durante los fregamientos, ni al echar el producto, ni al enjuagar… solo se hizo visible (y desde lejos) al contemplar el resultado final… Ante tamaño desastre, solo cabe rendirse a la evidencia (“El pelo estaba en la esponja o estropajo”: gracias, señora Holmes, no soy mongolo. Solo que esto me pareció buena idea para un post). No, la evidencia terrible es la siguiente.

Por más que nos afanemos, por más que una compañera de trabajo te amoneste y recomiende: “Eso te pasa por no usar el Taifol amoniacal… vosotros y yo sabemos la verdad: que la próxima vez que uno limpie el cuarto de baño habrá un pelo negro y largo. Pienso que si Augusto Monterroso en lugar de a la literatura se hubiese dedicado al freganchismo, bien pudiese haber escrito un relato corto que dijese: “Cuando terminó de fregar el váter, el pelo todavía estaba allí”.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Empieza por power y rima con pop


Estoy harto de malos rollos y de milongas. La tristeza me acompaña y me acompañará, es mi copiloto, pero eso es otra cosa. Se puede estar triste y de buen humor, yo no lo sabía pero es así. Y yo no quiero malhumorarme. Es por eso que antes que otro sesudo o indignado post hoy quisiera hablaros de mi música favorita. Los que seáis de los que desconectan cuando hablo de música, bear with me please. Hay esperanza de salvación para todos. Hoy se va a hablar aquí de power pop, hombre ya!!!

Los del foro Power Pop Action, auténtica biblia con predicamento internacional, dicen algo muy bonito, a saber, que dentro del power pop “el abanico estilístico es amplio, podréis escuchar canciones que abarcan desde el Garage Beat hasta el Pop Indie o desde el Power Pop al Alt Country; todas ellas presentan como denominador común ese buen gusto por la melodía del que tanto presumimos [...], lejos de ese integrismo del que se nos acusa a veces”. Porque el power pop es un subgénero, aunque esté mal que yo lo diga, lo cual no quiere decir para nada que se trate de un gueto. Otra definición del estilo que leí la semana pasada y que me ha encantado: el power pop es puro rock and roll con coritos. Amén.


Ayer por la tarde por fin le quité el papelito al último de los diez CDs que me compré la semana anterior en mi fructífera visita a Escridiscos. He de decir que los diez discos han dado en la diana plenamente, yo solo elegí dos, el resto fueron recomendaciones del dependiente, que como buen camello sabe lo que los yonquis de la melodía necesitamos. Lo que más me ha flipado han sido Lolas, cuyo disco Silver Dollar Sunday (2001) -“esto es una obra maestra, llévatelo que está descatalogado”- fue Disco de la semana en Estatuas Verdes. Es raro encontrar una obra en la que todos los temas te satisfagan, pero este esfuerzo de Lolas no tiene ni una canción mala, oiga. Beatles, Beatles, Beatles y Who parecen ser los cuatro ingredientes principales de un disco que, pese a todo, no suena a mero revival.

El segundo álbum que más me ha llamado la atención es el Goodnight to Everyone (2008) de Jellybricks. Este es más fácil de conseguir, no os dejéis asustar por la horrendosa portada: el contenido es canela pura. Su aproximación al power pop es más contemporánea, menos retro, aquí la fase power prima con las guitarras distorsionadas, pero siempre dentro de la ortodoxia melódica. De verdad que recomiendo este disco porque no os lo van a promocionar en ningún lado y es una auténtica joya, otra obra maestra. Otro bombazo me lo encuentro en el disco de The Cute Lepers Can't Stand Modern Music (2008). Este grupo se ve que no aguanta la música moderna, y dentro del CD te dan las gracias por comprar un disco cool antes que uno de moda. Ignoro en qué pervertido planeta están considerados “cool” los Cute Lepers, pero seguro que es uno condenadamente divertido. Esta familia practica un power pop más setentero, cercano al punk '77 y al garaje, que no deja de ser interesante entre tanto pasteleo.


Si os queréis dejar llevar por una milonga más retro otra vez, oscilando entre el garaje sixties y el sonido jangly, ahí están los discos de The Maharajas y The Resonars, respectivamente. Sobre este último (Nonetheless Blue, 2007) me dijo el gurú de Escridiscos: “una canción suena a los Hollies y la siguiente a los Byrds... pero a los Byrds buenos, no a los country. Creo que con esto ya está dicho todo. El grupo sueco The Maharajas también están firmemente anclados en la tradición, esta más garajera, más rock and roll. In Pure Spite, también del 2007, es un trallazo que así lo demuestra.

Otros dos discazos que me han encantado son los homónimos de Rooney (2003) (a lo mejor conocéis su tema “I'm a Terrible Person” del anuncio de la colonia CH de Carolina Herrera) y de The Rewinds (2006). Estos exhiben una paleta sónica menos estricta, menos ortodoxa, y harán las delicias de los fans del pop-rock indie. Supongo que se les llama power pop por su afición a las melodías y los estribillos pegadizos, pero sus canciones no desentonarían en la banda sonora de cualquier comedia indie americana sobre chicos con problemas. Hay un disco que merece una atención especial, el The Power of Sound (2004) de Jonny Polonsky. Pienso que Jonny Polonsky -apadrinado en su día por Frank Black y deudor estilístico de Nirvana- es el eslabón perdido entre el power pop y el “rock alternativo” de los noventa y más allá. Atentos a este disco porque es otra joya (¿Jonny Polonsky tenía más de un disco? Pues sí, señora).


Y no me quiero marchar sin nombrar a dos clásicos de verdad, de los que imitan todos estos grupos de la nueva hornada. En mi afán de completar la discografía de Cheap Trick me llevé All Shook Up (1980). ¿Qué decir de estos catedráticos del pop (y del power)? Este disco es considerado una mierda por All Music Guide, como todos los anteriormente citados, no esperéis ver en sus críticas más de tres estrellas (el power pop no está bien visto, es un subgénero). El otro clásico que me llevé, por inspiración del vendedor, fue Big Smash (1980), el tercero y fracasadísimo disco del medio punky-medio poppy británico Wreckless Eric. La edición que pillé es gloria bendita, ya que vienen dos CDs: el primero con el álbum original y el segundo con una cosa que salió en USA recopilando todos sus singles y las mejores album tracks de sus dos primeros esfuerzos. Otra porquería de disco, vamos, no lo compréis ni borrachos. Como ninguno de los que os he recomendado antes: nada, son todos caca.
 
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