Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

martes, 1 de noviembre de 2011

Mis neuronas de viaje de estudios


La verdad es que con las movidas estas de la Educación no sabe uno a qué carta quedarse, amigos. Parece claro que para un país una de las cosas más interesantes es tener una educación de calidad, a ser posible pública y gratuita, para garantizar el máximo desarrollo del potencial talento y como mecanismo nivelador de las desigualdades. También hay una tercera razón, pensada así, a vuelapluma. Mientras más educada esté una población, más sociable será, menos marginalidad, delincuencia, etc., deberá haber (en teoría). Dejando atrás las posibles manipulaciones y/o agendas ocultas de los gobiernos y los partidos políticos que los informan, parecería claro que empeorar la educación en un país a sabiendas sería un poquito como hacerse el harakiri.

En estas estábamos, cuando Harvest (él es profe de instituto, recordad), me cuenta algunas anécdotas sobre su día a día. “Tienes la voz ronca”-le digo. “De gritarle a los niños, hijo mío.” Indignante, a la par que lamentable. Me cuenta que ayer mismo se le asomaron por la ventana de un aula de la planta baja dos homínidos adolescentes que empezaron a increparle, a dar golpetazos en la ventana, a no dejarle dar clase. Que uno de ellos le dijo que no se iba “porque no me sale de los huevos”, y que se los iba a meter (los oeufs) por la boca. “Esto es nuevo” –le contesto. “Normalmente son los de dentro del aula los que no te dejan dar clase, no?”. Por toda respuesta, él me miró con pena y me dijo que era la 4ª vez que tenía que llamar a la Guardia Civil al instituto desde el inicio de curso (no hace ni dos meses).

También me cuenta que el jueves pasado se tiró media hora consolando a un alumno de los pequeños, quien con los ojos vidriosos le confesó que otro se había cagado en sus muertos y eso le había dolido porque su abuela había fallecido recientemente. Él lo sacó del aula, obligó a pedir perdón al injurista, pasó la mano por el lomo al injuriado, le habló de la vida y la muerte, y se aseguró de dejarlo tranquilizándose fuera, al cargo de dos profesores. Luego escuchó que el angelito iba por ahí diciendo que “El maestro [Harvest, que es licenciado] no le había hecho caso.”

Un poco por aliviar el tono y por evadirse de estos infiernos cotidianos, me cuenta Harvest que durante ciertas reuniones se dedica a idear pastiches literarios, muy del gusto de sus compañeros. "Hace cuatro años, una tarde, en un curso de pedagogía obligatorio, escribí un pastiche de relato de Juan Rulfo ambientado en un instituto de Secundaria que me valió hartas palmadas en la espalda.” Lástima que el texto se ha perdido. Hace unas semanillas –me cuenta- le dio por “reescribir” comienzos de afamadas obras de la literatura en clave docente o educativa, con gran jolgorio para compañeros y amigos de Facebook. Tanto es así que, por petición popular, hoy los cuelgo en Estatuas Verdes, por si a alguno aprovecharen.

Para la ocasión, Harvest ha incluido un texto inédito, que ha hecho esta tarde (que no tenía ganas de corregir). No creo que os resulte difícil identificar los originales, espero que os arranquen –como a mí- una sonrisa, tan necesaria para el trabajo de profesor como para cualquier otro. Va por ustedes.




“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el profesor de Enseñanza Secundaria Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a su primera Evaluación Inicial.”


“MAJESTUOSO, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y una navaja de afeitar se cruzaban. Un batín amarillo, desatado, se ondulaba delicadamente a su espalda en el aire apacible de la mañana. Elevó el cuenco y entonó:
-Lectura y aprobación del acta del claustro anterior.”


“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró en la sala de profesores convertido en tutor.”


“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Entra a tercera los martes. Mi madre me lo dijo.”


“Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy pronto celebraría su cumpleaños centésimo decimoprimero con una ETCP de especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitación en el IES Hobbiton.”


“Nos gustaba el instituto porque aparte de espacioso y antiguo (hoy que los IES antiguos sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros claustros, el inspector, nuestros conserjes y toda la directiva.”


“Yo, señor inspector, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cursos tenemos todos los mortales en septiembre y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: las Competencias Básicas.”

7 comentarios:

Nacho Camino dijo...

Genial.

Anónimo dijo...

¿Pero cómo no le hizo caso al pobre chiquillo? Me lo llevo a mi Instituto. Migue.

Anónimo dijo...

Grandísimo.
Un simple mojaquero

Anónimo dijo...

Magnífico. ¿Para cuándo todos -más los buenos compañeros de cada uno- en el mismo instituto? Nada más con pensarlo, mieo me da, compadre (sería de puta madre!).
Don CalcetínRelleno

José Ignacio Lara García-Junco dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
José Ignacio Lara García-Junco dijo...

¿Semana sí, semana no, teniendo que llamar a los picoletos?

No sé si compadeceros (a los profesores de instituto) por el infierno con que habéis de lidiar cada año o envidiaros porque tenéis trabajo fijo y estable y, para colmo, con ingresos decentes.

Tío, me das miedito.

¿Me seguirías recomendando hacer el MAES?

PD.
Porerror, falta el de Diez años de Soledad, ¡que es de los mejores!

Anónimo dijo...

Tengo debilidad por Juan Rulfo....ha sido todo un gustazo leer tu post.

Por cierto...mi padre es profesor y un buen día, en un pueblo de La Rioja de cuyo nombre no quiero acordarme, tuvo que aguantar que tres alumnos saltaran por la ventana para perseguir a una oveja...pero aquello fue hace 20 años, y lo que entonces parecía insólito ahora parece de lo más ingenuo...ojalá los niños de ahora siguieran persiguiendo ovejas...las cosas irían mucho mejor!

Un saludo
Silvia

 
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