Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

lunes, 30 de enero de 2012

Iván Férreo


(Dedicado a la buena Lupe, fiel lectora, para que el próximo no se lo pierda...)




Acudo a Sevilla, a ver a Iván Ferreiro en la Sala Custom, heredera de la afamada Sala Q (tranquilos, que sigue teniendo la misma pésima acústica). En esta ocasión, Iván viene de gira presentando su último disco Confesiones de un artista de mierda (2011): solo a él le tolero un título como ese, pero ya conocéis mis debilidades (al menos no sale desnudo en la portada, como hace Miguel Bosé). El disco, que es maravilloso, es una serie de sus temas más míticos interpretados en directo, con lo que tiene el tufillo del concierto y el de los grandes éxitos. Ya sé lo que estáis pensando y no: no es un refritaco, no es producto meramente derivativo, merced a no sabemos bien qué magia-Ferreiro, Confesiones… es una creación excepcional que captura a un artista imprescindible en un momento de forma inmejorable.


Dejo ya de hablar del disco, que parezco el jodido Diego Manrique. No hay nada como acudir a un concierto con buenos amigos (bueno, sí: con una novia popera, pero eso de momento ya os lo dejo a vosotros). Sabía que el concierto me iba a gustar pero no esperaba que iba a vibrar tanto. La sala, petada -una decena de amigos se quedaron sin entrada-; la concurrencia amalgamaba todas las tribus urbanas de seguidores que Iván Ferreiro ha ido acumulando en varias décadas: modernillos, poperos, chicas universitarias, gente con camisa de cuadros, amantes de los estribillos…

A mi lado una esforzada pareja se afanó en capturar toda la actuación haciendo fotos ella y apuntando el repertorio él en una pequeña libreta. Mi amiga se limitó a pillar el setlist al acabar el concierto. Algo quiero dejar dicho acerca de esta fiebre digital por capturar las actuaciones de nuestros ídolos. Estoy dispuesto a ver chicas llorando, borrachos desgañitándose, gente más o menos fiel. Pero amigo, ya que has ido a un concierto pequeño donde no hacen falta pantallas enormes para ver el escenario, no sería más bonito que prestaras atención en vez de ponerme delante de la cara toda la pantalla de tu puto móvil con el que me estás tapando a Iván Ferreiro mientras tú lo grabas?


O es que esperas que mañana vea el concierto en YouTube, o en tu blog? Delante de mí, dos jovenzuelas que se pasaron la noche wasseando y tuiteando me preguntaron: “Cuánto durará el concierto?” Yo repliqué: “Pues si menos de hora y media, pedid que os devuelvan la pasta.” Pero no: Iván Ferreiro y su banda, en la que estaba su sosegado y talentoso hermano Amaro, tocaron dos horas justas. No apunté el número exacto de canciones (yo no tenía libretita, vous comprenez) pero os digo que lo dieron a manos llenas. Ni un pero al repertorio.

Con el punto de partida de Confesiones de un artista de mierda, lo que Iván nos ofreció fue un frenesí de sus mejores temas, emociones garantizadas para un público entregado que lo coreaba T.O.D.O. Por deciros unas cuantas que tocó, hubo material de Los Piratas (“Santadrenalina”, “Tiovivo”, “El equilibrio es imposible”, “Años 80”, “Promesas que no valen nada”, “Mi coco”, “M”) y de sus cinco discos en solitario (“Turnedo”, “El viaje de Chihiro”, “S.P.N.B.”, “Mi furia paranoica”, “Canciones para el tiempo y la distancia”, “Tristeza”, “Rocco Sigfredi”, “N.Y.C.”, “Farenheit 451”, “Canción de amor y muerte”…), más una versión de Maga –guiño a Sevilla, dijo Iván-: la preciosísima “Diecinueve”.


Al final del concierto estoy tan contento que por un rato no sé distinguir si este ha sido bueno o es solo que yo estoy flipando. Pasado el aturdimiento, queda claro que la peña está satisfecha: ha sido un show estupendo, el repertorio ha molado y aunque el sonido de la sala es regulín, peor sería no haber venido. Porque un disco, ningún disco –ni siquiera el último (que como veis, no fue el único guión del concierto) jamás es suficiente para captar esa energía que se genera en un local de conciertos. Pese a todo el sudor, los pisotones y las cervezas derramadas encima de uno. Por las noches a estos sitios hay que venir a comulgar.

Horas después, en un conocido discobar alternativo de Miciudad, me encuentro a un colega a quien le cuento el concierto y me espeta: “Los hombres no entendemos a Iván Ferreiro”. Ah, no? Pues que te hagan una adaptación curricular, chulo!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ivan Ferreiro es de esos cantantes a los que, sin haberles dado el benificio de la duda, tengo cierto rechazo.

Pero tal y como nos lo has presentado, voy a dedicarle un rato, ojalá me sorprenda y tenga que reconocer que le había prejuzgado!

Buen finde!
Silvia

Anónimo dijo...

Del adaptado curricular:

Mi comentario no fue ni remotamente ese. Simplemente comente que en el sonorama de este año, una chica nos insistio una y otra vez durante la cancion de "turnedo" que los hombres nunca seriamos capaces de entender a Ferreiro. Esta fue una aseveracion tremendamente reida y comentada, ya que la chavala iba achispada y en lo unico que pensaba era en ligar con nuestra amiga Rafi. Acaso es Turnedo una cancion de amor para y entre chicas? Ahi dejo la cuestion para el que quiera hacerle una revision.
Esa fue mi reflexion nocturna en el Utopia, por lo que pido que no se ponga en mi boca algo que no habia dicho...joe, pa una vez que iba sobrio a las dos de la mañana...
Oh Lord, please don't let me be misunderstood.
P.d. Siento la falta de acentos, los moviles no dan facilidades.

 
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