Vivencias polimórficas de un treintañero perplejo.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Onán, Satán y el Glam, o: Todo lo que nunca quiso Vd. saber sobre el heavy metal alguien se lo va a contar


“Esta mañana, hace una hora, me encontraba escuchando “Creep” de Radiohead (#78 en el Reino Unido, editada como single el 21 de septiembre de 1992, casualmente el penúltimo día que fui a la Expo; mi madre había hecho arroz con higaditos) cuando un coche ha estado a punto de atropellarme al cruzar una calle. Ah, y hoy he desayunado pan con aceite. Otro dato que no/sí sabéis: Thom Yorke es bizco.”
A que os interesa muchísimo? A que estáis deseando saber más? Pues hay gente que con eso te hace un libro. Y no cualquier libro: un E.N.S.A.Y.O. (“Ensayo” es una de esas palabras de universidad que significa “libro sin fotos y sin diálogos que tampoco rima”). En concreto Chuck Klosterman (“periodista cultural”), y en concreto Fargo Rock City: Una odisea metalera en la Daköta del Nörte rural (2001). El andoba parte de una premisa genial por su simplicidad: como la gente dice que la música que yo escuchaba de chico es una mierda y tengo una carrera de Letras, voy a escribir un libro diciendo que aquella música estaba de puta madre. Lo malo es que en el libro ni siquiera hace eso. Habla y habla con un tenue hilo cronológico (que en un momento dado y sin previo aviso se vuelve temático) sobre su adolescencia y la música heavy metal. Ah, y Fargo NO SALE.


Es que el libro no es propiamente un ensayo sino unas memorias, Porerror! Ya, ya, ya, ya, señora: pues casi peor, no? Porque las memorias de Chuck Klosterman son como un estado de Facebook de 273 páginas (e igual de relevantes). Yo me leo estos libros para que no tengáis que leerlos vosotros, sabido es. En este caso, el tomo venía avalado por dos amigos ilustrados en lo libresco y en lo musical, pero lo cierto es que tras leerlo (y no digo que no me haya reído o disfrutado en bastantes momentos) salgo con la cabeza caliente y los pies fríos. Sobre qué trata el libro? Sobre Fargo como ciudad rockera no, eso ya quedó dicho, sobre la rural Dakota (del Norte) tampoco, entonces… solo nos queda que trate sobre el metal.
Y aquí es donde de verdad comienzan los problemas. El tema a tratar o el objeto del ensayo es lo que usted y yo llamamos “heavy metal”, y creo que todo el mundo sabe a lo que me refiero. Pero Chuck Klosterman parece que no lo tiene tan claro, él dedica párrafos y más párrafos a delimitar o a definir el heavy metal, como si esto fuese un libro de Lingüística de 1º de Filología. Para empezar, Klosterman no utiliza el término “heavy” porque dice que esa palabra la usaban él y su novia cuando fumaban porros (¿?), por lo que prefiere “metal” a secas. Dentro del metal están Black Sabbath, Led Zeppelin, Deep Purple, pero de eso tampoco trata este libro (no sé muy bien por qué: porque él no los escuchaba de chico?), y en general de ningún grupo británico, salvo Def Leppard. Iron Maiden o Judas Priest solo aparecen para meterse con ellos.


Lo que Klosterman sí escuchaba de chico (aparte de Tone Loc y los Beastie Boys) es lo que él llama “glam rock”, que no es el glam rock. El glam rock es David Bowie, T-Rex, Mott the Hoople, Slade, Queen (según les dé la luz)… todo el mundo lo sabe. Pero él a eso le llama “glitter rock”, y se reserva glam rock o “glam metal” para las bandas ochenteras que hacían pop heavy y llevaban el pelo largo. Sí, esas en las que usted está pensando: Bon Jovi, Poison, Mötley Crüe, Skid Row o Guns N’ Roses. También (por algún motivo) entran en ese saco Ozzy Osbourne en solitario, Van Halen y Kiss, a pesar de venir de décadas anteriores (pero como él los escuchaba de pequeño…). En general, Klosterman se refiere a esa música como “hair metal”, “glam” o “metal”, pero también acaba utilizando “hard rock” y “cock rock”, pese a haber dedicado párrafos y párrafos al principio del libro para argumentar por qué dichos términos eran inexactos.
Con todo esto no quiero decir que el ensayo esté mal o que su autor no entienda de música, simplemente que queda pomposo al tratar de investir un tema banal de una supuesta seriedad intelectual que no le pega. Y para colmo de males, el mismo autor se dedica contradictoriamente a decir que en realidad el tema es banal y no merece seriedad intelectual, jugando con el lector en plan esa gente que te llama “hijo de puta” y luego te dice que eres un susceptible si te enfadas porque todo era una broma. En qué quedamos, Chuck Klosterman? El heavy ochentero es bueno o malo? Merece respeto crítico o no? La respuesta la da Chuck Klosterman en un ensayo memorístico (o memorias ensayísticas) de 273 páginas: ni sí ni no sino todo lo contrario.


Cuáles son, entonces, las características de este subgénero de rock objeto del libro, que ya me da miedo citar por un nombre cualquiera? Pues según entiendo de las palabras del escritor de Dakota del Norte, para que un artista sea considerado dentro del género debe reunir al menos 5 de estas 10 características:

1) Llevar el pelo largo
2) Ser famoso entre 1980 y 1990
3) Fingir que adora al Diablo
4) Tratar en sus canciones los temas de sexo, dinero y diversión
5) Hacer vídeos ridículos para la MTV
6) Hacer apología del alcohol y las drogas (y, arbitrariamente según le apetezca a Klosterman, llevar un estilo de vida acorde o no)
7) Ser sexista
8) En general, dar una imagen de estupidez y hedonismo anti-intelectual
9) Hacer música comercial de guitarras, con al menos una balada bajabragas
10) Contar entre sus fans mayoritariamente a varones de entre 13 y 23 años, onanistas, borrachos y antisociales

El razonamiento lógico que sigue el autor para hacer apología de este tipo de rock parece ser: “si en su momento estos artistas vendían trillones de discos y eran la banda sonora de media juventud... cómo puede alguien decir que no eran buenos o importantes?”, y no le falta razón, al menos en la premisa. Las conclusiones a las que llega no están tan apuntaladas intelectualmente, Klosterman retuerce los argumentos para calzárselos como a él le da la gana (para empezar utiliza la palabra “deconstrucción” erróneamente; no digo que no sepa lo que significa: digo que en este libro la utiliza mal), y acaba por decir que es absurdo criticar el rock peludo ochentero porque fuera tonto, ya que se trataba de que fuera tonto (con lo cual la crítica inicial permanece perfectamente legítima, salvo que a Klosterman le parezcan bien las cosas tontas, en cuyo caso qué necesidad había de escribir esta defensa?).

Después de decir que Blur es un grupo glam que usa maquillaje (creo que en 2001 Chuck Klosterman no había visto a Blur ni en fotos) y que le gusta mucho Radiohead (para que parezca que tiene criterio), lo más llamativo que he encontrado en Fargo Rock City es su odio hacia uno de mis géneros favoritos (y el más importante desde el punk, algo que admite el propio Klosterman): el grunge. Para gente como Klosterman, el grunge es la kryptonita porque barrió de un plumazo toda la ética y la estética de los grupillos heavy que al él le gustaban. 273 páginas de ensayo más tarde tratando de negar esto, puedo decirle a Chuck que sí es verdad: yo también escuchaba música y veía videoclips entre 1991 y 1994. Y lo que pasó es que Guns N’ Roses se transformaron de 1) el grupo con más éxito del mundo a 2) un chiste. Y que fue culpa de Nirvana y Pearl Jam (a los que Klosterman no puede evitar odiar con todas sus fuerzas, pese a sus jesuíticas alabanzas a ambos).
Lo demás podemos charlarlo en la barra de un bar tomando unas cervezas o un papelón de jamón, pero fue así aunque Chuck no quiera admitirlo. Lo siento, tío, tu despertar musical fue con Shout at the Devil (1983) de Mötley Crüe, pues un pin para ti. El mío fue con Descanso dominical (1988) de Mecano, porque tengo cinco años menos que tú. Y tengo ese disco en cassette, CD y vinilo, lo mismo que tengo en cassette, CD y vinilo el Appetite For Destruction (1987) de Guns N’ Roses, pero no por ello voy a castigar a la peña con un ensayo de casi trescientas páginas. Para eso (y para hacerme el graciosillo) ya llevo 6 años castigándolos con un blog.

3 comentarios:

GRILLO SOLITARIO dijo...

CHUCK KLOSTERMAN... ME SUENA A SEUDÓNIMO ¿SEGURO QUE EN EL LIBRO NO DICE QUE A PARTIR DE 1982 YA NO HAY NADA BUENO EN LA MÚSICA?

Fran G. Matute dijo...

Jaja... el 'post' es una genialidad, Porerror. Me he partido el culo.

De todas formas, ya te explicaré un día por qué el etiquetaje musical de Klosterman te chirría tanto... ;)

En cualquier caso, estoy totalmente de acuerdo contigo cuando hablas de esa sensación constante que transmite el texto de no tomarse demasiado en serio (o, mejor dicho, de no saber cómo tomarse). Parece como si a Klosterman le diera vergüenza afirmar todo lo que dice y necesitara quitarle hierro al asunto. Esto hace que la lectura del "ensayo" sea frustrante.

Y para mí este libro no es un ensayo musical por mucho que hable de música todo el rato. Es más una colección de relatos de un joven que se cría en Dakota del Sur en los años ochenta. Y visto así, el libro es muy divertido.

Jordi Santamaria dijo...

Interesante post sobre un carnavalesco estado de Facebook de 273 páginas hecho libro.

Lo de dejarse ya a "Monano y su banda", me parece muy del típico cabronazo de Dakota del Sur

 
click here to download hit counter code
free hit counter