Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

lunes, 31 de mayo de 2010

Shakespeare en las autonosuyas


-“Un catalán…”
(Chiquito de la Calzada)

-“No me digas que va a haber teatro y no va a haber barba.”
(Un señor con boina)






La semana pasada nos desayunamos con el chocante espectáculo de la traducción simultánea en el Senado. El president Montilla parlant en català y sus señorías los senadores atentos con el pinganillo. Parece que va a ser tendencia a partir de ahora. La reacción de la prensa ha ido desde el aplauso autómata a la burla chocarrera (dependiendo del espectro político.) Mi titular favorito (ABC?) ha sido “El andaluz Montilla y el andaluz Chaves hablan en el Senado con traductor”.


Recientemente acudo a una representación de la famosa comedia de Shakespeare El sueño de una noche de verano, acudo ilusionado, ya sabéis lo que me encanta una obra del tío ese. Todo invitaba: la obra, el teatro, la agradable compañía… a priori la cosa pintaba que iba a ser una experiencia inolvidable, y ¡a fe mía que lo fue! Digámoslo ya, porque si no reviento: el montaje de la obra, a cargo de Ur Teatro, fue un mamarracho. No estoy en contra -por principio- del teatro vanguardista o modernoide, tampoco de los aggiornamentos de obras clásicas. Sí de que me tomen el pelo, G.R.A.C.I.A.S.

¿Os acordáis de esos chistes que empiezan “Un catalán, un andaluz y un vasco van...”? ¿Os acordáis de aquellas noches de sábado que no salíais y os quedabais a ver el programa de José Luis Moreno, con Manolito Royo imitando los acentos de las autonomías históricas? Os confieso que ambas cosas siempre me han causado vergüencita ajena (lo mismo que unos espurios acentos argentino o mejicano.) Pues bien, amigos, ¿por qué nunca nadie ha contado nunca chistes de cántabros o de riojanos? ¡Bingo! El andaluz es grasioso, el gallego es indeciso, el catalán los collons y el vasco ahiválahostia.

Conocéis la historia de El sueño de una noche de verano, es simple: en una Atenas de guardarropía, varias parejas de amantes contrariados tontean bajo el influjo mágico de las hadas y los duendes del bosque. Hay un tercer nivel, el de la troupe de cómicos encargados de montar una obrita de teatro, algo muy de tito Shakespeare, recordad Hamlet, “the play within the play” y to esa gaita. El montaje vanguardista de Ur Teatro conservaba cierta dignidad en los planos de personajes atenienses e incluso en el mundo de las hadas.


Y eso que la obra que vi incluía señores en calzoncillos, teticas al aire, subida a rocódromos, bailes sicalípticos, graffiti y química recreativa. Pero en el plano de los cómicos, ¡ay, amigos! Temblad. Solo había seis actores cada uno haciendo de ateniense/hada/cómico, y fue en esta pata del banco donde aparecieron los mayores desafueros. La troupe bajuna (que en el original habla en prosa, por oposición al verso de los personajes más elevados) quedó en el montaje de Ur Teatro trocada en una cuadrilla de obreros sacados de un chiste de género.

Y ya tenemos el cuadro montado: en lugar de Quince, Bottom, Flute, Snout, Starveling y Snug, aquí están ya Patxi, Antzoni, Maruxa, Rocío, Jordi y “el polaco” (ejem.) Una andaluza, una gallega, un catalán, un vasco, otra vasca y un –ejem- inmigrante polaco serán los disfuncionales actores amateurs encargados de montar la obra de Píramo y Tisbe, todo entre seseo grasioso, ubres galaicas, txapelas, collons, monos, fregonas y bocadillos liados en papel de plata. Añadamos mucho baile aflamencado, una mujer que solo habla en euskera, un enseñar –otra vez- las teticas y un inmigrante tonto, y ya no sé si estaba viendo una obra de William Shakespeare o de Fernando Vizcaíno Casas.


Bufonadas aparte, salgo del teatro con una mezcla de indignación y risa. Risa por el humor grosero ante mí desplegado (a todo el mundo le hace gracia la palabra “coño” pero claro… ¿qué edad tenemos?) y sobre todo por pensar lo que iba a escribir al día siguiente en este post. Indignación por la tomadura de pelo de la adaptación, y por pensar que en esta España culta, moderna, europea, etc, que se supone tenemos, sea todavía necesario para hacer reír contar un chiste de regiones. Aunque a sus señorías los miembros del Senado esto no parece preocuparles.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Es 3

-“Esta noche estoy más tenso que el muelle de un reloj.”
(The Bluetones)




Estoy más estresado que el cristalero de las Embrujadas, amigos. Se me acumulan los motivos de estrés, a mi vida diaria van acudiendo una serie de chorradas que me queman la sangre. Yo, que soy tan positivo, tan optimista y todas esas cosas, lo sigo siendo, pero últimamente me noto que salto a la mínima.

Mi intención no es esa: afronto cada mañana con una sonrisa, pero llevo un par de semanitas en las que por más alegría que le eche a la vida, me asaltan las chorradas, y debo decir con hastío que el 99% provienen del ámbito del trabajo. Menos mal que me quedan los fines de semana, no sé qué haría sin ellos.

Ayer sin ir más lejos mi semana se culminó con una de esas nutritivas “reuniones de trabajo” que tanto me gustan, con el perverso twist de que solo estábamos a martes. Más de hora y media después, acabamos todos con la cabeza caliente y los pies fríos, algunos citando a Camus, otros dibujando monigotes suicidándose, más de uno con las venas del cuello saltadas... con deciros que uno de mis compañeros de trabajo se colocó una nariz de payaso en medio de la reunión (y esto es rigurosamente cierto.) ¿El tema a debate? No me enteré bien, era algo sobre Bizancio o el sexo de los ángeles...



“Siguiente punto del orden del día: ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?” Y todo en ese plan. Si a esto unimos que esta semana se me han fastidiado un par de proyectos muy ricos que venía acariciando desde hace meses, por dejarme tirado los clientes, pues comprenderéis que muy contento no esté tampoco. Para colmo me han dicho que me bajan el sueldo (la crisis de mi empresa, dicen), y lo de mi traslado de Cosica, que todavía no acaba de concretarse.... pues nada, que ando más nervioso de la cuenta.

Mis compañeras de trabajo más cercanas (mis “fans”, según otras compañeras celosonas) me lo han notado y me lo han dicho: “A ti te pasa algo, no estás con tu contento habitual.” La psicóloga de la empresa me dice que no es posible que esté estresado: ella sabrá, que ha estudiado, pero a mí me da esa impresión de todas todas.

Físicamente también me noto más tenso que Walker Texas Ranger. Duermo bien, no tengo problema, pero me han aparecido unos dolores en la zona del cuello/hombros que nunca había tenido. En el gimnasio me cuelgo como un mono, realizo estiramientos, corro con ansia para desfogarme... intento cansarme lo más posible. Los expertos me dicen que será de conducir, de tantas horas delante del ordenador, de malas posturas... pero ¿por qué me pasa ahora, si llevo con el mismo estilo de vida tanto tiempo?

En fin, tendré que parafrasear a Machado y decir que mi corazón espera, también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro del verano. Porque tal y como pintan las cosas, me queda un mesecito de estrés máximo. Bueno, ya lo dijo Chiquito de la Calzada: “¡Relájese usted!”, y habrá que hacerle caso. ¿Alguna idea?

lunes, 24 de mayo de 2010

Back to the Library


-“El universo (que otros llaman la Biblioteca)…”
(Jorge Luis Borges)






Una de las primeras cosas que aprendemos cuando aprendemos inglés es que library no significa “librería” sino “biblioteca”. Esta es –también- una de las primeras cosas que olvidamos.

Por determinadas circunstancias que sería prolijo contar, regreso a las bibliotecas durante el fin de semana pasado. Yo, que en tiempos hice de ellas mi casa, que entre los 18 y los 28 años no podía estudiar si no era en uno de estos sitios, que pasé en ellas horas y horas y horas (y horas) con más de un lector y lectora de este blog, que sufrí la inmensa alegría y respeto de ser atendido por los siempre amables bibliotecarios, que llegué a guardar sitio a un colega poniendo un ladrillo, que fui mandado a callar por un chalado que se dedicaba a dibujar garabatos, que confeccioné un mapa de la biblio que ríase usted de Borges, Umberto Eco y Luis Manuel Ruiz juntos… volvemos a vernos, vieja amiga.

Lo primero que me llama la atención al entrar en la biblioteca de la universidad es que en realidad el viejo soy yo. A esta percepción ayuda el hecho de que durante la estancia me son detectadas dos canas, lo que –admitámoslo- no me hace ni puta gracia. ¿Y el resto de los estudiantes? Todos jovencísimos, pipiolos, nenes, vaya. ¿Y qué esperabas? Yo qué sé, señora: universitarios hechos y derechos, no niños.


Voy a la biblioteca de estudiante-consorte, con una amiga, y pasado el desconcierto inicial me sobrepongo y noto en seguida que todo está absolutamente igual que cuando yo acudía aquí en mi época. Esto es lo segundo que me llama la atención. Los mismos tipos, las mismas caretas, los mismos pases de modelo, los mismos juerguistas con la solapa hacia arriba disfrazados de estudiosillos, las mismas empollonas con tapones, los mismos caraduras que te guardan el sitio con un folio, las que comen chuches, el que se lee un cómic… es el eterno retorno, amigos.

Miento! Hay un dato estético que ha cambiado. Por mor del ruido ambiente, de siempre se han tapado los oídos los que estudiaban en biblioteca con tapones de toda índole, con auriculares musicales (“loritos”, que diría mi madre), lo que sea. Pero ahora veo con una mezcla de sorpresa y burla que se han puesto de moda unos absurdos auriculares gigantes en plan personal de pista de aeropuerto o artillero de los Cañones de Navarone. ¿Son acaso el último modelo de loritos Sennheiser? Ca, amigos! No tienen cable, no están conectados a nada, como no sea a las ganas de llamar la atención de quien los porta.


Pero ya lo dijo el buen Luis de Góngora, “ándeme yo caliente y ríase la gente”. Que cada cual se aísle como pueda. En cualquier caso, es indudable que el mejor modo de no tener que soportar el molesto ruido de la biblioteca (cuchicheos, pase de páginas, papeles de caramelos…) es ausentarse. Sea para fumar, para beber, ir al servicio, tomar café, darse el lote o todo a la vez, sin duda irse de la biblioteca –hacer “un descansito”- es lo mejor de una maratoniana sesión de estudio. Y yo podría contaros… he visto cosas… He tomado cafés de dos horas, he escuchado Radio 3, he hecho sudokus, pero también he tenido colegas que tenían programadas sus paradas de un modo estajanovista, y ¡ay del que osara contradecirlos!

Pero, ¿a quién intento engañar? El viernes y sábado pasados volví con gusto a la biblioteca, con una mueca de risa, y no descarto volver a volver, pero mucho me temo que claramente mi sitio ya no se encuentra allí. ¿Qué se fizieron los personajes que la poblaban en mi época? ¿Dónde estaba el “Manfred”? ¿Dónde el “atractivo” doble de Ray Davies? ¿Dónde esa presentadora televisiva que estudiaba derecho y me preguntaba a mí las dudas? ¿Dónde aquel doble de Steve McQueen con el que tuve alguna polémica? ¿Dónde el Loco de los Garabatos? ¿Dónde la Deportista? ¿Dónde la “Jí jí jí”? Seguramente que estén trabajando, con sus carreras y oposiciones terminadas.

Seguramente ya serán miembros productivos y respetables de la sociedad… igual que yo, ¿no?

miércoles, 19 de mayo de 2010

Infancia destrozada/"Sabor de... ¿amor?"


-“Pero si mi boca se equivoca...”
(Alejandro Sanz, autor español)




La siempre fantasiosa Telía-Girl llama mi atención sobre una realidad asombrosa. Todos conocemos la famosa canción de Danza Invisible “Sabor de amor”. ¿Cuándo hay boda sin la Tía Juana ni barra libre sin este temazo? No hay bodorrio, fiesta remember o sarao en el salón de mi casa, en que no suene este divertido, descarado y fresco tema veraniego y ochentero (y automáticamente se arme.) Siempre inocente -ya me conocéis- yo pensaba que la letra de la canción era una celebración (bien que frutal) del beso con lengua o morreo. Pero ahora me entero de que a lo mejor lo que se está celebrando es otra cosa...

“Sabor de amor,
Todo me sabe a ti,
Comerte sería un placer,
Porque nada me gusta más que tú.”


Versos 1 y 2: hasta aquí, todo bien. “Comerte sería un placer” es una frase que tampoco encierra tanto peligro: ¿quién no se la ha dicho alguna vez, por ejemplo, a una tostada con aceite? “Porque nada me gusta más que tú.” Bueno, claro, porque al “Yo poético” le gusta darle besitos a su chorbi.


“Boca de piñón. Bésame con frenesí. Besarte es como comer palomitas de maíz,”

“Piñón”... “palomitas de maíz”.... resulta inquietante esta obsesión con los frutos secos, por decirlo suavemente. Ya sabéis: pipas, kikos... creo que a buen entendedor pocas palabras bastan. Es entonces cuando me cae encima cual tonelada de ladrillos la epifanía de que, después de todo, la canción no va de besitos en la boca sino de sexo oral. De una comida de coño, vamos.

“Labios de fresa sabor de amor. Pulpa de la fruta de la pasión.”

¡Glups! La cabeza me da vueltas, realmente mi infancia queda destrozada en los escasos tres minutos y medio que dura el tema. Y lo que es peor: para una canción buena que tenían Danza Invisible (¿por qué dirá Wikipedia que son comparables en calidad con La Guardia y 091?) y van y me la hunden. Y otra duda metafísica me asalta: toda esa gente que la cantaba y bailaba con frenesí en fiestas y terracitas... ¿sabían de lo que iba? ¿Estaban todos celebrando el cunnilingus?


“Venus salida del mar”, “Espuma de mar”... las poco sutiles referencias al mar, la mar, el mar, solo la mar, no ayudan precisamente a descartar la interpretación que hemos dicho. Ni la de Venus. Confieso que incluso en mis tiernas infancia y adolescencia ya me turbaba sobremanera la frase:

“Del negro de un mejillón,
Son tus ojos en su punto de sal,”

única que no me cuadraba en mi ingenuo esquema interpretativo de la canción.

La presencia yuxtapuesta de las palabras “negro” y “mejillón” debiera haber bastado para alertar a cualquier mente más avispada que la mía, ya no me cabe duda. Me chivan además que lo de “su punto de sal” es una insoslayable referencia al... digamos... marisco. Lo demás, en fin, a qué reseñarlo: “Tu olor me da hambre”, “piel de melocotón”, “orgía del paladar”...


La buena Telía-Girl me asegura que no se le ocurrió a ella, que esto es vox populi (a lo mejor vosotros lo sabíais y me lo habéis ocultado... crueles!), pero sé que ella ha estudiado una carrera en que, como en la mía, te entrenan para la desconfianza y la sospecha. Pensar mal y acertar, etc.

Para colmo, ayer encuentro casualmente en Facebook la interpretación que de “Sabor de amor” hace una cantautora, diciendo que está claramente dedicada al órgano sexual femenino. (Y esa gente entiende de letras de canciones, ¿no?) En fin, tendré que seguir refugiándome en coplillas inocentes y sin doble sentido: por favor que nadie me explique la letra de “Susanita tiene un ratón”!!!

lunes, 17 de mayo de 2010

Volver con... Porerror


-“Córdoba, casa de guerrera gente y de sabiduría clara fuente.”
(Lema del escudo de armas de Córdoba)





A lo mejor lo habéis visto algún lunes por la noche, tarde, en TVE1, después de la serie Pelotas. Si no lo habéis visto anunciado, seguro. Se llama Volver con..., y es un programa sin muchas pretensiones pero que a mi juicio se ha ganado un hueco por derecho propio en la parrilla. Es el programa más “blanco” que os podáis echar a la cara, la premisa: un famoso regresa supuestamente a una localidad a la que le unen fuertes vínculos afectivo-biográficos y la recorre comentando para la cámara sus recuerdos, sus impresiones…

Así hemos asistido a Volver a Marbella con Lolita, a Chinchón con José Sacristán, a Badalona con Manolo Escobar, a Jerez con Bertín Osborne… Se supone que la persona en cuestión hace años que no pisa el sitio, como decía Bertín sobre Jerez (“hace 30 años que no paso por esta calle”) pero luego se va rascando en sus biografías y los propios famosos van dejando entrever que han vuelto allí el día antes por la tarde. Me encanta el programa por su carácter amable y evocador, y os tengo que confesar que recientemente he tenido experiencias parecidas, aunque yo no soy famoso ni salgo en TVE1.


De ahí el título del post, Volver a Córdoba con Porerror. Ni soy de Córdoba ni he vivido nunca allí, pero media familia es oriunda de la ciudad romana y mora, tengo allí muchos parientes y la visito con frecuencia. En otras palabras, atesoro suficientes recuerdos como para que me pueda dar muchas emociones especiales el simple hecho de caminar por sus calles. Decía el buen J.M. Serrat que Córdoba era la última ciudad española por la que era posible pasear a gusto. Una boutade como otra cualquiera, vale, pero encierra un hilito de verdad.

Recientemente he acudido a Córdoba sin mi familia, no me acompañaba ningún pariente ni iba a visitarlos. Y he podido pasearme por sus calles, plazas y lugares emblemáticos con la mirada ingenua (casi) de un turista. La ventaja de otras visitas anteriores me hacía más conocedor del terreno que –digamos- un guiri, pero no vayáis a creer tampoco que no me hizo falta un plano para transitar por el centro histórico de la ciudad. Acudía al reclamo del Festival de Patios, ese evento en el cual se presentan engalanados los patios de casas particulares o de vecinos, y rivalizan en un concurso.


El resultado es que la ciudad se apresta a recibir montones de visitantes (en la vida había visto tanta peña por esas calles), y se llegan a formar colas para la entrada a los patios. Todo está muy bien organizado, hay un concurso oficial, la prensa se hace eco, hay souvenires corporativos… y un ambiente de fiesta generalizado impregna las calles. Altamente recomendable para el que no lo haya visto, aunque mucho me temo que los cordobeses de pata negra estén ya un poco hartos de tanto forastero colapsando las calles de su centrito. Bueno, seguro que son mayoría los que se alegran cuando vayáis.

Tener las cosas muy fáciles o muy a mano hace que a veces no se valoren en su justa medida. Va uno a esos sitios lejanos, sobre todo al extranjero, y se le cae la babita contemplando monumentos. Pero es que a veces estas maravillas u otras de igual calibre las tenemos tan cerca… Me encantó ver Córdoba con los ojos de un guiri, como me encanta hacer con Miciudad o Granada. Córdoba con una cámara de fotos pegada, con un planito, con una botellita de agua y gafas de sol. Descubriendo rincones y secretos o viendo cosas conocidas como si fuera la primera vez. Toda una experiencia.


La Mezquita, la Ribera, el Puente Romano, la Corredera, las Tendillas, las murallas con sus puertas y estatuas de cordobeses ilustres, todo invitaba al paseo, y si he de hacer una crítica al Festival de los Patios es su reducido horario de visita (de 11 a 14 y de 19 a 23), que hace que este complemento ideal solo pueda ser disfrutado en pequeñas dosis. Pero los cordobeses me chivan que muchos de estos patios tan preciosos y cuajados de plantas y flores están visibles y son visitables cualquier día del año, no es necesario esperar esas colas ni sufrir esas bullas.

A pesar de todo, la gente es gregaria, y aprecio el valor añadido de formar parte de algo, de estar participando en un evento comunitario. Como que mola más, ¿no? Espero repetir el año que viene, sinceramente, aunque a vosotros no os puedo engañar, antes de un año habré vuelto a Córdoba varias veces, porque tengo allí familia, porque me quedaron muchas cosas por visitar y porque sí.



(Tres últimas fotos: cortesía de MMVT)

jueves, 13 de mayo de 2010

Cantante fieramente humano


Fiel a su cita con mi nómina, Fito Páez ha sacado otro disco. En este caso, la criatura se llama Confiá (2010) –la conjugación del voseo, vous comprenez-. El disco salió en marzo en Argentina y por fin han tenido a bien sacarlo a la venta aquí en España. No he leído ninguna crítica, ignoro qué repercusión ha tenido y me da exactamente igual. Lo cierto es que con el tiempo, Fito Páez se ha convertido en un referente tan imprescindible en mi imaginario personal que se me antoja un músico autárquico: él solito se basta y se sobra para crear y poblar un universo lírico propio, ajeno a los devenires del mercado y de las modas.

Con ser un fan acérrimo no me engaño pensando que el hombre es perfecto [Para que no haya dudas, cada vez que en este post se diga “Fito Páez” me estoy refiriendo al cantante, al “yo poético”, no a la persona Rodolfo Páez natural de Rosario, Argentina, a la que no conozco y que la verdad no me interesa mucho.] Le veo sus fallos, sus excesos, pero se los veo con benevolencia, como a alguien a quien se le tiene aprecio. El buen Fito es una especie de Tchaikovsky o de Freddie Mercury, flamboyante (¿existe esa palabra en vuestro idioma?), excesivo, un mito de ícaro en la música rock en español.


Pero volvamos a Confiá, su último trabajo. Páez ha dado tumbos musicales/experimentado en la última década como lo ha hecho Elvis Costello. Tras discos intimistas de piano, de cuarteto de cuerdas, directos más o menos eléctricos, Confiá es un disco del tipo “banda de pop-rock” (los que mejor le salen.) Los ritmos latinos se hacen muy presentes, pero siempre de la mano de la tradición del rock anglosajón, la que arranca con los Beatles y no con el rhythm & blues negro. Es lo que tiene ser un rockero en español, pienso, por huevos se está condenado a hablar un idioma extraño y a imitar.

¿A quién imita Fito Páez en su último disco? A sí mismo, sería la respuesta más honrada. Respecto a la temática de los textos, con diferencia lo que más me interesa del argentino, sorprende que Confiá es un disco casi íntegramente dedicado al amor. Sorprende, digo, porque aunque Páez siempre ha sido un enorme escritor de canciones de amor, tal vez no se esperara de él a estas alturas un álbum entero dedicado al tema, explorado en sus más diversas facetas (melancolía, exaltación, dudas, pasión…) Pero claro, él no lo hace en plan naïf sino que le da su toque a todas las canciones. ¿Serán acaso las letras de Confiá un reflejo del estado sentimental personal del cantante argentino? No me extrañaría, pero como ya he dejado dicho, poco me importa.


Lo que importa es el producto acabado, las canciones ya no pertenecen a Fito sino a su público, y aunque bien es cierto que en las melodías he creído detectar una levísima tendencia al autoplagio, en las letras no he hallado señal alguna de agotamiento. Lo mismo celebrando el amor promiscuo en “M&M” que dándole ánimos a su pareja en “Limbo Mambo” o tratando de convencer a una pretendida para que dé el paso en “Confiá”, Fito nos regala su pirotecnia lingüística de siempre. En estos casos siempre tengo la tentación de consignar aquí un catálogo de citas más o menos brillantoides, pero me resisto porque pienso que fuera de contexto perderían su lustre.

El disco se halla entero en YouTube, los que no queráis engordar la cuenta corriente del argentino (como he hecho yo) estáis invitados a por lo menos echarle un vistazo allí, que bien merece la pena. Un tema como “London Town” no dejará indiferente a nadie que a) se haya enamorado alguna vez, b) haya estado alguna vez en Londres (ambas cosas bien podrían ser equivalentes). La escucha atenta de “El mundo de hoy” o “Saliendo de tu prisión” podría emplearse como test de comprobación de si una persona tiene o no alma. Lo que Fito Páez nos propone en Confiá es un festival de los sentimientos, o mejor del amor, descompuesto en sus distintas fases y facetas.


Me fascina la capacidad de este artista para conectar con su fiel público, en España tiene pocos seguidores (entre ellos Quique González) pero somos integristas. Un tipo tan divo, que proyecta una imagen tan sobradita, tan esnob, tan poco llana… se desnuda aparentemente en sus canciones y nos abre la puerta de su tormentoso y rico mundo interior. Para que husmeemos, para que veamos, para que nos quedemos un ratito dentro. No le puedo pedir más a un cantante, señores, me reconozco en él como en un espejo, si no fuera por las toneladas de talento que él pasea.

lunes, 10 de mayo de 2010

Ricardo 3, Real Madrid 5


-“Daré una razón propagandística para empezar la guerra, sea o no plausible.”
(Adolf Hitler, agosto de 1939)





El jueves pasado me comentaba un compañero de trabajo que cada día tenía más claro que cada día hay más hijosdeputa sueltos. Sé que suena al típico lugar común de bar dicho entre cervezas, pero en nuestro descargo diré que el comentario fue hecho en un bar con una cerveza en la mano. Y sin embargo no dejó de impresionarme la frase, sobre todo viniendo de una persona a la que tengo por pacífica y equilibrada, y poco dada a la exageración.

Hijosdeputa los ha habido siempre, no me corresponde aquí historiarlos, pero sí hacer mención de uno de los más ruines que nos ha legado la literatura. Me desayuno ahora con Ricardo III de William Shakespeare, en absoluto una novedad, pero un villano al que yo solo conocía por sus atributos más folclóricos. Ya sabéis: “el invierno de nuestro descontento”, “mi reino por un caballo”, su joroba, su cojera, sus sobrinitos desaparecidos en la Torre de Londres… Lo más cerca que yo había estado de Ricardo III era cuando vi a Peter Sellers recitar un tema de los Beatles disfrazado como él.


Asisto con pasmo a una representación de la tragedia de Shakespeare. Mi acompañante dice que Shakespeare tiene mucha imaginación, yo digo que no, pero lo que queda claro desde el principio es que el nota tiene un manejo acojonante del lenguaje y de las emociones humanas. Y eso que, claro está, veo la obra traducida al español. Pero estamos hablando de una cosa tan buena… A través de la traducción y todo soy capaz de entrever varios juegos de palabras ingleses. Y las cosas que suelta el personaje de Ricardo por esa boquita: para ponerse Dodotis!

Permitidme que hable de la obra desde el entusiasmo, como si fuera nueva. Del montaje poco voy a decir: no entiendo de teatro isabelino y me pareció correcto, a falta de otros términos de comparación. Iba prevenido contra la Compañía Atalaya (“Te vas a cagar” –fueron las palabras textuales de un amigo) pero no hubo casi nada que me chirriara. La versión era moderneta, para qué negarlo, y había unos recitados ahí en inglés de versos originales que nadie entendió muy bien a qué venían. Pero ya digo, esta obra es tan gigante, como un Hamlet, un Macbeth o un Romeo y Julieta, que lo soporta todo.


Tampoco voy a mentiros: me causó cierta zozobra leer en el programa que Ricardo III es tan universal y eterna que soportaría una adaptación a la época nazi. Qu’est-ce que ce ça?, pensé cuasi temblando. ¿Acaso vamos a asistir ahora a un Ricardo con camisa parda? ¿Las mesnadas de Eduardo VII van a ser ahora el Ejército Rojo? ¿Buckingham o Göring? “Mi Reich por un Panzer IV!” (Y así ad infinitum, porque sabéis que con este tema pierdo pie…) En realidad la obra que vi no estaba ambientada en la Alemania nazi ni Richard era un tirano fascista.

Así y todo, con estos obrones, que tratan estos universales (la duda, la ambición y el amor, por hacer una correlación con las tres antes citadas), ocurre que siempre están de plena vigencia. Suena a tópico, es un tópico, pero también hay que admitir que encierra mucho de verdad. Ricardo III es un tragedión de esos de ascenso y caída, catarsis, anagnórisis y muchas, muchas muertes violentas. El personaje de Gloucester, futuro rey Ricardo III, es el paradigma del tirano sin escrúpulos, un auténtico hijodeputa como los ha habido en todas partes y en todas la épocas. Cierto que su pretensión al trono era débil, pero también lo era la de su sucesor, Eduado VII. Pero claro –leo-, este último era abuelo de Isabel I, la reina contemporánea de Shakespeare, y había que hacerle la pelota a la familia de la “buena” señora.


Ricardo de Gloucester no es precisamente sutil en sus manejos ni los oculta tampoco del espectador. Desde el minuto 1 le cuenta al público las cabronadas que va a hacer (que incluyen asesinato, conspiración, hundir reputaciones, seducir a mujeres cuyos maridos ha asesinado, matar niños…) y luego va el tío y las hace. ¿Dónde está la sorpresa, pues? No lo sé, señora, pero no paro de darle vueltas a esta obra desde que la vi, me tiene agarrado. He llegado a pensar que el truco está en la falta de artificio: “Hola, soy un cabrón, voy a hacer el mal, voy y lo hago.” Simplemente con presenciar esto encima de un escenario se le ponen a uno los pelos de punta. Y… el teatro consistía en eso, ¿no?

jueves, 6 de mayo de 2010

Dinero y poesía mueven el mundo


-“Mucho puede el dinero, mucho se le ha de amar.”
(Juan Ruiz, Arcipreste de Hita)





Como me he levantado de un inusitado buen humor y sin cagarme en nadie (¿Cómor? -Eso existe, Señora...) hoy tengo ganas de hacer un post un poquito demagógico, que es una de mis especialidades. Pensando pensando (son muchas horas de siesta en sofás, vous comprenez) he llegado a la conclusión de que hay dos constantes en mi vida de las que no me puedo zafar, a saber: el dinero y la poesía. Las cito en este orden porque yo soy de esas personas que dejan lo más rico del plato para el final, por el sabor de boca.

Ayer a la hora de la comida se produjo en mi salón cosiqueño uno de esos fenómenos que la gente que ha estudiado da en llamar conceptual corners, un punto de intersección de ideas que resulta tremendamente estimulante a la imaginación. Algo así como cuando Ángel González habla de “esas grietas que el otoño forma al interceder con los domingos en algunas ciudades.” En mi caso estaba leyendo las Rimas de Bécquer, admirado del poder del amor y de lo cursis que eran en el siglo XIX (desde el respeto) y tenía puesto de fondo el telediario de Antena 3. Sonaban las noticias económicas, y las cintillas de las cotizaciones se acompasaron a la cadencia de los versos del romántico sevillano.


“Mientras haya una empresa que cotice en bolsa, habrá poesía” -creí escuchar, y entonces me di cuenta de que me estaba quedando dormido. Y hete entonces que transitando por las páginas de Bécquer, tras venir de conocer la desastrosa situación económica española, me encontré con esa “Rima XXVI” que dice que “una oda sólo es buena/ de un billete del Banco al dorso escrita.” Y me cajé en las brajas, claro.

De repente, todo concordaba: todo se venía a mi mente en un tropel de imágenes e ideas, versos y recibos de cajero automático, lo comprendía perfectamente pero a duras penas era capaz de expresarlo con palabras. Poesía y dinero, dos conceptos las más de las veces antagónicos pero que están más relacionados de lo que estamos dispuestos a admitir. Entonces fue cuando me di cuenta de que me faltaba la cartera.


Dios mío, man! ¿Me la habrían vuelto a robar? ¿La habría perdido? Perderla imposible, porque iba muy bien guardada en la mochila y en las últimas ocho horas solo había estado en el trabajo y en mi casa. Volví al trabajo, fui a mi mesa, me hice abrir despachos... regresé a mi casa, removí Roma con Santiago con el sofá y los cojines, tuve una mini crisis nerviosa, me cagué en mi mala estrella y me dispuse a aceptar lo inevitable: aquella mañana me habían birlado la cartera. Nada menos que por segunda vez en cuatro meses. La primera vez fue en Madrid, que tiene un pase, pero esta... en Cosica... ¿era ese el regalo de despedida que me iba a dejar el pueblo?

Porque si me la habían robado, había tenido que ser en mi lugar de trabajo, y a unas horas muy concretas. Y solo podía haber sido algún cliente. A mi joven cerebro acudieron escenas de la Roma Antiqua, de Nerón, del Gran Incendio de Londres, de Divisiones SS entrando en aldeas rusas, de anuncios con Joan Manuel Serrat... Más tranquilo, di de baja la tarjeta de crédito -qué remedio- y me dispuse a afrontar como un hombre el ominoso calvario consistente en (¿lo diré?) la renovación del carnet de conducir y el DNI. Por segunda vez en cuatro meses, repito.


Al cuartel de la Guardia Civil iba ya, a poner la denuncia, cuando por un resquicio de mi incendiario cerebro apareció la lucecita de que había una dependencia de mi empresa en la que no había mirado. Ah, pero era imposible que me hubiera dejado la cartera en la cafetería, vamos, si esa mañana me habían invitado a desayunar! En vano traté de localizar a la encargada del bar, no estaba en casa, no llevaba móvil, ¿es que mi intranquilidad no tendría fin aquella tarde? Como un lobo (por usar la frase de Miguel Bosé, aunque este post vaya en parte de poesía) me eché a las calles de Cosica hasta que di con mi presa.

Sudores fríos, temblores de rodilla y un abrazo después respiré tranquilo: me confirmaban que la cartera estaba en la cafetería a buen recaudo. Al parecer me la había dejado olvidada en el mostrador, y ni yo me acordé ni nadie tuvo a bien subir a avisarme y/o devolvérmela. De modo que aquí me tenéis, en mi Cosica sin tarjeta de crédito -que entre vosotros y yo no es que me sea aquí de mucha utilidad-, pero al menos con toda la documentación intacta. Después de todo este episodio tuve que tirar a la basura el librito de Bécquer, no porque tenga nada malo, sino porque como comprenderéis ese ya sí que me resulta inútil.


Porerror, empezaste diciendo que ibas a reflexionar sobre el dinero y la poesía y lo que nos has contado es tu tarde de ayer (y no entera.) Touché, Señora, pero es que me apetecía compartirlo con vosotros, si no luego os quejáis de que no escribo... Y un post titulado “Mi despiste anual” como que no mola, ¿no?

martes, 4 de mayo de 2010

The end of Cosiquism?


-“Yo no sé qué careta va a servir. Si me miras solo pienso en huir.”
(La Costa Brava)




Hay veces que las cosas sin acabar se acaban, o mejor dicho, empiezan a acabarse. Es lo que tópicamente se conoce como “El Principio del Fin” (et vous savez lo que nos gusta un tópico en Estatuas Verdes!) Normalmente ocurre que los síntomas no se perciben como tales hasta que a toro pasado se analiza la caída. ¡Claro! Si es que desde aquel día ya aquello no podía durar mucho tiempo… Pues bien, queridos lectores y sin embargo amigos, desde aquí pronostico el Fin del Cosiquismo.

Es un sentimiento agridulce, mentiría si dijera lo contrario, del que no pensaba hablar aquí hasta que no se materializase mi salida de Cosica, pero llevo unas semanas dándole vueltas, y he descubierto que no hago sino reinar en el tema. Parece ser que finalmente, tras este divertido a la par que instructivo exilio rural, mi buena empresa tiene a bien mandarme a otra sucursal, y si todo pinta como me han dicho esto significará que en pocos meses volveré a trabajar (y a vivir!) en Miciudad.


Medio sé a dónde me van a mandar, se confirmará en pocas semanas, pero en cualquier caso parece que la cosa está hecha: dejo Cosica, amigos. Mi mente no estaba preparada para la inmensa ola de alegría y respeto que me invadió al enterarme de la noticia. Más tarde, con la reflexión tranquila, me apené un poquito pensando que iba a dejar atrás una sucursal bastante tranquila y a algunos formidables compañeros de trabajo. Y que, bien mirados, una vez que consigues penetrar en su mundo de armas de fuego, cacerías y partidos de fútbol, a los clientes de Cosica se les acaba cogiendo cariño.

¿Estás hablando de Cosica, Porerror? ¿El pueblo donde te robaron las escobillas del limpiaparabrisas en un día de lluvia? ¿Dónde los niños te tiran naranjazos a la puerta, donde te han rayado el coche entero, donde no te dejan dormir los burros? ¿Dónde le comiste la boca al Frío?!!!!!!!!!!!!!!! Bueno, señora, deje de gritarme. Comprobado está que el ser humano tiene –afortunadamente- la capacidad de arrinconar lo malo que le ocurre en un rincocito del cerebro y quedarse con lo positivo.


El ser humano o yo: una amiga me acusa últimamente de optimismo antropológico (cada vez tengo más cosas en común con ZP, ¿eh?: culé, lector de El País, optimista…) Y eso, señora, que en el párrafo anterior no ha nombrado usted las peores cosas que me han sucedido viviendo en Cosica. Pero así y todo a uno le gusta marcharse de los sitios with grace (como dicen los americanos), de manera elegante, favorable y agradable. Mi siguiente pensamiento fue para vosotros, lectores. Aunque llevaba bastantes días sin escribir (os diré, como en el chiste, que le estaba dando por culo a la vaca, porque como os cuente las verdaderas razones de por qué no he escrito no me las íbais a creer), he pensado mucho en vosotros.

Y me he dado cuenta de que sin querer pretenderlo, Estatuas Verdes, en su origen un blog de referencia joven y urbano, se había convertido en un blog de referencia joven y rural. Seguro que en un par de meses se me cae “el pelo de la dehesa” y ya nada volverá a ser lo mismo. ¿Os importa? Os diré que a mí tampoco…. ¿estamos locos, o qué? La verdad es que voy a echar de menos algunas cosas del pueblo, pero no esta casa solariega en la que me pelaba de frío. Tampoco las jaurías de rabiosos chuchos sueltos que me siguen por la calle cual si fuese su líder (¿qué cojones lleva la colonia del Mercadona? ¿Aroma de perra en celo?)


Mucho me he resistido a escribir el post de hoy de esta manera, bien sabe Dios que no quería adelantar nada para que no se gafara (como –me aseguran- hacen los chinos… y ellos son un pueblo sabio, ¿no?). Sin embargo, como he dicho, no puedo engañaros: mi cuerpo aún está aquí pero mi mente ya vuela lejos de las secas colinas cosiquesas. Voy a trabajar, me muevo, pongo la lavadora, veo a la piba de España Directo pero soy un zombie: una carcasa vacía. Los ladrones de cuerpos han venido, y me se han llevado a Miciudad. Albricias!
 
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