Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

domingo, 29 de agosto de 2010

Pablo Motos: ¿Es el nuevo Milikito? Razone su respuesta.


"Cuando empezó El Hormiguero no había nadie en el mundo que odiara a Pablo Motos más que yo."

(Migue, lector de Estatuas Verdes)




A vosotros no os voy a engañar. La verdad es que después de casi mes y medio sin publicar (que no sin escribir) ando un pelín desentrenado. Voy por tanto a hacer hoy un ejercicio de estilo en una de las funciones comunicativas favoritas de Estatuas Verdes: injuriar. Porque hoy es hoy.

Volviendo a ver esa divertida película que es Hitch (2005) -ligar, ¿eh? nuestro tema favorito (¿y el de quién no?)- reflexiono sobre Will Smith y recuerdo el siguiente titular de prensa:

"Will Smith pulveriza la audiencia en El Hormiguero" (encontrado en diferentes medios con parecida redacción)


Pienso entonces en la conjunción planetaria de buen rollo que tal aparición en tal programa debió suponer. Me niego a ver los vídeos del evento (aunque al parecer también baten récords en YouTube), pero no por odio a Will Smith o a El Hormiguero, sino porque me he prometido a mí mismo no saber nada acerca de esa supuesta peli que están promocionando intitulada The Karate Kid (2010). Efectivamente, amigos: para mí (lo mismo que para vosotros) solo existe un Karate Kid: el que emitió TVE1 el sábado a mediodía ("¿Cuál es el problema, Sr. Lawrence?").



Pero volvamos al tema. Will Smith (rapero buenrrollista-cum-actor comicoide) + su hijo + Pablo Motos + la maquinaria de El Hormiguero = habría que ver el programa con chubasquero, para que no nos salpicara el almíbar. Ya sé lo que estáis pensando, Si no viste el pograma, ¿pa qué hablas? Porque no vi ese programa, no, pero he visto otros muchos cientos.


En realidad, dejé de ver El Hormiguero la noche que entrevistaron a Matt Dallas, el chaval que protagonizaba en Cuatro la serie Kyle XY (2006-2009). "Entrevistaron" ha sido una piadosa forma de decirlo. El día en que desencadenaron a su alrededor un incomprensible (para el invitado) torbellino de ocurrencias, chocarrerías y hormigas de felpa, para descojone de la plantilla del programa y estrés del pobre actor yanqui. Claaaaro. Como el que viene es de fuera, unas hormigas le pueden preguntar por Belén Esteban, él no se enterará de nada y nosotros nos partiremos el pecho. Si es que los americanos son más tontos... ponedme otro Sol y Sombra, Ortega y Pacheco!



A Stallone le hicieron tres cuartos de la même chose, pero a Sly le daba igual, él ponía cara de Rocky Balboa o de John Rambo, no me acuerdo qué andaba promocionando en esos momentos, y con eso lo salvaba todo. El conductor de todo este despropósito no es otro que Pablo Motos, el amigo de los niños. El hombre que sabe reírse de sí mismo (y de Rajoy), el monologuista, qué bien. El inventor del chicle, el adalid del humor blanco, el de los abdominales de plata. El que nos hace distinguir entre culos y codos... ja, ja, jajota.


Al contrario que mucha gente, que no lo soportaba en la radio y en su nueva etapa lo adora, yo admiraba a Pablo Motos cuando lo escuchaba por las mañanas en M80. Era igual de opinativo que Fede Losantos, y te reías igual, pero este tenía más registro. Traía invitados interesantes, hacía volar tu imaginación mientras estudiabas en la biblioteca... Será que me he vuelto más cínico con la edad y la posición social, pero amigos, yo prefería a aquel de la radio que hacía alarde de su enciclopédico conocimiento de pelis guarras, aquel que babeaba por Nuria Roca (nunca comprendí su pose de tía buena, y ahora va de escritora... merecería otro post) y resultaba tan entrañable y tan patético...



Y no ahora, con sus absurdas frases de niños, que cualquier día parece que nos va a contar el chiste del hachazo, deshaciéndose en merengue para hacerles la rosca y promocionar a todos sus invitados, metido a científico o invitando al plató a absurdos combos de percusión. Diguem no, amigos (como dijo Raimon). No me extrañaría que pronto Pablo Motos mutara y nos lo viéramos dirigiendo una orquesta -sería la Orquesta Multicultural del Buen Rollazo, o algo así- o que acabara de directivo de alguna cadena televisiva. Por acabar citando a la chirigota del Yuyu: Temblaaaaaaad!!!

viernes, 27 de agosto de 2010

Mi veraneo "entreguerras"


Explico algunas cosas. Por petición popular, vuelve de sus vacaciones Estatuas Verdes con más fuerza que nunca. Vuelve para comentaros algo que no sabíais (ni yo): está de moda lo "entreguerras". O eso, o yo me he leído 6 libros seguidos ambientados entre 1918-1939 y me he quedado picueto... Puede que sea esto último.

Mire a donde mire, lo "entreguerras" me persigue: esa parla en la prensa de la Bolsa, y de fascismo, exposiciones fotográficas de Robert Capa y Gerda Taro, veo en una peli a Kirsten Dunst disfrazada de Louise Brooks y a Simon Pegg de Béla Lugosi (bueno, vale, de Drácula... ¡dejad de gritarme!). Me doy la vuelta y en el autobús van ocho señoritas dizque de despedida de soltera con un tocado de plumas y collares kilométricos.


En serio. Entre mis lecturas veraniegas ha habido títulos para vomitar, pero no Un diamante tan grande como el Ritz y otros cuentos de F. Scott Fitzgerald, una colección de historias publicadas entre 1920 y 1928. No cesa de fliparme la prosa de Fitzgerald, su ritmo, su "hacer que lo difícil parezca sencillo", su fina ironía como de pasada. Porque escribía con distancia irónica, ¿verdad? ¿O él se creía de verdad que la snob clase alta USA era interesante en esa época (o en cualquier época)? Este hombre escribe tan bien que se le perdona todo, incluso sus aburridas referencias al football americano universitario.

Creía que haberme leído El gran Gatsby (1925) tres veces era currículum suficiente, pero me topo con una pareja amiga que son expertos fitzgeraldianos. Después de una charla con ellos me avergüenzo: ya me está esperando en la mesilla Suave es la noche (1934).



En broma. Resulta reconfortante que todo lo que para Fitzgerald era digno de admiración (los cócteles, las universidades de élite, los bailes, el hotel Ritz-Calton de Nueva York...) es objeto de sátira para el gran P.G. Wodehouse. Desde hoy lo corono como mi escritor cómico favorito (y los ingleses son graciosos, ¿no?). Leo Piccadilly Jim (1918), que me decepciona un poco, pero no porque tenga nada de malo, sino por lo que le falta: esa audacia cómica desprovista de vergüenza para crear personajes y situaciones absurdas y llevarlos hasta el límite. Aun así, es altamente recomendable, ya que contiene el germen del mejor Wodehouse. Leo también Jovencitos con botines (1936), colección de relatos centrados en torno al Drones Club (club de los "zánganos"), y me parto de risa de principio a fin.

Son los señoritos zangolotinos, muchos de los personajes secundarios de sus otros libros, librando disparatadas aventuras en un mundo de alcohol, apuestas, ocio y compromisos matrimoniales. En un mundo no: en el Nueva York y el Londres de entreguerras, delicioso. Detrás me zampo Much Obliged, Jeeves (1971), novela sobre Jeeves y Wooster, con eso queda dicho todo, salvo que también me espera en la mesilla The Mating Season (1949), del mismo autor y personajes.



Algo para todo el mundo. Entre medio, entre la 1ª Guerra Mundial que es Scott Fitzgerald y la 2ª que es Wodehouse, leo La habitación de cristal (2002) de Luis Manuel Ruiz y El juguete rabioso (1926) de Roberto Arlt. Son dos novelas negras, la primera ambientada en la Alemania de 1933 (need I say more?), la segunda en los bajos fondos bonaerenses. Dos excelentes libros de dos excelentes autores que nos recuerdan que en aquellos años de "entreguerras" no todo fueron risas y desaforados brindis con champán.
 
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