Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Letras de los Beatles: El gran mito


El conserje de mi oficina gusta de las conversaciones con enjundia. Quien le quiera escuchar, tiene charla asegurada sobre Peter, Paul and Mary, Stanley Kubrick, la Revolución Francesa o la masonería. Yo le quiero escuchar y hablar, y el otro día, hablando de unas canciones me sorprendió que me saliera con la vieja monserga: “Sí, sí! … Pero lo malo de los Beatles es que sus letras eran una tontería.” G.R.A.C.I.A.S. Siempre me ha molestado esta idea que se ha instalado en la mentalidad colectiva como un dogma incuestionable. Van Gogh se cortó una oreja, Beethoven era sordo, Jimi Hendrix quemaba guitarras y los Beatles escribían letras tontas (cuando no “malas” o “absurdas”).

Quiero aquí encarnar la figura del tocagüevos para rebatir esta idée reçue que me parece una patraña. Y lo malo es que como todos los mitos (que Marilyn Manson se quitó dos costillas, que Keith Richards se cambia la sangre, que los esquimales tienen 1.000 palabras para designar la nieve – o eran 100.000?) resulta prácticamente desalojarlo del imaginario. La idea de que las letras de los Beatles son tontas o ridículas se basa –pienso- en una tensión entre su estatus de iconos culturales, si queréis hasta de catalizadores de ciertos cambios si no políticos y sociales sí al menos culturales, la tensión entre esta importancia y la aparente frivolidad de su papel como lo que eran: estrellas del rock.


Si hubiera sido Ghandi… ma-dre! Ese buen hombre sí que sabía! Y el reverendo Martin Luther King, Jr.: la de Dios! Ese otro hombre, con sus sueños, y tal. Ciñéndonos a las esforzadas décadas de los 50 y 60, ahí estaban poetas beat como Allen Ginsberg o el popular Bob Dylan, dignificado en la figura de cantautor, que además de cantar con guitarrita escribía libros “serios” (Tarantula, 1966). John Lennon también escribió sus libritos, qué os creíais?, pero a él no se le puede tomar en serio porque tenía el flequillo largo y fumaba petardos en el lavabo de la Reina. Los Beatles cantaban sobre submarinos amarillos, si es que trataban de algo sus canciones. Las más de las veces, eran simples gorjeos sin sentido, exabruptos, gritos, “yeah yeahs” y basta, mínima expresión articulada de su ansia juvenil y sus ganas de bailar y follar (no necesariamente por ese orden).

Dylan también cantaba sobre Anita Eckberg, pero para él el rock and roll fue como mucho un vehículo, un medio para obtener un fin, mientras que para los Beatles está claro que el rock and roll era el objetivo, el modelo a imitar, aunque luego se desviaran de él todo lo que usted quiera. Y luego está el otro argumento, el cronológico.


En estos tiempos en que pueden pasar 5 años entre que grupos como U2 o R.E.M. sacan un disco y otro cuesta imaginar un mercado tan poco saturado y tan ávido que recibiese dos elepés de un mismo artista en un solo año, a veces más dos o tres singles con canciones totalmente nuevas. Esto era así porque no había tanta competencia, los sistemas de producción eran mucho más simples (más cercanos a la cadena de montaje del jazz) y además las canciones pop and roll tenían una duración media que rara vez alcanzaba los 4 minutos.

Pero en los años sesenta, un año en la carrera de artistas como los Beatles, Rolling Stones, Kinks, Beach Boys o Byrds podía significar si no un radical cambio de estilo, sí muchísimas novedades éticas y estéticas, en una industria en pañales que se estaba reinventando continuamente para ponerse al ritmo de los tiempos. Por eso la carrera de los Beatles, sorprendentemente corta –apenas 8 años grabando- suele ser dividida en varias etapas según los años, y suele aceptarse 1966 como el año clave que sirvió de bisagra entre las dos más importantes etapas del grupo: la más fenómeno fan y la más –digamos- seria.


Por esta razón, estoy semidispuesto a aceptar que las letras de los años 1963, 64 y 65 fueran un poco sencillas o directas (pero, qué le pedís a una canción pop? Os habéis parado a escuchar las de Elvis de esa época?). Pero a partir del disco Rubber Soul (1965) y sobre todo con Revolver (1966), el que me diga ya que las letras de los Beatles son tonterías es que no las ha escuchado. El que me diga que las letras de “Taxman”, “Eleanor Rigby”, “Tomorrow Never Knows”, “Strawberry Fields Forever”, “Penny Lane”, “A Day In the Life”, etc… son chorradas será que le pide a las letras de canciones mucho más de lo que yo espero de ellas. Que me diga quién le daba esa canela lírica.

De acuerdo, otros artistas eran más políticos, Country Joe y Barry McGuire cantaban contra la guerra de Vietnam, Donovan denunciaba que la guerra es mala y Bob Dylan denunciaba que “están vendiendo postales del ahorcamiento”, pero es que esa gente hacía folk (rock), muchasgraciasnohaydequé. Si hacer letras buenas significa letras comprometidas, acuéstate y vámonos. Ray Davies cantaba al hombre suburbano, al fashionista y al travesti del Soho londinense, al ama de casa frustrada y a la vida pastoril, he ahí un ejemplo de buenas letras, incisivas, cómicas o trágicas pero siempre estimulantes.


Davies es una cumbre de la canción pop británica pero, acaso Lennon-McCartney (y a su modo místico Harrison) no nos dejaron también un legado inmenso de canciones costumbristas (“Being For the Benefit of Mr. Kite!”, “Lovely Rita”, “Penny Lane”, “Good Morning, Good Morning”), líricas (“In My Life”, “Something”, “While My Guitar Gently Weeps”) o incluso filosóficas (“Within You, Without You”, “Tomorrow Never Knows”, “Let It Be”, “A Day In the Life”)?

Desterremos ya la gran patraña de que los Beatles eran malos compositores de letras: si ellos lo eran, qué diremos de Hal David o de Bernie Taupin? No todo el mundo tiene que ser tan metafórico como Van Dyke Parks ni tan cultureta como Paul Simon a la hora de escribir un hit pop. Sobre todo a la hora de escribir un hit pop. Y eso (más que de meterse en la cama, ir a la India, hacerse vegetariano o llevar muchos anillos en los dedos) es de lo que iba la música de los Beatles, por lo menos la última vez que me dio por mirar.

domingo, 25 de septiembre de 2011

2011: Vuelve el P.O.P.


Sabido es que Mark Knopfler dijo que ya no podía gustarnos el rock and roll. Afortunadamente, del pop no dijo nada. Septiembre de 2011: vuelve el pop a mi vida y lo hace con tres discazos de los que merece la pena tener. Ya más o menos sabéis las coordenadas de la música que más me gusta: pop-rock de guitarras, melódico a ser posible, mejor si es indie y con reminiscencias sesenteras (o setenteras). Pues bien, estos tres discos caen de pleno en la descripción, no os los perdáis.


Junk of Hearts (2011), The Kooks.
Vuelven The Kooks, y lo hacen con una dignísima colección de canciones que de seguro encantarán a sus fans. Tan cínico para algunas cosas, no sé si para otras me he vuelto o un ingenuo o qué, el caso es que he leído malas críticas del álbum, y las buenas dejémoslas en piadosas, pero a mí me ha encantado. Más allá de comparaciones con los Beatles (que no comprendo) o Arctic Monkeys (que sí comprendo), lo cierto es que las doce canciones que componen este disco tienen su sitio en él, y no aburre. Esto, que parece un piropo bajo en calorías, es muchísimo más de lo que puedo decir del 90% de los discos actuales, tan abundantes en temas de relleno.

Los singles hasta ahora “Junk of the Heart (Happy)” e “Is it me” están de puta madre, y hay además otro buen puñado de canciones pegadizas, divertidas y alegres, como “Eskimo Kiss”, “Fuck the World Off” o “Mr. Nice Guy”. Leo en una esforzada web argentina que el disco es una basura, que las canciones son muy previsibles, que se sabe cuándo va a llegar el estribillo… si esa es la gran crítica que le vamos a hacer a Junk of the Heart, apaga y vámonos. Si os gusta el brit-pop, este disco es un acierto. No sé si con el tiempo cogerá la estatura de su debut Inside In/Inside Out (2006), que además fue un exitazo, pero de momento a mí me gusta más que Konk (2008) y le auguro muchas y felices escuchas.


Colour of the Trap (2011), Miles Kane. Ahora llega Kane, el pluriempleado del pop, con su debut en solitario, tras militar en The Little Flames, The Rascals, The Last Shadow Puppets y colaborar con gente como Alex Turner de Arctic Monkeys o Noel Gallagher. Impresionante currículum para un chaval de 25 años que sale en los videoclips con corbata orgulloso de sus credenciales britpoperas e indies, aunque tampoco le hace ascos a la psicodelia y el rock de garaje, como puede verse en las canciones “Kingcrawler” o “Inhaler” (no en vano escrita junto a Sean Bonniwell).

Otras colaboraciones en la composición incluyen a Gruff Rhys, de Super Furry Animals y –cómo no- a Alex Turner, la otra mitad de aquel afamado dúo The Last shadow Puppets, que tan buenos momentos nos deparó hace tres años (cualquiera que saque carros de combate en sus videoclips… etc.) Me gusta mucho Miles Kane, es un tipo que solo quiere divertir (bueno, a lo mejor es un pretencioso que busca hacerse un hueco en el olimpo de lo cool subsección indie, pero quién puede tenérselo en cuenta? Acaso no tenemos derecho todos a imitar a nuestros ídolos?) Atención a las canciones “Come Closer”, “Rearrange” y “My Fantasy”, además de las ya citadas.


Sky Full of Holes (2011), Fountains of Wayne. Ahora vamos a lo que el buen Fran G. Matute bautizó como “power pop serio”. Si los otros dos discos de que he hablado se inclinaban al brit-pop, este se escora hacia la música americana, la onda más vaquera del pop, que ya capitanearan Michael Shelley, los Jayhawks y hasta los Lemonheads. Pero que no cunda el pánico: Sky Full of Holes no es un disco de country rock: es power pop.

Lejos queda ya el fallido (a)salto a la fama de la banda de Adam Schlessinger (otro pluriempleado del pop), merced a hits como “Stacy’s Mom” y su vídeo palotista feat. Rachel Hunter. Ahora Fountains of Wayne son –para bien o para mal- un grupo semidesconocido que solo interesará a los verdaderos buscadores de pepitas de oro. Podría decirse lo mismo de Gigolo Aunts o los Posies, gente toda que al igual que Fountains of Wayne pareció que iba a ser famosa hace una década y media pero el mundo giró y los dejó con el culo en el mismo sitio. No nos importa: nosotros a nuestro pop.


Resulta una experiencia deliciosa escuchar el disco entero de cabo a rabo (otro que no tiene relleno). Temas como “The Summer Place”, “Richie and Ruben”, “Action Hero”, “Cold Comfort Flowers”, “A Road Song”... contienen lo mejor de los cuatro discos anteriores de Fountains of Wayne más ese toque americano del que hablaba antes, acercándose peligrosamente a grandes del género como Chris Stamey o Paul Collins. Si buscáis otras críticas también vais a encontrar que están acabados, que es más de lo mismo, y bla bla. Pues eso, otro joyón que no podéis dejar irse.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Friends with Benefits

¿No parece que él le esté diciendo a ella: "¡Te vía hasé unas tonteridas!"?





Como Estatuas Verdes es “un referente de la blogosfera nacional” (Riggy dixit), ayer acudí al preestreno de una afamada película de próxima aparición en la cartelera: Con derecho a roce (2011). O eso, o soy socio de la FNAC y me dan entradas gratis. Antes de que me llaméis “gañán”, os tengo que decir que no hubiera ido a cualquier peli gratuita: es que esta puntuaba doble por ser, además, una comediota… y romántica. (Puntuaba triple). Movido de un inusitado frenesí bloguero que a todos nos recuerda a tiempos mejores y agradecido por la prebenda publicitaria, me dispongo a hablar aquí de la película.

Sé que la juventud se las baja gratis por internet, ayer opiné al respecto. Me consta que algunos lectores clásicos de este blog ya han visto Con derecho a roce. Pero yo la esperaba con verdadero interés, no me negaréis que solo el título ya es obra maestra, y tenía curiosidad por comprobar si la pareja protagónica (el dizque actor Justin Timberlike y Mila Kunis, la cisna negra) conseguían conseguir algo parecido a la química que este subgénero fílmico requiere. Y os lo dice uno a quien le gustaron La madre del novio (2005) y Algo pasa en Las Vegas (2008), entre otras muchas.


Con vistas a despejar las dudas antes de entrar (más) en materia: recomiendo la película muchísimo a los amantes de la comediota romántica, y bastante a la gente a la que le gusta ir al cine en general. Aprecio en esta peli un general esfuerzo por ofrecer un poco más, jugando con las reglas del género, pero siempre dentro de ellas, bien sûr, porque no deja de tratarse de un producto mainstream que ha recaudado 100 millones de dólares. Hay sitio para la reflexión metagenérica y la autoparodia al romanticismo de cartón piedra de las comediotas, ahí están el guiño a La cruda realidad (2009), la broma recurrente sobre las bandas sonoras románticas o la imposible peli-dentro-de-la-peli protagonizada por Jason Segel (sus mejores escenas desde que salía en bolas en Paso de ti, 2008, otra peli de amores que coqueteaba con la transgresión).

Los protagonistas follan (con perdón) bajo un poster de Sucedió una noche (1934), lo que me parece que no es nada casual. Hace 75-80 años la juventud se acostaba en camas separadas por sábanas, cual “murallas de Jericó”, ahora los follamigos son la última tendencia de la sociedad 3.0. Porque Con derecho a roce es una peli muy de ahora, por si no os habíais enterado: salen internet, los blogs (algo puntero, a ver si me entero de qué es), los iPhones, los vídeos de tetas, los flash mobs… Es una chick flick en toda regla, pero creo que también puede aportar algo al varón moderno, acerca de cómo afronta cada sexo las relaciones.


La novedad? Que Con derecho a roce no llega a peli sobre guerra de sexos porque en seguida se dilucida lo único que a los dos ídems nos pone de acuerdo: que a todo el mundo le gusta empujar. Sí cuenta con uno de los clásicos del subgénero: el amigo freak del protagonista (inolvidables Philip Seymour Hoffman en Y entonces llegó ella, 2004, y Rainn Wilson en Mi súper ex-novia, 2006). Aquí el papel lo realiza Woody Harrelson, y me atrevería a decir que es toda una creación. Otro subgénero al que la peli se apunta es al de la querella Nueva York vs. Los Ángeles, cosa que vimos recientemente en Happythankyoumoreplease (2011).

Justin Timberlake está correcto, como un muñequito de pastel de bodas, estoy seguro de que las damas le encontrarán muchas más virtudes que yo. Cero crítica aquí, su papel es más que digno. Mila Kunis me parece estupenda porque se está haciendo cada vez más expresiva, cuando hacía Aquellos maravillosos 70 (1998-2006) solo sabía poner dos caritas: enfadada y sin enfadar. Últimamente está haciendo cosas muy interesantes (además de la obvia Cisne negro, 2010, ella también salía en Paso de ti y recordemos que desde hace once años es la voz de Meg Griffin no tengo que decir en qué serie).


Por una vez y sin que sirva de precedente no voy a hacer una sinopsis de la película que empiece con la frase “La historia es simple”. En este caso con leer el título ya tenéis la sinopsis. Tampoco os destripo el final si os cuento que… lo interesante de Con derecho a roce es observar cómo evolucionan los protagonistas, qué hacen y cómo lo hacen, y en ese sentido me parece que el guión es bastante ágil, para una comedia de casi dos horas. La banda sonora también mola mazo: la música juega un papel clave en la trama, y solo os diré que suenan Kriss Kross, Steppenwolf y un montón de grupos indies.

Si os gustan las comedias románticas no dudéis en ir a ver esta, si os empalagan ni os acerquéis, aunque ya digo, se aprecian meritorios esfuerzos por salirse de la norma. Si os molan Justin Timberlake y/o Mila Kunis no os digo trigo, en definitiva: no se rocéis más de la cuenta, que os conozco!

martes, 20 de septiembre de 2011

Yo antes molaba


Escuché en cierta ocasión en esa afamada cadena Radio 3 una cita de Mark Knopfler que rezaba “El rock and roll le interesa a uno hasta que tiene que empezar a pagar el alquiler.” A mi lado, una compi de trabajo comenta que ella paga alquiler y el rock le sigue molando. Yo tampoco. No somos las excepciones que confirman la regla, es que la cita de Knopfler es mentira. Pero encierra algo de verdad, hay que admitirlo. Supongo que el alquiler y el rock and roll son metáforas sobre las responsabilidades de la vida adulta y la despreocupación de un estado previo, llamémoslo adolescente.

La cosa es que, alquiler, hipoteca, prurito de ahorro, llámalo X, en mi caso el seguimiento por el rock o más bien la música en general sí que ha disminuido en los dos últimos años. No es que ya no me interese, es que como me he propuesto una reducción drástica en la compra de discos no quiero estar al día de la música indie porque el conocimiento genera necesidades y al no querer/poder satisfacerlas sobreviene la frustración. No sigo la prensa especializada ni escucho apenas la radio musical para no saber qué se cuece y, por ende, qué discos me estoy perdiendo.


Y no me digáis que no hace falta comprarse discos para disfrutar de la música: sí hace falta: es parte del hobby. Se pueden bajar cositas –cada vez más difícil- pero no nos engañemos, señora, la música que a usted y a mí nos gusta no está en internet gratis para descargársela fácilmente. Conclusión: mi vida ahora es más triste que antes, echo de menos estar a la última, disfrutar comentando la jugada y descubrir novedades musicales. Porque, surprise surpirse, amigos, el cerebro humano tiene un límite de veces que pueden escucharse los mismos discos viejos de los Beatles o Fito Páez.

Llevo unos días huyendo de las noticias “serias”, me entristece y desmotiva que TODOS LOS DÍAS nos digan que estamos abocados al apocalipsis económico. Que esto se hunde, que nos vamos al carajo, que vamos a tener todavía menos dinero trabajando más horas y más años… Por eso he vuelto a Radio 3. Y de la nueva programación, a la que no acabo de acostumbrarme, me ha sorprendido gratamente el programa matinal Hoy empieza todo (de 7 a 11 de la mañana). Lo escucho de camino al trabajo, y aunque tiene un tonito buenrrollista que a veces mosquea un poco (y aunque recomiendan a Pony Bravo), la selección musical me encanta.


Ayer pusieron a Fountains of Wayne, Ivy, Napoléon Solo, Grupo de Expertos Sol y Nieve, hoy -por ejemplo- a los Jayhawks y a Josh Rouse. Nombres casi todos que hace un lustro hacían girar mi mundo, a algunos los he visto en directo, tengo bastantes de sus discos… estos días los escucho y me alegran las pajaritas, porque compruebo que mi desinterés por la música es falso. Que aunque apenas vaya a conciertos en cuanto alguien me propone un plan me lanzo de cabeza. Que si conociera a gente que tuviera los discos que me interesan claro que me los grabaría.

Hace unos días acudí a casa del buen Josemari a rapiñarle CDs: me llevé unos veinte discos de grupos indie españoles: La Habitación Roja, Dorian, Charades, Second, Profesor Popsnuggle, La Granja, etc, etc, etc., discos todos que en otra época yo me habría podido comprar. Y que debería tener. Ahora al menos podré escucharlos en mp3. Mientras tanto, he tomado la determinación de no negarme un placer tan grande: estaré al día, y buscaré, me bajaré, me haré grabar, me haré regalar, si acaso me compraré alguno de vez en cuando para que no se me salte la hiel. Ando detrás de lo nuevo de The Rapture, Kaiser Chiefs, Miles Kane, Fountains of Wayne, Arctic Monkeys… El escorpión no puede evitar picar a los demás animales, vous comprenez. Y que se vaya al carajo Mark Knopfler.

Judíos y nazis en Berlín


Ayer la prensa de todo tipo se hacía eco de la –para mí- noticia de la semana. Separando la paja (mental) económica del grano político, nos enteramos de que esta semana Mahmud Abbas pretende que la ONU (esa patraña internacional urdida por Truman, Stalin et alii) declare el Estado Palestino. Dice la prensa que 130 países de los 193 que componen la ONU estarían dispuestos a reconocer los actuales territorios palestinos (la franja de Gaza y Cisjordania) como estado soberano. Israel está que trina. 130 países o no sé cuántos pero 1 no: los USA, lo cual equivale prácticamente a una declaración de GAME OVER, dado el derecho de veto que ostentan los yanquis en el Consejo de Seguridad. Eso a Israel ya le pone más contento.

En estas estábamos cuando me voy por la tarde a ver una película de estreno: La deuda (2011), remake USA de una película israelí, dirigido por John Madden (el de Shakespeare In Love, 1998). La deuda, eh? El elenco es, a priori, bueno: Helen Mirren, Tom Wilkinson, Sam Worthington (el de Avatar, 2009) y Jessica Chastain, la chica de moda (próximamente en Wilde Salome y El árbol de la vida). Se trata de un thriller de espionaje, qué me gustan los géneros, basado en una novela de éxito en Israel.


La historia es simple: en 1965, un comando del Mossad acude a Berlín a cazar a un antiguo nazi oculto. A su regreso, resulta palmario que la misión no ha salido tan perfecta como nos quieren hacer creer. Paralelamente, treinta años después, la hija de dos de los espías publica un libro sobre aquella famosa gesta de justicia y memoria histórica à la israelí. Si visteis Munich (2005) de Spielberg ya sabéis la onda de esta peli. Suspense, trama de espías, tensión, engaños, drama, su poquitín de ideología y política y –cómo no- su pizquitina de amoríos.

Las pelis de espías dan mucho miedo: mi madre siempre lo ha dicho: porque te llegan a mostrar la punta del iceberg de lo que ocurre en la realidad. Las de James Bond no, claro, esas son de buen rollo porque gimnastizan la violencia, pero en la “serias” o realistas aparece uno que se te acerca a pedirte la hora y a lo mejor resulta que te apuñala con un paraguas. Estas cosas pasaban y pasan en verdad, basta con ver algún documental de Canal de Historia o recordar el caso de Litvinenko.


En un momento dado no sé si estoy viendo una peli de espías o de etarras, ya entenderéis por qué, pero todo sea por mor de la Memoria Histórica o la Razón de Estado. Los padres de los agentes israelíes fueron víctimas del Holocausto, y eso les imprime una motivación perfectamente comprensible pero que hiela la sangre. Como digo, La deuda es un thriller de bastante calado, la historia salta entre pasado y presente y se desarrolla en distintos escenarios, como gustan ahora de hacer las novelas y películas de índole investigativa à la mode (dónde he leído yo esta frase?)

La resolución de la película –también os lo tengo que decir- no me satisfizo por completo, aunque sí a mi acompañante. Pero si en Rocky (1976) “lo bien que estaba hecha la media hora final hace que olvidemos el resto” (Pumares dixit), no vamos a hundir La deuda por un cuarto de hora regularcillo. La peli alcanza con creces los objetivos que se plantea, y -pese a su final chapucero- nos hace pensar, sentir, sufrir…


Fui a la sesión de las cuatro de la tarde, y como hube de almorzar muy pronto, vi el telediario de Cuatro. Casualmente salió la noticia de un memorista histórico argentino que andaba hurgando en la ruta de escape que tantos jerarcas nazis encontraron tras acabar la guerra, y que acababa en el país de Perón, el filonazi. La historia era que se han encontrado pruebas que relacionaban al estado argentino con la complicidad en esas huidas y escondites de nazis. La caza de nazis ocultos, un tema que han tratado desde Kurt Vonnegut hasta los X-Men. A esta mitología se suma ahora La deuda, película que recomiendo, pero no hasta la afonía. Prefiero la parte de los años 60 a la que se desarrolla en el Israel (cuasi)actual, como también prefiero las historias de judíos antiguas a las de ahora.

Mientras tanto, seguiremos atentos a la ONU. Mañana -por si acaso- me voy a ver una comedia.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Tú los desayunabas


Cada día me fascina más el poder evocador de los objetos. Será que va pasando el tiempo, y aunque soy joven, van pasando las décadas y se van acumulando las vivencias, buenas y malas (perdón por la perogrullada). No sé si es porque este verano he ido cuatro veces al tanatorio (una de ellas como parte del duelo), pero no deja de envolverme con su velo la ceremonia de la muerte.

Algunos dicen que son gestos mecánicos, que es una rutina ajada. Yo cada vez le veo más sentido, porque aunque es muy cierto que las palabras pueden ofrecer poco consuelo en esos momentos clave, la simple presencia de las personas que se dan cariño y apoyo es lo que nos devuelve al mundo de los vivos, a la manada.

Pero hablaba de objetos. Casi todos los días, por h o por b, me acuerdo de la magdalena de Proust. El poder evocador de la música es algo sobre lo que resultaría tedioso incidir de nuevo. Y quién, reconociendo un olor por la calle no ha vuelto a tener delante a esa persona, a esa ciudad? Últimamente me pasa con las formas y los colores. Como me dijo no recuerdo quién hace poco, “Porerror, es que para ti todo es otra cosa”. Y tenían razón, todas las cosas me transportan a otro significado, no puedo evitar realizar conexiones, asociaciones de ideas, me pesan mucho los recuerdos.

Hay amplias zonas de la experiencia sensible que sé que son “de peligro”. Si veo tal o cual personaje de dibujitos animados, si escucho tal canción en la radio, si me encuentro una foto. Estoy mentalizado (ya que no preparado) y dichos encuentros no pasan de tener un efecto de pena y melancolía momentáneas. Pero la percepción es tramposa y nos tiende celadas allá donde nuestra mente no podría imaginarlas: imposible protegerse, entonces.

En otras palabras, quién me iba a decir a mí que ayer por la tarde, en medio de un Carrefour, rodeado de tambores de Ariel, botellas de aceite y latas de Cruzcampo, empujando un maldito carro de plástico duro, mi vista se iba a posar, en el pasillo de las galletas, sobre un paquete de Chiquilín Ositos (un producto que había dado al olvido) y se me iba a caer el alma a los pies porque me iban a recordar a mi hermanita pequeña, muerta hace dos años y medio?

jueves, 15 de septiembre de 2011

A mí también me chupó un pezón Fernando Esteso


-“Esos locos furiosos increíbles…”
(José Agustín Goytisolo)




En el prólogo a su afamada Comedia humana (ciclo de decenas de novelas), el escritor francés Honoré de Balzac afirmaba que quería entrar a describir y analizar las vidas y costumbres de la gente corriente, por oposición a los poderosos y notables, que habían sido hasta el momento el objeto preferente de la literatura. Así se forjó una “vasta catedral narrativa” (cita de Mauro Armiño, traductor de Balzac) cuyas capillas son los episodios novelescos donde se contaba la vida de ambiciosos estudiantes sin blanca, posaderos parisinos, intrigantes damas, avaros impenitentes o señoritas casaderas de provincias.

Fan número uno de la tele (hoy mi novia me lo ha echado en cara), llevo algunas semanas embarcado en la apasionante empresa de ver la serie La que se avecina (2007- ). Dicho así parece tarea fácil, pero en cuanto explique el método que estoy siguiendo se comprenderá que no es tan sencilla la cosa. Esta serie empezó hace 4 años y medio en Telecinco, todo el mundo sabe que es la directa heredera de Aquí no hay quien viva (2003-2006) de Antena 3. Que la sucedió tras un cambio de cadena motivado por razones digamos que no puramente artísticas. Aquí no hay quien viva marcó una época, y no soportó la marcha de Emilio el portero (Fernando Tejero), verdadero personaje revelación de la serie.



Pero también hubo otros cracks que saltaron a la fama en esa serie, por ejemplo Eduardo Gómez, Malena Alterio o José Luis Gil (si no os suenan los nombres, metedlos en Google images). Yo era fan a ultranza de Aquí no hay quien viva, cuando cambió de cadena me dio tantísimo coraje que juré no ver esa injuriosa “adaptación” [Wikipedia dixit] de Telecinco: era una burda copia, una histrionada que nada aportaba puesto que su parecido con la original la convertía más en un producto derivativo que en una creación original. Así pasaron años y no vi ni un solo episodio.

La actual panoplia de canales televisivos digitales favorece el encuentro con productos televisivos orillados, programas que en su día no se vieron, amén de la revisión de clásicos onda Friends (1994-2004), Perdidos (2004-2010) o Los Simpson (1989- ). Como dijo el gran J. A. Goytisolo, “la noche le es propicia”, y henos aquí que durante este verano me sorprendí viendo de soslayo algunas escenas de La que se avecina entre zapping y zapping, apenas capitulillos sueltos, y como quien no quiere la cosa terminé por engancharme. La serie original tendrá próximamente su sexta temporada en Telecinco, pero en la actualidad es posible cazarla –cual mariposa esquiva- en diferentes cadenas a diferentes horas de tarde, noche y madrugada (que yo controle).



De este modo, parte mis calores del verano se han mitigado con el consabido ritual de la Coca-Cola Zero y las pipas, yendo mando a distancia en mano tras los capítulos deslavazados de La que se avecina en La 7, Factoría de Ficción, Telecinco y Paramount Comedy, como iban Helen Hunt tras los tornados en Twister (1996) y John Wayne tras los rinocerontes en ¡Hatari! (1962). Lo que he descubierto es que La que se avecina es en realidad una monumental obra cómica cuya gracia me atrevería decir que supera a Aquí no hay quien viva. En originalidad no la supera, está claro, porque la premisa es calcada: desventuras de una comunidad de vecinos neuróticos que se enfrentan a los problemas y situaciones del día a día.

Los comienzos de La que se avecina fueron discretos, Telecinco la llegó a relegar a la franja late night, pero con el tiempo el programa se fue consolidando, las cifras de audiencia se estabilizaron y empezaron a crecer, gracias a una cada vez más amplia base de fieles devotos, que se partían la raba observando las disparatadas evoluciones del vecindario de Mirador de Montepinar.



Si conocéis la serie, sería ocioso listar aquí a todos los personajes que han desfilado por ella (cada temporada ha traído inevitables cambios, bajas e incorporaciones); si no la conocéis, una lista tal no os diría nada. Yo he ido haciéndome la composición de lugar en plan puzzle. En lugar de ver la serie en orden cronológico, por temporadas (como corresponde), he tenido que ir picoteando los episodios que veía por ahí, algunos radicalmente diferentes (por ejemplo, en un episodio A y B están casados y en otro están divorciados y B vive ahora con C, etc, etc.). Se ha ido configurando así en mi mente, un impresionante fresco cómico, gigante en estatura, en el que he tenido que ir rellenando los huecos que faltaban, aunque de vez en cuando veía algo que ya había deducido que pasaba, claro. Y todavía no lo visto todo ni mucho menos.

La traída a colación de Balzac no tenía como objetivo comparar su Comedia humana con La que se avecina, o a lo mejor sí. Sí, en verdad era eso exactamente. Porque salvando las cuasi infinitas distancias, cada episodio de la serie es una pequeña capilla con sentido completo (como buena sitcom), enmarcada en una grandiosa catedral cómica. En vez de Papá Goriot, Enrique Pastor (concejal de Juventud y Tiempo Libre), Eugénie Grandet es la Cuqui, y así sucesivamente...

lunes, 12 de septiembre de 2011

Judíos y nazis en París


-“París liberada por sí misma, por su pueblo, con el concurso de los ejércitos de Francia.”
(Charles de Gaulle, 25 de agosto de 1944)





Conozco a una persona francesa cuyos padres murieron en Auschwitz. Cualquiera que haya estado en Auschwitz sabe que después de verlo en directo (bien que 60 ó 70 años después) la concepción que uno tiene sobre la 2ª Guerra Mundial y el Holocausto no vuelve a ser la misma. Si el año pasado el tema de mi verano fue el periodo entreguerras, el de este ha sido sin duda la 2ª Guerra Mundial. No descarto escribir otras cositas sobre el tema, tengo pensadas ideas que no digo porque si no nunca salen. Pero ayer vi una peli francesa sobre los judíos que me gustó mucho, y despertó en mí muchas y muy fuertes emociones.

La llave de Sarah (2010) está basada en una novela homónima de Tatiana de Rosnay que no he leído. No sé cómo será el libro: la peli es la historia de una niña judía francesa en 1942 -y más allá- entrelazada con la de una periodista USA afincada en Francia (Kristin Scott Thomas) en la actualidad. Motivo? No os voy a destripar la peli, pero podéis figuraros que ambas tienen algún nexo en común, y así la historia salta entre pasado y presente y se desarrolla en distintos escenarios, como gustan ahora de hacer las novelas y películas de índole investigativa à la mode.


Cualquier estación de tren de Francia esconde placas conmemorativas de los ferroviarios caídos en la(s) guerra(s) y muy frecuentemente en recuerdo de los deportados judíos franceses. Deportados a los campos de exterminio nazis, me leeréis hacer bromas sobre casi todo, sobre esto no. En la ciudad de Compiègne, famosa por estar cerca de donde se firmaron el Armisticio de la 1ª Guerra Mundial (1918) y la capitulación francesa en la 2ª (1940), la estación de tren cobija varios vagones que fueron utilizados para transportar judíos a los campos. Están repintados, pero hielan la sangre porque aún se ven las ventanas bien tapadas con alambre de espino.

A pocos kilómetros de allí, otro famoso vagón de tren guarda un gran secreto: es una réplica de aquel en donde se firmaron las dos rendiciones anteriormente citadas. Sabido es que la derrota del Reich alemán en la Primera Guerra supuso para ese gran pueblo una humillación en muchos casos insuperable. El afán de revancha presidió muchos de los primeros compases de la Segunda, hasta el punto de que una vez que Hitler tuvo a Francia de rodillas en junio de 1940 (la “Extraña derrota”, ya sabéis), exigió que le trajeran el mismo vagón donde según los franceses “sucumbió el orgullo criminal del Imperio Alemán” 22 años antes, para obligar a Francia a firmar su rendición allí, devolverles la humillación y hacerles tragar quina. El vagón hubo que sacarlo del museo donde se encontraba, y posteriormente fue quemado por los nazis.


Tal vez la frase que más me impactó de toda la peli La llave de Sarah fue una en que se revela una de las verdades más crudas del tratamiento que sufrieron los judíos en la Francia Ocupada. Supongo que conocéis la historia del Velódromo de Invierno, lugar de París donde las autoridades francesas recluyeron, a instancias de las alemanas, a los judíos que iban deteniendo (más de 76.000 fueron deportados de Francia y asesinados). Sobre esto hay muchas pelis y libros, La llave de Sarah viene a unirse a esta tradición.

La familia de Sarah vive en el Marais, céntrico barrio parisino donde los judíos creyeron estar a salvo hasta que durante el verano de 1942 fueron detenidos en una serie de redadas y encerrados en el velódromo, antes de su deportación. No en vano hace seis años hubo en el ayuntamiento de Paris (que está a un minuto de ese barrio) una exposición fotográfica recordatoria de estos sucesos con el título “El Marais: De refugio a trampa”.


Recomiendo a todo el mundo esta película, no ha mucho hablando con amigos comentábamos lo trillado que estaba en la ficción el tema de la Guerra Civil. “Pues anda que el de la Segunda Guerra Mundial…” –terció otro. También se ha explotado mucho, pero qué queréis que os diga, yo cada día lo encuentro más interesante. Los canales National Geographic e Historia nos ofrecen un sinfín de reportajes sobre el conflicto desde los más variados puntos de vista, cada vez sabemos más y se arroja luz sobre más aspectos. La Guerra Civil española (sobre esta también hay reportajes), con perdón, siempre es lo mismo: lo mal que lo pasaron los catalanes y lo importante que fue el maquis.

La Memoria Histórica exige siempre tomar partido, pero pocas dudas pueden quedarnos en el tema del exterminio judío a manos de los nazis. Los nazis lo documentaban todo, y esa fue su perdición. En La llave de Sarah, uno de los personajes se pregunta en un momento dado cómo es que hay tan poco testimonio gráfico sobre la deportación de los judíos en Francia, el Velódromo de Invierno, etc. Y el personaje de Kristin Scott Thomas le responde: “Compadre, porque esto no fueron los alemanes, fueron los propios franceses.” Esa era la frase que os decía que más me ha impresionado de la película, sobre todo habida cuenta de lo que os contaba al principio del post.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Larga (vida) al blog!


“Primiciote mundial!” –dijo la profesora- “Hay un nuevo invento en la ciudad: se llama blog y sirve para que la gente escriba cosas.”

“Demasiado peligroso” –pensé-, “podría acordarme de esto, escribirlo en él y ser sarcástico.”

Cosas sobre las que me habían hablado esa misma mañana en el curso:

-Los discos duros externos
-Los pendrivés
-YouTube
-Windows Movie Maker
-La Web 2.0

(Hay una cosa que se llama “lenguaje”, etc.)

Estaba claro, me estaba bien empleado por ir a hacer un curso de “lo mío”, era de esperar que hubiera algún segmento dedicado a las nuevas tecnologías, pero lo que de ninguna manera me podía esperar era que dedicaran una hora y media a explicarme lo que era un b.l.o.g.


“Alguien de la clase sabe lo que es un
blog? Alguien lo ha utilizado?”

“Sí, casualmente yo tengo uno desde hace cuatro años.”

“Estupendo. Nadie, no...? Pues os lo contaré: un blog es una especie-de-página-web-innombrable-donde-la-gente-escribe-y-otros-dejan-comentarios, y…”

[PORERROR DESCONECTA MENTALMENTE Y SE PONE A ESCRIBIR ESTE POST.]

A finales del 2011, alguien en un curso supuestamente puntero nos introduce el concepto de blog (o “weblog”, como amablemente nos indicaba la profesora). Lo cual es irónico, ya que llevaba varios meses queriendo escribir sobre la tan cacareada “muerte del blog”, me sorprendió bastante que allí me lo trataran de vender como algo nuevo.


Si nos dieran un euro cada vez que alguien comenta en la prensa últimamente que el blog ha muerto seríamos ricos. Sí, amigos, hace varios meses leí en El País (Diario Global en Español) acerca de la defunción del blog, de boca nada menos que dos ex mandatarios sudamericanos. “El blog ha muerto” –decía el ex presidente de… digamos Ecuador, o Costa Rica, o así (desde el respeto, es que no me acuerdo y no encuentro el enlace.) “El blog ha muerto.” “Será el tuyo, chulo,” –pensé entonces- “porque el mío gracias a Dios sigue en activo.”

La historia es la siguiente: leer un blog requiere bastante tiempo y esfuerzo, y más aún dejar un comentario. Si la gente no tiene tiempo de pararse, si da perezona, es normal que se recurra a medios más instantáneos o inmediatos. Por eso ahora lo están petando Facebook, en España el Tuenti, y sobre todo Twitter. Si hasta en el telediario de Antena 3 sacan una sección con mensajes tuiteros. Si hasta Carlos Herrera ha estrenado la suya esta semana. Los telediarios de la CNN o BBC hace años que publican los tuits de sus espectadores. Programas de toda ralea compiten por establecer absurdos y efímeros trending topics (se me vienen a las mientes ahora La Parroquia del Monaguillo en radio y No le digas a mamá que trabajo en la tele en TV.)


Para Andy Warhol, en el futuro todo el mundo debería ser famoso durante quince minutos. Para Twitter, durante quince segundos. Los estatus de Facebook te ponen al día de las chorradas (o cosas importantísimas) que piensan tus amistades, de sus novedades personales o últimos descubrimientos en discos, libros, pelis. Tres cuartos de lo mismo con los tuits de hasta 150 caracteres, verdaderamente suponen un medio cojonudo de comunicación para una generación que lleva al menos una década adelgazando su prosa con los sms. Es normal que la peña no se pare a leer una columna de opinión medio larga, un molondro de ochenta líneas u ocho párrafos.

Salvo que si te interesa, lo leerás. Sabrás sacar tiempo y disfrutarás de ese pequeño espacio de contacto con quien escribe, y muchas veces con otros lectores. Y si el problema es el tiempo, piensa en el que invierte el autor de la bitácora (qué me gusta esa cursilada de palabra!) Asisto con pena a un desfallecimiento de algunos de mis blogs de cabecera, no sé si motivado por la inapetencia, pereza, desánimo o dificultades de otra índole. Desde aquí recuerdo a amigos (y grandes promotores de Estatuas Verdes) como El Perro Lunar, Almanaque de Otoño, No te perdono que no sepas volar, Critícamelo o Baile Cadera.


Afortunadamente, los viejos blogueros nunca mueren y ahí están La lección de anatomía y Pura Fritanga, odres nuevos para el vino de blogueros veteranos, que lo atestiguan. Algunos saben que yo mismo estuve a un tris de dar carpetazo a este blog la semana pasada. Pero no lo haré, al menos de momento. Sigue habiendo muchísimas razones para seguir escribiendo. #acampadablog, etc.

Tournée: Despelote en Francia (del Norte)


Giras famosas: la Vuelta Ciclista a España, la Rolling Thunder Revue de Bob Dylan et alii, aquella de Guns N’ Roses que duró más de dos años, la de Casi famosos (2000), La tournée de Dios (1932)… Ahora nos llega la mejor tournée desde aquella de Jardiel Poncela, la película Tournée (2010), del francés Mathieu Amalric. Se me ocultó que este Amalric era –entre otras cosas- el malo de Quantum of Solace (2008), ya con eso hubiera ido a ver su película. Pero no me faltaron recomendaciones, las de Fran G. Matute, Mª José, Natalia… me vienen a la mente.


La historia es simple: una troupe de artistas USA del género cabareteras (lo que para darse más pisto postfeminista se llama ahora New Burlesque) se van de gira por ciudades segundonas de Francia. Su productor (Amalric, protagoniza y dirige) las ha traído con la promesa de acabar triunfalmente en Paris, pero por el camino la realidad con que se topan es una migajita más cutre de lo esperado. Paralelamente, asistimos a un ajuste de cuentas con el pasado por parte de este productor francés emigré en USA, cuya vida vamos descubriendo poco a poco que ha sido un tanto complicada, por decirlo suavemente.

Esto del Burlesque es una cosa que está ahora muy de moda, tanto que hicieron una peli sobre el tema hasta Cher y Christina Aguilera. Tanto que Dita Von Teese, catedrática del género y famosa por ser la ex de Marilyn Manson, es ya toda una celebridad mainstream (no llegó a ir hasta a El Hormiguero? Habría que mirarlo). Nótese el juego de palabras en el nombre de la artista del destape: condición “sin la cual no” para tener carisma encima de un escenario de estos burlescos (las de Tournée, artistas en la vida real, tienen todas su alias picantón).


Como digo, está de moda esto del cabaret/striptease, más tease (hacer rabiar) que strip (desnudar), es lo más postmoderno, aunque a mí me sigue pareciendo una horterada, no le veo el chiste ni como estímulo erótico ni como verdadero arte. En otras palabras, se pasa de Las tres Gracias de Rubens y no llega a Barney Stinson comiendo pavo en un club el día de Acción de Gracias. Pero es innegable que la peli tiene una estética cautivadora, aunque sea cómo filmar el lado cutre de la realidad, lo cual a mí siempre me ha dado más bien grimita: teatros cutres, hoteles de medio pelo, la carretera, maquillaje corrido, uñas despintadas, etc.

La película en sí ha sido saludada como una mordaz comedia negra, una peli inquietante, sacudidora de conciencias, incómoda de ver… y viene avalada por el premio al mejor director que se llevó Amalric en el último festival de Cannes. He nombrado ya a Amalric en esta reseña? Aunque la peli va de media docena de tipas que se contonean al ritmo de la música, extrañamente Tournée es él. Quiero decir, me quedo con él, es lo que más recuerdo cuando pienso en la peli, en su interesantísima interpretación.


Mi novia, que venía conmigo, salió del cine indignadísima: la obra es cruda cual filetazo, es la mejor peli de Almodóvar que nunca rodó Almodóvar (coño, salen travestis, hospitales, chistes escatológicos… ya me diréis!). Y aunque yo no puedo recomendarla como un peliculón o una obra maestra, sí os animo a que vayáis a verla, porque es una cinta que no te deja indiferente. Es provocadora, y el guión está de puta madre construido. Eso sí, es posible que no satisfaga a los paladares ávidos de finales felices, de historias tipo planteamiento-nudo-desenlace, a los que estén esperando que pase A.L.G.O.

A cambio, el buen Amalric lo que nos ofrece es una maloliente y desasosegante tranche de vie –bien que bizarra-. La vida: esa putísima tragicomedia, esa señora inelegante que tanto se empeña en hacernos la pascua pese a lo mucho que la queremos.

domingo, 4 de septiembre de 2011

La piel que habito


Tras aproximadamente cuatro minutos tratando de pensar en un juego de palabras ingenioso (que incluyese el título de la última peli de Almodóvar) para bautizar este post, me rindo y entramos en materia. Ayer fui a ver La piel que habito (2011) última entrega del manchego universal, etc. Tenía muchísimas ganas de ver la peli, últimamente me están gustando las que hace Almodóvar, e incluso si no me satisfacen por completo, no puedo evitar pensar que nos encontramos ante un auténtico artista con una visión particular, aunque la mitad de las veces no comulgue con ella. Y –para qué negarlo?- me encanta una chorrada y ando frenesizado detrás de esta peli desde que me encontré a los Hnos. Almodóvar en el teatro en Madrid hace seis meses.

Lo que importa es la peli: me ha parecido buena o muy buena. Visualmente impactante, como nos tiene acostumbrados, lo que más destacaría del conjunto es el trabajo de los actores (férreamente dirigidos por Tito Almo, no me cabe duda). Antonio Banderas está de 10, Elena Anaya obra maestra también, y Marisa Paredes (probablemente la actriz española que más odio tras Pilar Bardem y Carmen Machi) también se sale en el papel que interpreta. Hay otros secundarios que no lo hacen mal, a excepción de Eduard Fernández, quien cada vez que abría la boca subía el pan: me recordaba que estaba viendo una película.


También anda por ahí un Roberto Álamo disfrazado de tigre al que le cabe el Titanic, más hubiera valido que su personaje proppiano hubiera sido mudo. El guión no me parece un prodigio pero sí que sabe mantener la intriga y es interesantísima la manera en que está narrada la historia. De hecho, pienso que con La piel que habito nos encontramos ante un nuevo triunfo de la forma sobre el contenido, hasta el punto de que si llego a saber de qué iba verdaderamente la peli no hubiera ido a verla. Por qué? Por ser la historia más horrible de la que he tenido noticia en los últimos tiempos (y os recuerdo que acabo de leerme Fantasmas).

Seguro que a Chuck Pahlaniuk le encantará esta peli, el problema es que a usted, señora, no le va a gustar. Y Almodóvar no es David Cronenberg (ya ni David Cronenberg es David Cronenberg), sus pelis ya no son underground ni están dirigidas a un público minoritario con amplias tragaderas. Esta peli no, La piel que habito es un producto mainstream, avalado por una impresionante promoción, es la peli que todos los españoles deberían ver este año, salvo que a lo mejor les horripila.


La “fábula” (la historia en sentido lógico y cronológico) me parece la mayor fantochada que ha parido madre, y además muy morbosa, coño. La “trama” (la selección y manipulación de los hechos tal y como el autor nos los presenta) me parece fantástica. Aristóteles vs. Hunter S. Thompson, terror y piedad, miedo y asco en La Mancha, etc, etc. La historia es simple, pero me vais a permitir que no la cuente. Si queréis ver esta peli vais a ir a verla independientemente de lo que diga yo o cualquier crítico. Y ya sabéis lo bastante como para interesaros. Si por el contrario no pensáis ir a verla pero sois fans del blog, espero que todo el mundo pueda disfrutar de un post sin tener pesadillas por la noche.

Mi veredicto entonces? La peli es muy buena, he pasado un rato de cine inolvidable, ahora bien, no se la recomendaría a todo el mundo. Si te gusta el mondo Almodóvar, si te gusta el cine, te paras a analizar los planos, las secuencias, los movimientos de cámara y esas cosas ve a verla. Si solo quieres una cosita española para pasar el rato ni se te ocurra. [Por cierto, buenos Migue y Mojaquero: ya he aislado el sema de las películas españolas: salen tetas. En esta se cumple varias veces.] Los momentos sublimes alternan con otros de vergüencita ajena, como pasaba con Los abrazos rotos (2009), con la ventaja de que La piel… NO es aburrida. Probablemente, la palabra que más afluyó a mis labios mientras estaba viendo La piel que habito fue “bizarría”, lo cual puede molar, pero ya se sabe que no es para todo el mundo, ni siquiera para mí todas las veces.


Dice Almodóvar que esta peli suya es para verla más de una vez, que no lo dice por hacer más caja sino es que la historia gana en matices y riqueza de detalles con un nuevo visionado. No lo pongo en duda, yo mismo salí del cine diciendo “Ay, ojalá viera de nuevo tal o cual escena del principio, ahora que conozco la peli entera, a ver qué me aportaba!”. Motivo para el debate lo hay por arrobas. Os aconsejo que después de verla os vayáis a tomar algo y montéis un cine-fórum. La piel que evito... La piel que he visto... La peli que he-vitto… Solo os diré dos palabras: “Es Pedro”. (Ya lo entenderéis.)

jueves, 1 de septiembre de 2011

Lo contrario de la literatura


-“Vaya poeta el Palahniuk.”
(Riggy)




Para contar una anécdota cualquiera valemos. De hecho, si lo pensáis una migaja, gran parte de nuestra vida digamos “social” se basa en articular las piezas del lenguaje para contar cosas, para narrar. Seguro que usted, señora, esta mañana le ha contado a su vecina que venía de comprar pollo en el supermercado de enfrente. Pues la Sra. Dalloway dijo que ella misma compraría las flores. Se entiende por donde voy, no?

Para contar una anécdota o una historia cualquiera valemos, para embellecerla y para hacerla interesante ya no tanto. Y para que esta sea digna de recogerse negro sobre blanco y perdurar en un libro, y la gente (o una biblioteca) pague por ella y se lea, y se recuerde, y se comente, y se recomiende, etc, etc… eso sí que resulta difícil, compadre. Es lo que se llama un clásico, si es que para colmo resiste la prueba del paso del tiempo y queda como referencia de significados para una comunidad cultural. Como decía Italo Calvino, “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir” (bueno, el colega se marcaba creo que 14 definiciones diferentes en su prólogo a Por qué leer los clásicos)


Si –por conveniencia argumental- aceptamos que los clásicos son libros buenos, bien escritos, satisfactorios, habrá que suponer que tienen unas características comunes que los distinguen de los demás libros. Quien supiera aislar cuáles y describirlas o reproducirlas se podría hacer de oro (en un mundo paralelo en que los libros dieran dinero), y no ha faltado gente que lo haya intentado, entre la crítica y los autores: en eso andan algunos.

Hay otra suerte de escritores, que por falta de un término mejor llamaré “viscerales” (perdón perdón perdón...) a los que no les interesa tanto el producto acabado, ni la belleza de lo que escriben, entendida como lo que todo el mundo entiende por belleza, aunque la apliquen a cosas diferentes. Para estos, muchas veces, parece que cualquier tropelía queda justificada en un libro siempre y cuando tenga valor de choque. Ojo a la jugada. Una cosa es ser vanguardista, arriesgar, no conformarse - “casualmente” (atentos, es una ironía) muchos de los clásicos establecidos empezaron creando escándalo- y otra cosa es armarla por armarla, metiendo en un libro cosas desagradables, zafias, de horripilancias… y a quien no le gusten es un estrecho intelectual, un acomodaticio, un vendido, un square.

Ojo que se puede ser un escritor chocante y a la vez tener una solvencia intelectual. Ahí está Bret Easton Ellis para demostrarlo. Que no hace falta retratar cosas agradables para hacer buen arte, que los enanos de Velázquez también emocionan, etc. No va por la ñoñería mi crítica.


Hoy pongo el pie en el suelo y me planto. Vuelvo una y otra vez al ultraturbador libro de Chuck Palahniuk que ayer reseñé, Fantasmas (2005) y francamente, amigos, no sé a qué carta quedarme. Lo recomendaría? Pues según a qué personas, dependiendo de su sensibilidad (literaria o no). Es un libro que además de pretender resultar desagradable cubre un espectro cultural muy limitado: vivencias urbanas posmodernas de personajes semimarginales en USA. En otras palabras, léelo solo si te va el gore. Si te van “las pérgolas y el tenis” (por citar a Gil de Biedma) no se te ocurra acercarte ni a la foto de la portada.


Porque Fantasmas es horripilante, ayer no quise dar ejemplos de la trama en parte por apuro y en parte por falta de espacio, pero lo hizo el buen Riggy en un comentario a mi entrada. Policías que se follan maniquíes infantiles, pajilleros irredentos que se ven abocados a cortarse su propio intestino grueso a dentelladas para no asfixiarse en una piscina, canibalismo, incesto, asesinato, tortura… todo presioso, vamos.

Pero todo lo excluido, lo secreto, lo prohibido, provoca morbo. Lo aprendimos en Los Simpsons, que la censura era mala: Marge puede hacer que quiten de la tele Rasca & Pica, pero entonces debe hacer campaña contra el David de Miguel Ángel. O lo aceptamos todo o no podemos ir por ahí diciendo que nos va la libertad.


Con todo, el libro está bien escrito, eficientemente escrito, quiero decir que, pese a sus excesos retóricos y un abuso de los leitmotivs, los 23 relatos y otros tantos poemas en prosa más las transiciones se encuentran convenientemente engarzados, el suspense se dispensa con pericia y la caracterización de los personajes resulta bastante apta (aunque hay algún que otro monigote plano). Pero acabo el libro y me da coraje. Es bueno? Yo qué sé, y debería saberlo porque me lo he leído entero.

Me ha gustado? Me lo he leído en seis días, teniendo más de 400 páginas, ha habido momentos en que me sentía atraído hacia él como un imán… son esos los indicadores? Sin embargo el magnetismo de Fantasmas –en mi caso- era más debido a la pura curiosidad de saber qué iba a pasar y por qué se comportaban como lo hacían ciertos personajes que a un verdadero interés morboso por lo que se estaba contando. En este sentido el libro es buenísimo, si superas el asco y el horror te tiene enganchado.


En otro sentido, el de una supuesta calidad literaria intrínseca, no me parece que Fantasmas sea ninguna maravilla, solo engancha igual que te engancharía tu colega contándote una anécdota bizarra. La tramoya de figuras literarias es débil y a veces demasiado obvia, como dije algunos personajes son espantapájaros, la ideología tras el libro es pobre, y hay demasiadas trampas.

Pienso todo esto y lo confronto con un montón de gente que me urge a que me lea Guerra y paz (1865), un libro eminentemente “bueno” donde los haya. Un libro que te lo lees y seguro que es como si te hubieras comido un potaje, de lo reconfortado y nutrido que acabas. Por oposición, leer a Palahniuk es como ponerte un supositorio para ir a cajar. Me entran ganas de leer a Tolstói, Marcel Proust, a Balzac, a John Banville, gente que una de dos: o son orfebres de la lengua o tienen cosas muy importantes que contar. Lo contrario de la charcutería, vamos.

 
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