Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 31 de mayo de 2011

El caro arte de la conversación


-“Voilà, la conversation dans le parc!”
(Flight of the Conchords)





Últimamente me ha dado otra vez por escuchar rap. Escucho a todos esos artistas a los que tanto admiráis, ya sabéis: El Chojin, Sho-Hai (de Violadores), Tote King, Yako Muñoz… Son monólogos interminables, a veces he visto raperos en directo y he pensado “Cómo se lo aprenderán de memoria?” También pienso mucho y leo mucho, que no tiene nada que ver (aunque hay gente que se cree que las dos cosas son lo mismo). Pero echo en falta la tertulia, ese noble arte de la conversación.

La conversación, eh? Lo mejor desde Francis Ford Coppola. Chistes aparte, digo que es un arte “caro” en el doble sentido de “querido” y de “costoso”. Porque la buena conversación a varias bandas –que no os digan lo contrario- es muy difícil de obtener. Cuesta mucho esfuerzo (y a veces dinero) sacar un rato para charlar alegremente, es a costa de acostarse más tarde o de dejar cosas para mañana (“procrastinar”, como me dijo un profe de latín). En otras palabras, tener tiempo para ponerse a charlar es un lujo.


Tengo amigos a los que no veo con la frecuencia que quisiera, nuestros horarios y estilos de vida hacen que quedar sea como una hazaña, pero últimamente he tenido varias experiencias buenas de charla con gente (no necesariamente amigos del alma) en el marco de un concierto, en el piso de alguien, a la salida del trabajo, en una firma de libros… Si salgo de trabajar a las 6 de la tarde y me quedo tres horas de cháchara en un bar con compañeros (y bebiendo Coca-Cola!) será que me compensa, que me aporta algo muy bueno.

Y es que cada día valoro más la conversación con gente inteligente, gente despierta, curiosa, que no cae en las obviedades, que no es vocera de ninguna agenda política or otherwise. Especialmente eso: qué alegría más alta hablar con gente que no lleva en la mano un megáfono! En las últimas semanas, varios de mis contertulios me han dicho “Qué pasa, macho, que hablas poco? Estás ensimismado?” Y no era verdad, es solo que estaba escuchando, cada vez me gusta más escuchar, y eso que los que me conocéis bien sabéis que charlo por los codos.


Pero es un placer aprender de gente con criterio, que sabe argumentar, que maneja la dialéctica, gente con ideas y cosas que decir. No es una pedantería. Aunque ahora ha salido un estudio sueco diciendo que la gente culta es más feliz (G.R.A.C.I.A.S.), para disfrutar una tertulia alrededor de cervezas y un platillo de avellanas no es necesario hablar de cosas elevadas. De hecho, como dice un amigo y lector a quien por si acaso no identificaré, cuando los intelectuales se juntan siempre terminan hablando de culos.

Podéis creerme o no, pero ya aspiro a poco más. Se supone que tengo “la vida solucionada” (cuando la vida solucionada solo la tiene un muerto), y mis aspiraciones cada vez se reducen más al plano inmaterial. Gente charlando, riendo, discutiendo, intercambiando ideas y experiencias, quién sabe si emociones. Harvest me cuenta que este domingo volvía de juerga a altas horas de la mañana y vio en una afamada avenida peatonal de Miciudad a cuatro jóvenes partiéndose el rabo: estaban contando chistes y pergeñando otra próxima quedada. Os juro que me encantaría ser uno de ellos.

domingo, 15 de mayo de 2011

En marcha por las décadas: El cine de los 70


Es correcto, amigos! Es un hecho universalmente aceptado que los 70 fueron la década más interesante en música rock, ahora resulta que también en cine. Digo esto mientras contemplo el prodigioso inicio de El graduado (1967) de Mike Nichols, Dustin Hoffman con los azulejos del aeropuerto detrás, y de fondo “The Sounds of Silence”. Está claro que es cine de otra época, a excepción de que Tarantino copie la secuencia de inicio. Perdonad la digresión, íbamos a hablar de los 70.

Los 70, eh? Empezaron en 1969 (o antes) y acabaron en… 1980? Es un debate absurdo, digamos que Cowboy de medianoche (1969) es una película setentera, no así Hello, Dolly!, pese a ser del mismo año. Análogo razonamiento seguiría con Toro salvaje y Fama (ambas de 1980). Se entiende el concepto, no? Si no, os recomiendo que vayáis corriendo a ver más pelis, ya que claramente no sabéis lo suficiente de cine como para leer este post. Yo tampoco, por eso vengo de ver La década que revolucionó Hollywood (2003), documental interesantísimo firmado por el fallecido Ted Demme y Richard LaGravenese.


Lo que saco en claro es lo que ya se sabía: que los 70 cambiaron la faz del cine, del star system, de los modos de producción, de las relaciones entre productores, estudios, directores, guionistas, público, que introdujeron el realismo, rompieron el idealismo de cartón piedra (por eso Irma la Dulce es una M, lo siento), introdujeron a actores feos pero interesantes, temáticas sórdidas, etc, dando lugar a una generación nueva de escritores, actores y directores de larguísima influencia, explícita o no. O bien han sido olvidados (no así su influjo) o bien son los popes de ahora, en cualquier caso, lo que se coció en los 70 fue la leche. (Ostia, qué juego de palabras más malo me ha salido, no? Pues lo dejo!)

Me interesa mucho la opinión de Coppola diciendo que eso de directores autores/artistas es un poco mítico. Que a él lo llamaron para hacer El Padrino I (1972) porque era italiano e iba a cobrar poco. Así de basto. Otro aspecto crucial del cine de los 70 es la irrupción de los taquillazos y el merchandising a una escala nunca antes vista. Eso de pensarse la fecha del estreno, contar en cuántas salas se estrena, vender el disco o muñequitos y hacer estudios demográficos era impensable antes de El exorcista (1973), Tiburón (1975) o La guerra de las galaxias (1977), que también son cine de los 70.


Así y todo, el cine de los 70 que más recordamos es el que se asocia a nombres como Martin Scorsese, el citado Francis Ford Coppola, Robert Alman, Peter Bogdanovich, Hal Ashby… Robert De Niro, Al Pacino, Dennis Hopper, Harvey Keitel, Dustin Hoffman, Jack Nicholson… y paro, que si no va a parecer esto el listín telefónico. Además de las pelis de entretenimiento ya nombradas, me alegra comprobar cómo se incluye Rocky (1976) entre las lumbreras de la década, junto a Malas calles (1973), los Padrinos (1972, 74), Apocalypse Now (1979), Chinatown (1974) o Taxi Driver (1976).

Mención aparte merece Woody Allen, como introductor del semiintelectualoidismo, (cómo olvidar la escena de Annie Hall, 1977, en que los personajes se dirigen a cámara, y –con ayuda de Marshall McLuhan- le enmiendan la plana a un pedante). También menciones aparte para las mujeres de la década, una década que si bien se abrió en cuanto a temática aceptable para el cine de éxito (pasando a incluir la homosexualidad, la corrupción policial, las violaciones, la ultraviolencia…) la verdad es que brindó los mejores pedazos del pastel a los machotes. No solo porque tuvieran los papeles más agradecidos, con armas de fuego, diciendo palabrotas, repartiendo cera, sino porque las historias apenas empezaban a reflejar los cambios que el rol de la mujer experimentaba en la sociedad de entonces.


Homenaje aquí a la gran (y estrafalaria) Jane Fonda, y también a Diane Keaton, Julie Christie, Talia Shire o Gena Rowlands, por nombrar solo a unas pocas. El legado de los 70, eh? En qué ha quedado? Ahora la hija de Coppola es mujer y directora de cine (o eso dicen). El cine indie tiene un prestigio, heredero tanto de las nuevas olas europeas de hace 30-40 años como de las yanquis. Y los taquillazos y superproducciones de entretenimiento están a la orden del día. Los directores de aquella época que no se arruinaron se compraron una limusina (que es de lo que se trataba –“No se puede hacer arte sin riesgos, bla bla…”-escucho decir a Coppola). Afortunadamente, nos dejaron su cine: sus películas setenteras.

viernes, 13 de mayo de 2011

Aniversarios absurdos


¡Estamos de aniversario, señora! Sea de que hace un año ZP nos bajó el sueldo a usted y a mí, 489 años de la vuelta al mundo de Magallanes-Elcano o lo que sea, lo cierto es que cada vez proliferan más –y tienen más repercusión en los medios- los A.N.I.V.E.R.S.A.R.I.O.S. Cualquier fecha es buena, por absurda que sea. Antes se buscaban los centenarios, los cincuentenarios, los cuartos de siglo, pero es que ahora… Ya cuando en 1992 se conmemoraron los 35 años de Mortadelo y Filemón empecé a sospechar que no todo era como me lo estaban contando (por parafrasear a vuestro admirado Juan José Millas). Veamos algunos ejemplos.


Coca-Cola: 125 años llenándonos de ilusión (y de gases). Parece increíble, eh? Quién no recuerda a Carmen Sevilla anunciando la Coca-Cola? Quién no recuerda su odioso oso polar computerizado? Y la canción de los New Seekers? Los anuncios de Coca-Cola siempre han basculado entre la estulticia (como ese de un chaval sentado en su cuarto diciendo que es el presidente de la empresa, o ese otro que decía que la Coca-Cola era lo mejor para acompañar una paella) y la genialidad (como… no se me viene ninguno ahora, la verdad).

Alguien sería capaz de soportar un mundo en el que Papá Noel vistiera de blanco y verde? Sería inconcebible, tratándose de un habitante de un país nórdico, lleno de nieve y coníferas. Alguien sería capaz de soportar un mundo sin Coca-Cola? Bingo! Se confirma, la Coca-Cola –pese a su publicidad absurda- es la bebida más maravillosa del mundo después del agua. Por qué no consumimos más, a todas horas, póngame otro Coca-Cola por favor? Está claro, no? Porque da dolor de barriga!


30 años sin Bob Marley. Bob Marley, el Pitingo jamaicano, introductor en Europa del gotelé, digo del reggae, ese estilo musical “repetitivo, llegando incluso a resultar monótono” (no lo digo yo, lo dijeron en Radio 3, y ellos entienden de música, no?). No es que odie el reggae, es que hace 11 veranos estuve en Estados Unidos con una gente que solo escuchaba reggae y creo que mi organismo quedó saturado como la marmita de Obélix, etc.

Bob Marley, la última estrella de la Era Rock, un genio según Nick Hornby y no sé qué crítico inglés que dijo que era lo mejor desde Bob Dylan. Solo superado en el ranking de ídolos absurdos por el Che Guevara (entre la juventud). No woman, no cry, etc. Quién no ha cantado alguna vez sentado en un patio de Trenchtown, comiendo gachas? Y luego está el Rastafarianismo. Diréis lo que queráis, pero: misticismo, buenrollismo, panafricanismo, apología de las drogas, enaltecimiento de un líder político absurdo, no lavarse el pelo, vivos colores: eso es lo que yo llamo una creencia! (We jammin’, etc.)


Efemérides incomprensibles de Google. Vosotros –igual que yo- os habéis dado cuenta. Hablo de esas maneras que tiene Google de escribir su logotipo al socaire de la efeméride de turno. Ocurre cada vez con más frecuencia. Al principio la cosa hacía gracia, anda mira, lo han customizado!, pero el dato está tomando cada vez un cariz más irritante. Que si una peliculita en el 122 aniversario del nacimiento de Chaplin, que si Juan de la Cierva por ahí, que si Yuri Gagarin, Thomas Alva Edison, las Hermanas Brontë… hasta que hemos llegado a un punto en que ya los logos de Google quedan irreconocibles, y ya no hace gracia.

Sé que hay gente que se da bofetadas porque “el gigante americano de la búsqueda por Internet” (BBC News dixit) coloque sus diseños conmemorativos. Me consta que la peña se los manda a Google, y estos encantados (se conocen como doodles –“garabatos”, en inglés). Pero esta semana mi sorpresa/indignación ha llegado al límite con el (tomad aire) 40 aniversario del dibujante infantil Roger Hargreaves y el 117 aniversario de la bailarina Martha Graham (este último en movimiento, aún más irritante). Era necesario? Sé que me diréis que no, que era tan innecesario como que yo contestara esta última pregunta retórica.

domingo, 8 de mayo de 2011

Karmabobo Abbey. Period.



No veáis cómo estamos con las series de época, amigos! No sé si lo leí por ahí o lo escribí también en otra parte, la verdad es que no encuentro la referencia (me pasa como a George Harrison con “My Sweet Lord”, que plagiaba porque le sonaba una melodía en su cabeza…) pero la idea es clara: no hay duda de que estamos viviendo un resurgir de las producciones de época. Puede que sea escapismo en tiempos de crisis, el que caso es que lo antiguo mola y las cadenas de televisión se están forrando a costa de eso.

Downton Abbey (2010- ) es la serie definitiva, ya sabéis, escrita por Julian Fellowes (el noble escritor, guionista oscarizado de Gosford Park, 2001), recoge a la crema televisiva de los actores británicos de época. Tuve la suerte de ver la serie en Navidad –me la dejó una compi-, y en la prensa se acumulaban las llamadas de atención, que por qué no la echaban en España, etc. Hasta que la echó Antena 3, con muy poco respeto, todo sea dicho. Los capítulos troceados y todo adobado de publicidad, abusando de las recapitulaciones de “Anteriormente…”. Pero bueno, al menos la echaron, y se podía ver en V.O.


Anoche pensaba en este post mientras veía una TV movie de 2009 sobre la Reina Victoria, tuve que salir, ya me contaréis cómo estuvo. De momento tenía bastante buena pintilla, de Queen Victoria hacía Emily Blunt. El viernes me zampé de una sentada Esposas e hijas (1999), seis episodios, basados en una novela de Elizabeth Gaskell. Esta autora es interesante, una mujer victoriana cuyas novelas se siguen hoy día editando, leyendo y estudiando en las universidades, ahora ha conocido un resurgir al haberse adaptado con fenomenal éxito varias de sus obras: la mencionada más Norte y Sur (2005), Cranford (2007) y Regreso a Cranford (2009).

En una de estas la buena Cuidadora me avisa de que con motivo del Red Nose Day (día en que se recauda en Gran Bretaña dinero para Comic Relief, como Payasos sin Fronteras) la BBC ha hecho una parodia de Downton Abbey, llamada Uptown Downstairs Abbey. Dura un cuartillo de hora, lo podéis ver en YouTube (y repasar otras parodias clásicas del Red Nose Day), y está francamente bien hecha. Como ejemplo os diré que el papel de Lady Grantham lo hace una de las feas de Sexo en Nueva York. Todo esto en inglés se llama “period drama”, la “época” allí es “period”. Me fascina que a los británicos les fascine tanto.


No hay duda de que se trata de una moda, que como todas pasará y estas producciones volverán a su frecuencia habitual, pero para que las modas calen hace falta un sustrato, y en España también se están haciendo cosillas de época, lo que ocurre es que los ejemplos que se me vienen a las mientes son 14 de abril: La República (2011- ) y Piratas (2011). Lamento ponerme estupendo pero me da la impresión de que en Gran Bretaña hay un mayor respeto por la historia y la literatura propias, y aunque en autores de primera fila podemos andar empatados, está claro que en los de segunda (que son los que marcan el tono de una época) ellos nos ganan por goleada.

Viendo Uptown Downstairs Abbey me fijo en que está rodada en la misma mansión que Downton Abbey (además lo dicen abiertamente): Highclere Castle, en Hampshire. Esta mansión tiene un perfil muy característico, y leo que también había figurado en obras maestras como Rafi, un rey de peso (1991) o la adaptación televisiva de P.G. Wodehouse Jeeves and Wooster (1989-1993). Mirando la web de Highclere Castle descubro que es la vivienda del Conde de Carnarvon, título que os sonará porque el 5º conde (ahora van por el octavo) fue el que le pagó la expedición de Tutankamón a Howard Carter, fue Lord Carnarvon: el famoso Karmabobo. De hecho, leo que la visita a Highclere Castle –ahora revalorizada por la popularidad de Downton Abbey- incluye una colección de antigüedades del Antiguo Egipto Antiguo.


A la espera quedo de la segunda temporada de esta excelentísima serie televisiva, a mi juicio epítome de todo lo bueno que puede tener el medio: deleita, instruye, está hecha con gusto, la ambientación es impecable, la cinematografía es de calidad, no nos toma por tontos, etc. Y como leí en una web humorística: si ya molaba el desfile de pretendientes de Lady Mary de esmoquin, no os digo nada cuando vengan de uniforme!!!

viernes, 6 de mayo de 2011

Solar


Veo un anuncio de energía nuclear en la BBC en el que da su opinión alguien del BSCH (segunda mayor empresa del mundo, según la revista Forbes, y ellos entienden de gente rica, no?) acerca de lo buena, limpia, sana y conveniente que es esa energía. Si este banco asocia su nombre al de las nucleares es que tiene una importante pastoriza interesada en el sector, reflexiono. Así es la energía, amigos, lo que nos permite funcionar, y de cómo la obtengamos dependen mucho el presente (geopolíticamente) y el futuro de nuestro planeta (ecologísticamente). “Nuestro planeta” es una de esas expresiones de ecologistas que servidor –la persona menos ecologista de nuestro planeta- jamás utiliza.

En este panorama, que nos puede poner los pelos de punta con que pasó en las centrales nucleares japonesas, la escalada de precios del petróleo y la crisis de viabilidad de las renovables, conviene leer la última novela de Ian McEwan, titulada Solar (2010). La historia es simple: Michael Beard, físico inglés que en su juventud obtuvo el Nobel de Física por la “Combinación Beard-Einstein” (en la que se supone que desarrolla el Efecto Fotoeléctrico del alemán), es ahora un despreciable señor de más que mediana edad, mentiroso, sin escrúpulos ni empatía, obeso, antipático y mujeriego, que pese a no haber tenido una idea original en más de 30 años continúa viviendo de las rentas del prestigio de su Premio Nobel y prestando su nombre para los más variados cargos, puestos, organismos, prebendas, instituciones y sinecuras. Así y todo, el personaje muta (merced a los avatares de la vida y a su propia sinvergonzonería) de parásito en apóstol de la energía solar.


El protagonista se ve vagamente atormentado por la inutilidad y el fraude en que se ha convertido su vida, tras dejar de ser un científico relevante y tras fracasar en cinco matrimonios, pero es una persona que sabe muy bien cómo aparcar los escrúpulos y seguir adelante pisando cuellos, caiga quien caiga. Prueba de ello son las dos enormes sinvergonzonerías que comete y que no voy a decir para no destripar la novela, pero digamos que no tiene empacho en aprovecharse de los demás o en causarles mucho sufrimiento injustamente. Y esta joya de personaje, Porerror? Cómo pudiste aguantar un libro de 390 con un prota así? La respuesta, señora, es fácil: porque lo escribe Ian McEwan.

Ya sabéis cómo me encantó Expiación (2001), también disfruté mucho los relatos de Primer amor, últimos ritos (1975). En palabras del buen Stuart (comentario a la reseña que de Solar hizo Rafael Suárez Plácido en Estado Crítico), “en un párrafo de Amis, Barnes o McEwan hay más literatura e ingenio que en las obras completas de estos, ejem, nuevos escritores publicitados ad nauseam.” Pese a lo facilón del argumento, estoy de acuerdo. Y es que la lectura de Solar resulta un disfrute continuo porque McEwan sabe escribir: sabe caracterizar personajes mediante sus acciones, sabe adjetivar, sabe adverbiar, tiene estupendos diálogos, y os aseguro que en inglés sus elecciones léxicas resultan encantadoras. Pocos son capaces de describir cómo alguien se come un paquete de papas fritas sabor sal y vinagre como si estuvieran hablando de la Capilla Sixtina.



Dicho esto, también hay que advertir que no todo el monte es orégano. Que Solar no es –ni de lejos- una obra maestra redonda. Que tiene algunos altibajos, no acabo de ver su estructura en tres partes que distan unos cinco años en el tiempo, y algunos de los personajes (Darlene, Braby, el abogado Barnard) me parecen trazados a brochazo limpio. Michael Beard lo es casi todo en la novela, y él si está perfectamente caracterizado, me parece. La trama es guay, aunque tenga un par de detallitos predecibles, pero la conclusión de la historia tampoco me ha satisfecho, me parece que aquí McEwan ha optado por el camino fácil. Por qué recomiendo la novela a pesar de todo? Principalmente por el lenguaje –como ya he dicho- y por el sentido del humor. El tono es cómico, y aunque no se trata de un libro de despolle sí que está presente el humor como elemento vertebrador fundamental. Recordemos que Solar viene de ganar el Premio Bollinger Wodehouse de novela cómica (consistente en una botella de champán y que bauticen a una cerda con el nombre del autor).

Pero como me dijo el buen Peter, un irlandés muy leído, la novela es cómica, sí, pero diríase que la comicidad está forzada. Que todo está puesto a conciencia ahí para hacer gracia. La verdad es que Ian McEwan no es P.G. Wodehouse, a qué negarlo. Luego está el asunto del asunto. Como empecé diciendo, el cambio climático, el efecto invernadero, el calentamiento global, etc. y las energías renovables son ahora mismito un hot topic, y más desde que la crisis ha puesto en tela de juicio la viabilidad económica de estas últimas. Como dice el narrador de Solar, los mercados no te dan puntos por ser virtuoso, y las fortunas se invertirán en energías limpias en la medida en la que estas sean rentables, no porque vayamos así a salvar nuestro planeta.

miércoles, 4 de mayo de 2011

La retórica de las pistolas


-“El Premio Nobel de la Paz remonta en las encuestas con un movimiento propio de una guerra”. (Matías Prats)





Si vis pacem, para bellum. Ayer, releyendo el post sobre El Principito me encontré el comentario del buen Grillo que decía que le interesaba mucho la aviación (militar o no) del siglo XX. A mí solo la militar, amigos, y si sois lectores fieles ya sabéis que no solo la aviación, que me encanta la temática de las guerras. Hoy a la hora del café se ha establecido un debate en el trabajo sobre el concepto de “poner la otra mejilla”. Alguien decía que “dejarse pegar es de tontos” y que “la violencia forma parte del ser humano”. Otro apuntó que sí, pero que “la violencia no es la cualidad que nos hace humanos, sino su gestión de una manera u otra.”

En estas estábamos cuando últimamente me encuentro dándole vueltas a la palabra “guerra”. Una palabra que remite a un concepto aparentemente claro y que sin embargo –como ocurre con todas las palabras- se puede utilizar de un modo muy tramposo. Recordemos que durante todo el conflicto de Vietnam (digamos 1964-1975) los USA nunca emitieron una declaración formal de guerra. Tengo en mi nevera un recorte de prensa con la siguiente perla de Juan Fernando López Aguilar, ex ministro de vuestro gobierno: “En Afganistán hay war, por el amplio uso de la palabra inglesa, pero no guerra”.


Dejando a un lado el hecho de que el ex ministro piense que somos subnormales y que no sabemos inglés (ni español), el petardo de este hombre encierra una gran verdad: la palabra guerra puede ser tabú. Hay quien huye de ella como de la peste, sobre todo los políticos que no quieren admitir que se han visto envueltos en una, con todo lo que eso conlleva. Ha sido el caso de todas las misiones de paz llevadas a cabo recientemente por tropas españolas: Afganistán, Líbano, Libia… Decir que hay guerra es pupita porque la guerra es el mayor de los quebrantos, ya que trae de reata a los otros tres Jinetes del Apocalipsis.

Prepared for peace, ready for war. Decía vuestro admirado Edwin Starr que “La guerra, ¿para qué sirve? ¡Absolutamente para nada!” Molan la frase, la idea (y la canción), pero hoy sabemos que eso desgraciadamente no es verdad. La calificación de guerra, temida por unos, puede ser muy beneficiosa para otros, ya que confiere a los “bandos” un estatus especial de combatientes, que en muchos casos los legitima. Es el caso de las bandas terroristas, como la ETA, el IRA o el UVF.


Todo el mundo está familiarizado con esa retórica absurda de los comunicados etarras: que si “tregua”, “alto el fuego”, “comandos”, “cúpula militar”, “cese de hostilidades”. Hostilidades no, oiga! Usted deje de matar a gente y verá qué risa. El IRA hacía igual, aparte de agrupar a sus miembros en “brigadas”, “compañías” o “pelotones” (y llamar a sus comandos Unidades de Servicio Activo), siempre se expresaba en términos de “objetivos militares legítimos”, “prisioneros de guerra”, “la larga guerra”, etc, por no hablar de su nombre : Ejército Republicano Irlandés (aunque ya se explicó el origen y conexión entre el IRA de los 60 en adelante y el antiguo ejército independentista irlandés).

También los gobiernos, en un momento dado, pueden beneficiarse si sancionan con la categoría de guerra un conflicto o problema al que se enfrentan. Los USA son los maestros de esto, con su famosa “Guerra contra el narcotráfico”, y la actual “Guerra contra el terrorismo”. La expresión War on Terror se me antoja un poco difusa, habrá que llamar a López Aguilar para que nos la traduzca (a lo mejor él se cree que los USA le han declarado la guerra al Conde Drácula, Frankenstein y la Momia, cosas veredes!)


La última de esta saga ha sido la operación de caza a Bin Laden a cargo de los SEALs, fuerzas especiales dentro de los cuerpos de élite americanos. De entre toda la prensa y su baile de “mata”, “asesina”,is dead,killed, me quedo (por una vez) con el diario El País. “EEUU liquida a Bin Laden”. Era un hijoputa de marca mayor, y se han usado contra él armas y recursos de guerra. Pero qué queréis que os diga, no deja de sorprenderme el saber que Obama & co. habían declarado al tío “enemigo muerto en combate” (Enemy Killed In Action). “Action” en inglés es, como veis, una palabra polisémica. López Aguilar, etc.

lunes, 2 de mayo de 2011

Happythankyoumoreplease: Mi peli indie anual



En estos tiempos en que muchos de mis amigos de Facebook o de esos que veo en el mundo real (o su conjunto intersección) comentan la necesidad de ser más felices, que la vida es pupi o puede serlo y que hay que sobreponerse, llega una peli con un efecto analgésico/estimulante que ríase usted del Bálsamo de Fierabrás. Un peliculón, digámoslo ya, de esos que encantan y que además gusta que gusten. Es una peli de buen rollo, dejad de gritarme, y sin embargo nada tiene de ñoña ni de complaciente. También hay sitio en este mundo para cosas agradables, copón!

Pero los tiempos cambian, el mensaje de Qué bello es vivir (1946) ya no colaría por venir envuelto en un papel celofán muy dulce. Añadamos unas gotas de cinismo postmoderno, de sospecha, de estar-de-vuelta-de-todo, de no saber si casarse y tener hijos es lo correcto o deseable, y tendremos la ideología del buen rollo actual. Pero el mensaje de la peli que hoy os traigo es que la gente sigue teniendo básicamente las mismas aspiraciones de siempre: ser felices, esa es la principal ilusión. Sé que decirlo puede sonar banal en estos tiempos de crisis económicas y Navy SEALs pero es verdad. Y si no, si usted lo que busca es la infelicidad y el mal rollo, usted es gilipollas (desde el respeto).


La película que consigue levantarnos el ánimo es Happythankyoumoreplease (2011), escrita, dirigida y protagonizada por Josh Radnor, eterno veinteañero de 36 años, mundialmente conocido por interpretar el papel de Ted Mosby en la seminal serie Cómo conocí a vuestra madre (2005- ). La buena noticia –y, perdonad el esnobismo, pero esto es relevante- es que ni el personaje de Sam Wexler, ni el tono de Happythankyoumoreplease tienen nada que ver con la afamada serie ni remiten a esta en ningún momento pese a girar la peli en torno a un grupo de amigos neoyorquinos que viven su vida hechos un lío a ritmo de música indie. Lo que encuentro superior de esta peli sobre otras lumbreras indie como Juno (2007) o 500 días juntos (2009) es la falta de pretensión.

Sí, todas las canciones que suenan son asquerosamente modernas y cool, hay referencias semiintelectualoides a Leonard Cohen, Dickens, Flannery O’Connor y Woody Allen pero eso es lo de menos. Los personajes parecen bastante creíbles, ellos viven sus vidas con sus problemas y es agradable asomarse un ratito y cotillear lo que les pasa a esta peña de amigos tan interesantes. Viendo Happythankyoumoreplease me acordaba de esa frase de Lennon “la vida es lo que le pasa a uno mientras está ocupado haciendo otros planes”, pero también de la de Elizabeth Gaskell: “volvamos a la bondad de las cosas sencillas”. Atentos a la falacia, sé que ninguno de vosotros vivís en Nueva York, ni sois escritores ni pintores ni escucháis a Leonard Cohen (quién hará esas cosas?) pero también sé que todos los de mi generación, entre los 25 y los 45, podréis sentiros identificados con esta peli, porque sus arquetipos son universales, lo mismo podía estar ambientada en un barrio español con todo el mundo bebiendo Cruzcampo.


Salvo que si fuera así saldrían muchos culos y tetas, se hablaría de la Guerra Civil y habría una burla a la Iglesia. En Happythankyoumoreplease la burla es a la gente infeliz, a la gente cobarde que no es capaz de dar sin esperar nada a cambio o que busca hacer daño sin reparar en los sentimientos de los otros. Suena ñoño? Ved la peli y ya me contaréis. La historia es simple: un escritor fracasado se encuentra en el metro a un niño huérfano y –a su pesar- decide ayudarlo. Luego están una amiga con una rara enfermedad que tiende a liarse con gilipollas sin apreciar dónde está el cariño verdadero y otra pareja de jóvenes en crisis por temas de trabajo y predictor (ya me entendéis). También pulula por ahí una camarera/cantante de la que se prenda el escritor y ya tenemos la historia montada.

No sabría si destacar más el guión, la sutil sucesión de escenas que va tejiendo una historia moderna pero agradable o los diálogos, verdadero hallazgo el Josh Radnor escritor, por su lucidez, su brillantez cómica y su meritorio romanticismo urbano y descreído. La interpretación de los actores tampoco es moco de pavo, el propio Radnor se sale del pellejo, también la camaleónica Malin Akerman (Matrimonio compulsivo, Watchmen) y la talentosa Kate Mara, que canta y da una fresca réplica al protagonista. Los demás secundarios también muy bien, incluido el niño, y mención aparte merece la banda sonora. Como dato os diré que de tantas y tantas canciones chulas, poperas, indies, melodiosas, de letra cáustica, solo conocí una (como dato de lo fuera de onda que estoy, vamos).


No sé si incluir la frase corred corriendo a verla o ya se infiere del tono de esta crítica, solo os digo que Estatuas Verdes, “donde la hipérbole tiene su casa” vuelve a sacar de paseo sus mejores ditirambos. Peli del año, etc.
 
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