Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

lunes, 21 de junio de 2010

Odio a vehículos absurdos


Creáislo o no, cuando yo era joven la Selectividad era algo diferente. No se llamaba P.A.U. –como Gasol-, for starters. Era más compacta, con exámenes de mañana y tarde. No había esas optatividades que me cuenta Harvest, que si “hago Filosofía o Historia”, que si me examino de tres materias solo, en plan inglés. Había un examen, por ejemplo, diferenciado del de Lengua que se llamaba Texto. Recuerdo que en mi año (hace 15 ya) cayó para comentar un textucio sobre la Tolerancia, ese valor supremo.

Para que lo sepáis, en Selectividad servidor en Texto sacó un 6. La Tolerancia nunca fue el más fuerte de mis valores, y el paso del tiempo no lo ha mejorado. Ahí pretendía llegar con mi rebuscada introducción: me he dado cuenta de que cada vez tengo menos tolerancia, a la estupidez, por ejemplo. Cada vez tengo (otro ejemplo) menos tolerancia a los vehículos absurdos que retrasan el tráfico en las carreteras de doble sentido.


La ubicación de Cosica, recordad, en una campiña, en una cuenca minera, la convierte en destino ideal para todo tipo de maquinaria agrícola y para camiones de todo tipo. Para colmo, durante meses la explosión de la burbuja inmobiliaria no pareció afectar a este bello pueblo, que –ajeno a la crisis mundial- brevemente ostentó durante 2009 el título de “Municipio del Universo con Más Obras en Marcha”. Voilà les camions de material para construcción y los retrovolquetes.

El camino a Cosica es arduo, como ya consigné en el primer post: mitad autovía mitad nacional. Para fastidio en la autovía está “Furgonetilla Blanca Sin Cristales Traseros”, siempre por el carril izquierdo. Confieso que sobre este espécimen mitológico he fantaseado innumerables veces y he soñado con hacerle un post. No lo descarto. Pero hasta la más pertinaz furgonetilla puede –llegado el caso- ser delantada en autovía con un poco de paciencia. No así en carretera de doble sentido.


El tramo de “nacional” más la travesía de un par de pueblos puede ser la más excruciante (¿existe esa palabra en vuestro idioma?) de las experiencias para un conductor con los nervios débiles. Camiones de troncos, de mineral, de ladrillos, de ganado ovino, bovino, porcino, de butano, de ¿virutas de madera?, de grava, con gases, con líquidos, de muebles, de congelados, de coches, de comestibles, de Coca-Cola, Fanta, de cerveza, al rico bombón helado, oiga…! Tractores, sembradoras, segadoras, rotoempacadoras, rastrillos henificadores, motoazadas, mulas mecánicas, hormigoneras, volquetes, apisonadoras, máquinas de echar asfalto, complicados ingenios que transportan tubos, grúas…

Esta mañana, mi ameno periplo tras el volante se ha visto amenizado por una de las más gratificantes sensaciones de mi vida. ¿Ha sido la niebla? ¿La Guardia Civil de Tráfico? ¿Han sido Carlos Herrera, la buena vida, Fito Páez? (Todos me han acompañado.) No tal! Ha sido un simpático máquino cuya función no alcanzo a discernir si era industrial o agrícola. Pero irrespective of si pertenecía al sector primario o secundario de la economía, este gracioso semoviente, que constaba de un volquete de mierda, un asientillo, cuatro ruedas y una luz giratoria naranja, ha hecho las delicias de pequeños y mayores al volante.


¿Era acaso el coche de policía de Satán? Imposible constatarlo. Solo sé que ha causado monumental caravana de decenas de vehículos (lo más rico antes de las 8 de la mañana) y que en ningún momento ha superado los 20 kilómetros /hora, con el consiguiente riesgo de calado para mi Toyotita en las cuestas arriba. Y que él avanzaba despacito, y que yo iba detrás. Y que no hay Selectividad que te prepare para algo así, amigos.

domingo, 20 de junio de 2010

Leo a Ribeyro, con i griega


Queridos amigos:

No sabéis las ganas que tenía de escribir el post de hoy. Eran directamente proporcionales a las ganas que tenía de leer a ese gran cuentista peruano llamado Julio Ramón Ribeyro (1929-1994). Ahora que no nos oye nadie, diremos que la literatura de Ribeyro es un excelente exponente del relato hispanoamericano de los años 50-70, pero que debemos contarlo en la “segunda división”. El Señor me perdone y no se vea aquí ninguna injuria hacia su persona o su obra. Antes bien, constato que su figura palidece un pelín ante la de grandes como Cortázar o Juan Rulfo, pero a lo mejor resulta que la Academia (entendida como el ámbito universitario y cultureta) no lo ha reivindicado lo suficiente.

Hace 8 años, una compañera y amiga me decía con su graciosa voz: “Tienes que leer a Ribeyro, con i griega!” La aclaración no era ociosa: al autor lo desconocía, y al precisarme la grafía ella me estaba facilitando su localización. Pero en aquellos años yo leía muchas tonterías que entonces me parecían importantísimas (como pasa siempre) y no leí a Ribeyro. Hasta el mes pasado. Se me había olvidado un dato importante: mi amiga es profesora de Lengua y Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Navarra… y esa gente entiende de libros, ¿no?


Devoro Cuentos (1999), una antología editada por mis gurús Cátedra-Letras Hispanicas. No me lo termino antes porque no quiero que se acabe el deleite. Confieso que una de las mayores fuerzas motrices que me impulsaban a finalizar el libro era el estar en disposición de escribir aquí y compartirlo con vosotros. El volumen de Cátedra reúne diecisiete cuentos de distintas épocas y procedencias, suficiente, creo, para hacerse una idea de la tesitura del escritor peruano. Algunos son de sudaca expatriado en París, onda su compatriota Bryce Echenique o Cortázar. Otros son costumbristas peruanos, alguno rayando en el juanrulfismo (si se me permite la frivolidad).

Todos, absolutamente, me parecen magistrales. Sé que está muy feo andar comparando cosas, incluso escritores, pero entended que es un recurso lícito en literatura, para hacernos una idea de por dónde nos movemos, en ningún caso para sugerir que haya sombra de plagio o que los estilos se parezcan. La voz de Ribeyro es distinta, irónica, descreída, a ratos pesimista a ratos meramente cronista objetivo. Pero él suele poner la cámara en los estratos medio-bajos de la sociedad (cuando pica hacia arriba es para exponer los vicios), siendo por tanto un maestro en pintar lo malogrado y lo mediocre.


Dos de sus cuentos más famosos, “Los gallinazos sin plumas” y “Silvio en el Rosedal” servirían ya para caracterizar el estilo y la paleta temática de Ribeyro, pero no se agota ahí la cuentística del peruano. Yo destacaría “La juventud en la otra orilla”, extenso relato parisino de inspiración entre Cortázar y Henry James que pese a tener 36 páginas devoré en apenas media hora. Otros cuentos que me han sobrecogido son “Las botellas y los hombres” y “Tristes querellas en la vieja quinta”. Son una delicia pura: te tienen en vilo, están escritos de modo virtuoso, y te dejan con una sensación de desazón e intriga propia de los buenos cuentos, sin sentir que te han tomado el pelo.

Podría citar aquí otros relatos, llamativos por su alarde de técnica pero en fin, creo que lo mejor es que cada cual se haga con sus favoritos personales. Los cuentos de Ribeyro están disponibles de modo bastante fácil, no sé si detecto un intento de rehabilitar/dar a conocer su figura para que ocupe un lugar destacado en el panteón sudamericano del siglo XX. Además de la citada Cátedra, he visto a Ribeyro en Austral-Espasa Calpe, Alfaguara y Seix-Barral. Recuerdo que en diciembre de 2009 el suplemento cultural del ABC o El País le dedicó un reportaje. Estatuas Verdes, vuestro referente cultural (siempre un paso por detrás de la actualidad), también os lo recomienda de modo especialísimo. Ya sabéis: “con i griega”.

jueves, 17 de junio de 2010

"Y al octavo día, creó las EOI..."


Es una verdad objetiva universalmente aceptada que lo mejor para la paz mental de una persona es tratar con el papeleo de la administración. Por este motivo, y espoleado por la idea de que en breves meses me mudaré de Cosica a Miciudad, decido ingenuamente apuntarme a estudiar francés el curso que viene. Bueno, rebobinemos, decido apuntarme y hoy me desplazo a Miciudad, a la Escuela Oficial de Idiomas (EOI) para más señas, para enterarme de mi situación. No lo hiciera!

Sabida es mi admiración por el bello pueblo francés, que tantas y tan buenas cosas han aportado a la civilización: el código civil, la democracia, la enciclopedia y otras ideas modernas. Hay lectores de Estatuas Verdes un puntín malintencionados que siempre estarán dispuestos a injuriar a nuestros simpáticos vecinos galos. No voy a negaros que yo mismo los odié durante la adolescencia y primera juventud. Y tampoco voy a negaros que Francia no gana una guerra desde la época de Napoleón (¿A qué viene esto? A nada: es solo por hacer daño.)


Pero lejos quedaron esos oscuros tiempos, allons enfants de la patrie, hoy Francia es una democracia amable que nos vende trenes de alta velocidad a cambio de luchar contra el terrorismo, y además fuertes lazos familiares me unen a la república vecina. Les envidio porque allí se burlan de los nacionalismos y porque tienen una escuela pública laica de calidad. Les respeto porque –igual que nosotros- fueron romanizados. Por eso quiero aprender francés, por eso y porque si no no me podré entender con los marroquíes en los trenes.

Matricularse en una Escuela Oficial de Idiomas, amigos, es –por si no lo sabéis- una de las más refinadas formas de autolesionarse que conozco. Ingenuo de mí, eché en tiempo y forma los papeles necesarios para la preinscripción (¡Qué preciosa y esquiva palabra! Casi tanto como el concepto que designa.) Interesado por el complicado proceso de inscripción/matriculación, que confieso no llego a comprender por completo, consulto extasiado la farragosa web de la EOI. No entiendo nada.


Hay demasiados supuestos-turnos-itinerarios, tantos que no sé exactamente en qué grupo de incautos aspirantes incluirme. Una alumna me explicó que el truco reside en que, al no ser otra cosa que unas academias de idiomas públicas (y gratuitas), las EOI cuentan con muchísimas más solicitudes que plazas ofertan. Surge así, perfeccionando un complicado sistema de disuasión, el proceso de inscripción en el que estoy inmerso. Pero ahora no sé qué tipo de alumno soy: mi talla, peso, color de ojos y grupo sanguíneos no bastan para dar con la filiación. ¿Número de pie? Sabía que debía haber traído el apellido de soltera de mi abuela…

Como en la web no entiendo nada (lo cual no quita que pasara un entretenido ratito pinchando links en falso, que tardan lo suyo en abrirse), me persono esta tarde en la EOI. Mi consulta es rutinaria: apenas confirmar que todo marcha, que la funcionaria me asegure que mi nombre está en la lista de -¿lo diré?- preadmitidos. JA, JA, JA, JA! ¿He utilizado ya la palabra ingenuo en este post? Al no figurar en la lista previa (provisional) de preadmitidos las alarmas saltan. “Chico, ¿pero tú rellenaste correctamente la solicitud?” Ante una pregunta tan cruda, un licenciado superior se vuelve de mantequilla (holandesa.)


“Sí” –opto por sostenerle la mirada, lo cual enfurece aún más a la señora. A regañadientes, toma el DNI que le tiendo y refunfuñando, encuentra la raíz del problema. “Es que marcaste la casilla táquecuá en la solicitud, chico.” “Obvio” –le respondo, afectando acento argentino, por ofrecer a la concurrencia un extra de espectáculo. “Craso error” –la funcionaria paladea su veredicto, como quien se sabe poseedor del último triunfo, o la última risa. “Por causa de eso estás automáticamente descartado.” “No me puedo creer” -¿trocóse mi tono firme en súplica?- “que por ese nimio desliz, de buena fe, no pueda estudiar francés aquí el año que viene.”

En inglés se llama “smirk”, no sé cómo se dice en español la risita burlona que me dedicaron desde la ventanilla. “Tu única oportunidad, chico, es elevar una petición por escrito por duplicado exponiendo los hechos y solicitando que sea tenido en cuenta tu caso.” Dicho y hecho, oh, las dulces ventanillas y sus formularios! Hice lo que se me pedía, aún no me creo que por marcar erróneamente una fatídica casilla mi solicitud pueda quedar en la estacada. De ser así, si mi alegación es desestimada, no figuraré en la lista de admitidos de bellota, y por tanto no podré matricularme en septiembre, ni optaré a prueba de nivel, et je n’apprendrai jamais le français!

Al abandonar el edificio de la EOI, el sintagma nominal “academia privada” me rondaba las mientes… ¿no es curioso cómo las ideas se asocian en mi cabeza sin motivo aparente?

miércoles, 16 de junio de 2010

Sobar en tiempos revueltos


(Este post está dedicado a Almudena, que tanto juego nos dio con la sintonía de la serie)




Ya sabéis que Estatuas Verdes y yo tenemos muchos defectos pero que entre ellos no se encuentra el hablar y opinar de lo que no conozco. Sin embargo, hoy me vais a perdonar una pequeña licencia poética o trampilla, porque voy a hacer la crítica de un programa de televisión que conozco bien, que me ha acompañado durante innúmeras horas, pero que en puridad no podría decir que haya “visto”. ¡Ejem!

Todo viene a cuenta de la última injuria que he sufrido -vía comunicación telefónica- a manos de una lectora. “¿Cómo se te ocurre decir que no vas a ver el Mundial porque tienes que dormir la siesta? ¡Ya te vale!” Estupendo, ustedes seguid poniendo los partidos de la selección española a las 4 de la tarde y veréis bastante claro dónde residen mis lealtades. La tele a la hora de la siesta, qué gran tema. ¿Quién no ha dormido nunca esos documentales de animales de La 2? ¿Quién no ha subido el Alpe d'Huez entre almohadones y ronquidos? Y así sucesivamente.


Para tan importante momento del día (me atrevería a decir que el más importante, mucho más que el desayuno) como es la siesta, la elección de la programación a dormir debe ser muy cuidadosa, más aún que si de verdad fuésemos a ver la tele. Ya que si la vemos, podemos ignorar su contenido en un momento dado, desconectar, hacer zapping, comentar lo que se está viendo, pero si la dormimos, la tele ha de ser suavita, relajante, sin sobresaltos de volumen publicitarios, en definitiva, una televisión soporífera. Ejemplo: Sálvame -MAL; Vuelta ciclista a E
spaña -BIEN.

Y hete aquí que desde hace años, TVE1 nos ofrece una oportunidad gloriosa de: una de dos, o conocer nuestro pasado reciente de forma romantizada o dormir unas siestas de campeonato. El milagro -que algunos llaman telenovela- se llama Amar en tiempos revueltos, y a lo poco que he entrevisto es un culebrón patrio ambientado en el franquismo. Tengo entendido que empezó cronicando los años de la Guerra Civil, pero yo lo veo/duermo solo de unos mesecillos a esta parte, confieso.


Sé poco de la serie porque es empezar y ponerme yo a dar bostezos, y no se vea en esto merma alguna a su loa: antes bien, me parece que es el piropo más alto que se pueda dar a un programa televisivo de hora vespertina. Las más veces aguanto a escuchar la monumental sintonía titulada “Volver a comenzar”, a cargo de la monumental Nuria Fergó, de fausta memoria en Estatuas Verdes. Pasados sus acordes, aparece una especie de montajillo con metraje del NO-DO para poner en contexto la novela: que si la visita de Eisenhower, que si Franco en un pantano... y entonces empiezan la acción dramática de la serie y mi siestorra.

De la trama poco más os puedo comentar: si he entendido bien (entre sueños) sale Cayetana Guillén Cuervo haciendo de dramaturga, sale otro pavo haciendo de boxeador, una familia de taberneros o de dependientes de grandes almacenes (puede que ambas cosas), hay cuernos, hay angustias, hay reivindicación del papel de la mujer... últimamente creo que ha salido uno de los compadres de “Eso es así”. Y todo en un ambiente así muy de cartón-piedra, con esa memoria histórica de guardarropía tan del gusto de TVE (véanse La Señora, Cuéntame, Ojo por ojo, etc...)


Desde aquí os invito encarecidamente no a ver la serie (confieso que si alguna vez me encuentro con alguien que de verdad la vea le pediré que me la cuente) sino a dormirla. No cabe mayor placer ni más alto si no tenéis que trabajar a esas horitas. Aunque esta tarde también os voy a ser sincero, lo mismo le soy infiel a la novela y duermo mejor el debut futbolizado de España en el Mundial. Pero mañana, otra vez... “Despertar...”

martes, 15 de junio de 2010

El sueño de una noche de casi verano


Por razones que no vienen al caso, anoche no pegué ojo. No hay mal que por bien no venga, también os digo que fui afortunado con tres interesantes visitas. La vigilia y la excitación a veces juegan malas pasadas, pero pese a mi estado anhelante aún logré impresionar en mi joven cerebro lo más sustancial de tales apariciones. Y no podía por menos que compartirlo con vosotros, dulces lectores.

A primera hora me visitó el Espíritu del Pasado, en forma de naranja gigante con calzonas de fútbol. Me habló del 23-F, de los Payasos de la Tele, de Espinete comiendo arroz a puñados. Me habló también de Maradona marcándoles un gol con la mano a los ingleses (que luego me riñen si no cito esto), de un colegio de curas donde llevábamos una equipación deportiva que era igual que el disfraz de los Payasos de la Tele, de una infancia feliz.

Me habló de una familia feliz y de una hermanita que se reía cuando yo le cantaba al oído. Me habló de un empollón que se jartaba de estudiar y sabía más inglés que nadie. Me habló de viajes fabulosos por lejanas tierras, de muchas experiencias, del despertar del amor. Me habló de discos. Me habló de la inocencia y de la ilusión por el futuro, acaso me estaba hablando de mí mismo, pero yo no escuchaba.


A mitad de la noche me visitó el Espíritu del Presente, en forma de un cantante londinense entrado en años con gafas de pasta. Me habló de trabajar duro, de ganarme el respeto a diario, me habló del mito de Sísifo y del suplicio de Tántalo, me habló de acudir a conciertos. Me habló de conducir (y mantener) un coche, me habló de vivir solo, de fregar cuartos de baño. Me habló de discos. Me habló de grandes decepciones, me anunció la visita de la Muerte, me habló de Pablo Neruda y de su verso “y en pleno paroxismo estoy durmiendo”...

Me habló de retomar mis ilusiones, de no adocenarme, me habló de la necesidad de no dejarse tumbar por el mundo. Me habló de amigos, de risas, de cabezazos contra la pared, me habló de facturas de teléfono kilométricas.


A última hora me visitó el Espíritu del Futuro, en forma de signo de interrogación. Este me habló de echar de menos a una hermana, de relaciones complicadas con la gente, me
habló de cambiar de sitio, de trabajo. Me habló de carreteras secundarias (también de autopistas), me habló de incertidumbre, de zozobra... sospecho que diréis que en definitiva me habló de hacerme mayor.

Me habló de continuar escribiendo un blog.

domingo, 13 de junio de 2010

El Mundial me suda el ojjj...


Amigos, amigos, amigos. Los signos son inequívocos. Ayer quedo con una amiga y me comenta que su marido se encuentra en un bar “viendo un partido de fútbol”. Veo las noticias de la BBC y cada dos minutos, entre apuntes sobre Kirguistán, o Pakistán o Rusia, hay una conexión con Sudáfrica. Leo en la página de inicio de MSN algo sobre una “ceremonia inaugural”, noto que mis contactos de Facebook están haciendo más comentarios sobre fútbol de la cuenta…

Sigo: Burger King se anuncia con un Manolo el del Bombo gigante (¿habrá aquí un pleonasmo?), el ABC regala banderas españolas sin que haya surgido ninguna nueva amenaza independentista que yo sepa, el viernes estoy en una terracita con otro amigo tomando algo y a nuestro alrededor pululan insistentes guiris con gafas de pega, camisetas coloridas y rostros semi-ebrios. Conclusión: o yo estoy loco o ha empezado otro Mundial de fútbol.

Mundiales, ¿eh? ¿A quién le interesan? A mí no, desde luego, y no es esnobismo ni postura, es que no se me ocurre manera más aburrida de pasar el tiempo libre. Con la de libros que hay que leer, paseos que dar, discos que escuchar, siestas que dormir, conversaciones que mantener, cafés que beber, exposiciones que visitar.


(Conversación real en una clase de Harvest)
-Chavales, ¿quién va a ganar este Mundial?
-El Barcelona.

Como parece ser que el FCBarcelona no juega en esta competición –incomprensible- y como el último Mundial que de verdad me enganchó fue el de Naranjito, creo justa mi postura de olímpico desdén (en este caso, “mundialístico”) hacia el evento planetario. Además, que tengo en la cabeza ahora demasiados dimes y diretes, con el tema de mi traslado en la empresa, la búsqueda de un nuevo piso, las futuras vacaciones de verano, etc, como para dejarme arrastrar por esas minucias. Lo siento, amigos, pero me tendré que privar de cosas tan apasionantes como un Nueva Zelanda-Eslovaquia, y en ese plan.

¿Que si voy a ver los partidos de la Selección? Claro que sí, señora, siempre y cuando me entere de qué día son, y a fe mía que me enteraré porque los medios nos bombardearán. Y no descarto ver también las semifinales, la final y cosas así. Y por supuesto, si Maradona mete algún petardo declarativo espero no perdérmelo, aunque sea en diferido. Pero saber si Villa, Iniesta o noséquién tienen sobrecarga muscular… (bostezo).


Me fascina la relevancia mediática del Mundial; no la censuro, es solo que me fascina, pero el Mundial en sí me aburre. Lo que sí me da pereza son esas voces que han querido ver en las esperanzas que España ha depositado en su selección de fútbol la gran metáfora sobre la actual situación socioeconómica del país. ¿Qué pasa, que si llegamos a cuartos a los funcionarios no les van a quitar un mes de sueldo? ¿Que va a haber menos parados por cada gol de Torres? Por no hablar de esos que acusan a ZP de haber orquestado todo un señor Mundial como cortina de humo para distraer a la peña de la crisis.

Total, que este Mundial me suda el ojjj… pero tranquilos, que haré como con la Eurocopa 2008: si lo gana España no habrá nadie más futbolero que yo... y desde primera hora, ¿eh? ;)

jueves, 10 de junio de 2010

Yo lo tengo


-“Ella lo tiene, sí, nena, ella lo tiene.”
(Shocking Blue)




No, no me he equivocado, amigos. No he querido escribir en el título del post el nombre de un grupo de rock alternativo de Nueva Jersey. Lo que quería era consignar una frase que escuché ayer, no por primera vez, desde luego, pero ayer me hizo efecto y ha explotado en mi cabeza. Es un concepto oculto que estaba ahí latente, esperando para saltar. Hay gente que lo tiene y gente que no, eso es así. Qué injusto y qué verdad más grande, amigos.

Sujeto: “Yo”, Predicado: “lo tengo”. El núcleo del Predicado es “tengo” y ese “lo” es, ya sabéis, su compemento u objeto directo. Pero ¿a qué se refiere? La referencialidad de ese “lo” es la Madre del Cordero, aquí, el objeto de este post. Llamadlo “gracia”, “arte”, “donaire”, “it”, “atractivo”... un cierto je ne sais quoi, que se dice en inglés.


Todo esto venía a que el otro día me encontraba marujeando con un par de amigas, hablando de nuestras cosas, ya sabéis: qué guapo o guapa es mengano o mengana, qué requetespantosa es Bimba Bosé... en ese plan, cuando de pronto saltó la liebre. “La ex novia de un amigo” -me dijeron- “era de estas que tú las ves y piensas '¡qué fea!', pero al cabo de los meses toda la pandilla estábamos de acuerdo en que la niña era guapísima.” ¿En qué consiste tamaño prodigio? ¿Guapifea?... ¿Error de Dios? ¿La chavala llevaba flequillo y de repente se lo quitó? No tal.

“La chiquilla tenía una personalidad arrolladora, era supersimpática, supersegura de sí misma, transmitía confianza con la mirada.” Y eso atrae siempre, claro. He ahí la clave del misterio. Terció otra amiga: “Es que hay chavales que tú los ves de primeras y dices 'qué guapo' pero luego hablas con él y se te cae todo el mito.” Parece ser que el truco del atractivo -al menos el duradero- reside en cosas cada vez más subjetivas (eso contando con que fealdad y guapura sean más o menos objetivas, en cuanto que es posible que mucha gente se ponga de acuerdo sobre ellas.)


Seguridad, confianza, tranquilidad, buena imagen de uno mismo, lo tengo visto y comprobado, son cualidades que resultan atractivas, lo contrario en una persona hace que automáticamente te entren ganas de salir corriendo. Y ojo, que quererse uno mismo no es “creérselo” en plan sobrado. Esto no lo tengo tan investigado, pero me da que la sobradez, la prepotencia y la chulería -por más que en un principio pudieran atraer- no son a la larga deseables compañeras de viaje, ni de cama, ni de vida.

Por eso me hizo gracia cuando mi amiga, compi de trabajo que esta semana nos deja, soltó ayer en la conversación que ella no tenía nada que envidiarle a fulana o a mengana. Y no lo dijo en plan creída sino en plan segura, como debe ser. Para cantar las alabanzas de uno o piropearle ya están los demás, el autobombo es una cosa muy fea. Mi amiga no cayó en eso, pero en un momento dado soltó la perla: “... porque tal y cual y tal, y además, yo lo tengo.” Ja, ja, ja! ¡Ole tú! El Señor se lo conserve muchos años a todo el que lo tenga...

miércoles, 9 de junio de 2010

Tres postales de junio 2010


Queridos Neil y Tim:

“Llueve. Detrás de los cristales llueve y llueve”, que decía Serrat. ¿Balada de otoño? No, de primavera, en junio. Quizás sea por eso que me he acordado, con este cambio de tiempo tras unos días tan calurosos de vuestra preciosa canción “Four Seasons In One Day”. ¿Qué decís? Sí, mis lectores sí la han escuchado. Había dos que no pero la acaban de buscar en YouTube. Confieso que la primera vez que la escuché, con 14 años, pensé que habíais plagiado a Paul McCartney. Aún lo sigo pensando, pero ya con más del doble de edad sinceramente considero tal comentario un halago.

La escuché en “Ampliación de Inglés”, una de esas cosas absurdas que hacíamos en el colegio por las tardes. Mi buena profesora nos explicaba la letra: era una metáfora. ¡Acabáramos! El tema de Crowded House no hacía referencia a un cambio brusco de tiempo meteorológico sino a otro de estados de ánimo sucesivos. Es una interpretación válida, ya que argumentada; yo la compré en aquella época y todavía la sustento. ¿Por qué me ha venido a la mente esta canción entonces? ¿Es por que hoy llueve y ayer hizo calor? No. Más bien es porque ayer personalmente me sentí como dice la canción, recorrí un amplio espectro de emociones humanas, algo que no suele ocurrir todos los días. ¿El resultado? La conciencia de estar vivo.


Querido Pablo:

La gente me injuria por llamar a Bécquer cursi, será que no me entienden cuando digo que efectivamente me parece cursi y me gusta, las dos cosas son compatibles en mi mundo. “¿Qué es poesía?” -decía el de la perilla en uno de sus versos más recordados, y a día de hoy podríamos continuar dándole vueltas a la preguntita. Como si fuéramos a dar con la respuesta. Otra pregunta más pertinente sería considerar si el rap es o no poesía, algo que también daría para uno de esos debates dignos del Imperio Bizantino...

Me desplazo a Sevilla para asisitir al espectáculo hip-hop del Territorios. Aparte de artistas menores, reseño a los dos pesos pesados: Public Enemy y SFDK. Los primeros míticos, emocionante presenciar en directo los relojes gigantes de Flavor Flav y a Chuck D sentando cátedra desde su enfado. Pero (ahora que no nos escucha nadie) los emblemáticos neoyorquinos me transmitieron menos que un helado de folio. SFDK: deudores de los anteriores, subproducto sevillano que a fuerza de calendario se ha convertido en referencia, me entretuvieron mucho más, tenían cosas que decir (aunque sea arengarnos a no bajarnos sus discos ilegalmente).

Sin embargo, el verdadero espectáculo de la noche del sábado no vino de Pino Montano ni de Brooklyn, el show estaba entre el público. Confieso que al final no cedí a la tentación de presentarme en el concierto con Lacoste. Pero la ocasión hubiera merecido el disfraz: pijamas, equipaciones de baloncesto, dobles capilares de Daniel Diges, gallumbos al aire, gorras mal puestas, definitivamente no entiendo la moda hip-hop. Y para colmo Harvest dándole abrazos a los ex alumnos que se encontraba: el espectáculo estuvo en el público.


Querido Dios:

Ya he dicho antes que ayer fue un día raro: hubo una mini huelga de funcionarios y a mí me faltó el canto de un duro para hacerme metrosexual. ¿Es que acaso ambas cosas están relacionadas? Se quedará usted con las ganas de saberlo, señora. Pasan los días y sé que desatiendo el blog, este espacio personal tan especial que se ha ido creando y que comparto con vosotros. Pero nunca renuncio, pese a lo ocupado, estresado o entretenido que pueda estar. Aprovecho este párrafo para dar una noticia anunciada: me marcho de Cosica. Próximamente os revelaré el terrible nombre del pueblo en el que voy a trabajar a partir de ahora, atrás quedó el cosiquismo.

Pero no adelantemos acontecimientos, todavía me queda mucho por vivir aquí. Mi casa, que tanto ha visto y tan poco bueno, ayer se vio honrada con una especialísima visita, que motivó que colgara boca abajo el cuadro de Juan Carlos I que preside el salón. Claro, es que vino a verme una persona republicana, vous comprenez. Y a mí también me puso cabeza abajo.

Adiós, Dios.
 
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